Noviembre, mes emblemático para los mexicanos, nos da la oportunidad de recordar a nuestros difuntos con solemnidad y nostalgia, nos enseña a convertir el dolor y el duelo, en alegría y fiesta por amor y aprecio que les tuvimos a quienes ya no están en nuestras vidas.
El Día de Muertos es un ritual con un significado profundo que une generaciones y traspasa fronteras. A tres años de la pandemia de Covid-19, en el que perdieron la batalla contra dicha enfermedad familiares, amigos, médicos, etc., esta tradición mexicana cobra mayor relevancia y nos da oportunidad de re valorar la vida.
Pero también, la muerte en México ha calado al país en lo más profundo -derivado del crecimiento exponencial de la violencia machista- al convertirse en un lugar en donde ninguna niña o mujer se siente segura al caminar por sus calles por temor a ser acosada y/o ante la incertidumbre de no saber si regresará viva a casa. La memoria colectiva no debe olvidar a cada una de las mujeres que han sido víctimas de feminicidio o desapariciones.
Los Feminicidios y el Covid-19 han hecho que muchas familias no puedan despedirse de sus seres queridos y los obliguen a vivir con ese dolor. Por ello, quienes seguimos aquí debemos ofrendar a nuestros difuntos la promesa de un cambio como un homenaje a su memoria para construir en el día a día el México que queremos.