Edgar SAAVEDRA*

Ni quisiera los más de 3600 días en prisión han doblegado el espíritu de Edgar Navarro, pintor que ha construido a través del arte un salvoconducto para romper la geografía cotidiana del infierno y hallar la libertad. Pinta desde intramuros, ha aprendido a golpes de suerte y circunstancia, de ensayo y error. Y la necesidad ha sido la madre de todos sus ingenios y el fruto de su trabajo ese combustible necesario para seguir volando a través de su obra plástica.

Lo visite en su celda gracias a la condescendencia de las autoridades y la gestión del periodista Manuel Bravo, un entusiasta de su obra. Estuvimos horas charlando dentro de su dormitorio que a su vez le sirve como taller y exhibidor, si es que vale decirlo así. Aquí dentro esta colgada la pintura de dos metros de largo con la que ganó sin ganar el premio a la convocatoria para darle imagen a la Guelaguetza más reciente.

A penas una parte de su historia está recogida en esta entrevista. La otra, la que complementa su diario vivir, se escribe a diario al tenor y pulso de lo dijo Jaime Sabines: «Pasa el lunes y pasa el martes / y pasa el miércoles y el jueves y el viernes / y el sábado y domingo, / y otra vez el lunes y martes / y la gotera de los días sobre la cama donde se quiere / dormir, / la estúpida gota del tiempo cayendo sobre el corazón aturdido, / la vida pasando como estas palabras: lunes, martes, miércoles…»

¿Cómo iniciaste el oficio de pintor, por casualidad o por necesidad?

Por casualidad. Todo comenzó por una mentira que le dije a una muchacha que conocí aquí, en el penal de Etla, hace ya siete años. Pasábamos por un lugar donde estaban enmarcando una pintura de un artista conocido y me dijo que las obras de ese artista eran muy caras, y yo, por quedar bien con ella le dije una mentira: que pintaba en todas las técnicas habidas y por haber. Entonces me dijo: “¿Me haces una pintura?”. “Claro –le dije– con gusto”. Total, pensé, yo no creo que vuelva a venir. Y seguí con mi mentira. A los pocos días ella me volvió a visitar y me trajo material para pintar (óleos, acrílicos, pinceles, bastidores) bueno, en fin, hizo una inversión de más de 7000 pesos; y entonces dije: “¡Dios, ahora que hago!”.

Me mostró una imagen de una obra que ella quería, y al pensar en lo que había invertido en material no me importó, es decir, seguí con mi mentira y le dije: “Dame tiempo para hacer tu  pintura”; ella me dijo: “Claro que sí, me voy a ir unos días a ver a mis papás a Salina Cruz y de regreso vengo a ver mi pintura”. Entonces, me di cuenta en la broncota que me había metido. Busqué por todo el penal alguien que me ayudara hacer una pintura, pero no corrí con suerte, nadie me pudo ayudarme. Entonces, me puse a dibujar sobre el bastidor la pintura que ella quería. Aclaro que nunca había dibujado nada. Al final pinté como pude. Llegó el día que ella volvió. Me dio un abrazo y dijo inmediatamente: “¿Y mi pintura? ¿dónde está?” Le enseñé lo que había hecho y para mi sorpresa, comentó: “Te ha quedado increíble, de verdad no creí que pintaras”. Entonces le respondí: “Ni yo tampoco, lo cierto es que te mentí, nunca había utilizado un pincel ni muchos conocía algo de mezclar colores ni nada; no se pintar en ninguna técnica…” Esa muchacha que menciono es la persona que ahora es mi esposa y esa mentira que yo le dije se convirtió en mi primer acercamiento a la pintura. Desde entonces tengo esposa y mi oficio dentro del penal es la pintura.

 

¿Cuéntanos la anécdota de tu pintura que participó en el concurso de la Guelaguetza?

Participé con mucha alegría en el concurso estatal para elegir la imagen oficial de la Guelaguetza 2022. Me esforcé mucho para realizar esa pieza. Unos días antes de dar a conocer al ganador vino a entrevistarme la reportera Giovanna Martínez. Me pidió fotos de mis obras. A los pocos días me dice un amigo que mi pintura había sido la ganadora, pero que la señora Ivette Morán de Murat al saber sobre mi condición decidió no meterse en problemas y eligió entonces la segunda opción, la pintura del tiliche*. Lo sé por una persona que estuvo en el momento de la elección, un periodista del que me reservo el nombre. Con todo, para mí fue muy satisfactorio que de las más de 150 propuestas hayan creído en mi trabajo y que fuera elegida en una primera circunstancia. Me di cuenta del alcance que tuvo mi obra; me quedo con el reconocimiento de ellos, me llena aun más que el premio económico. Creo que Dios dijo que aún no es mi momento. Y sabré esperar. Lo tomé con calma y fue aliciente para seguir esforzándome en mi trabajo artístico.

¿Cuáles son los temas que más te gusta pintar?

Temas infantiles. Me inspira mi niñez, mis hijos y ahora mis nietos. Mis pinturas brotan de mis recuerdos y de estos momentos, de la magia de esta inocencia tan hermosa. Ser niños es una de las etapas más inigualables de la vida. Por supuesto, y sin parecer soberbio, la inspiración me llega sola. Me sorprende que mi mente y mis manos, por decirlo así, no me obedecen: hacen lo que quieren. Creo en esto como un don que me ha sido obsequiado, y que acepto con humildad; por eso trato de compartirlo con mis semejantes a través del mensaje que plasmó en mis pinturas.

 

¿La pintura es para ti libertad o circunstancia?

Es libertad, el espíritu no puede ser aprisionado y la pintura es mi espíritu, es mi alma que no tiene límites ni barreras y en ese mundo –cuando pinto– no hay limitación alguna. Todo es concepto, ideas, el espíritu mezclado con los colores de mi obra.

¿Cómo sucedió la anécdota con el Capitán Miguel de la Nave de Tik-TaK?

Conocí al Capitán de la Nave de Tik Tak por un amigo en común, el periodista Manuel Bravo, quien me lo presento en el Reclusorio Regional de Villa de Etla. Miguel se interesó en mi historia y también en mi obra. Platicamos mucho. Él me contó que trabaja de manera filantrópica para niños y personas con discapacidad. Además, hubo una agradable coincidencia porque mi niña que sufre epilepsia asiste al Centro de Atención Múltiple # 58, en Santa Lucía del Camino; y él a ayudado a los niños de ese CAM, entre ellos a mi pequeña, aunque no sabia él que era mi hija.

 

¿Cuál es tu mayor pretensión en la pintura o compártenos una reflexión sobre tu vida?

Es lograr una buena comunicación con mis semejantes. Por medio de mi obra trato de trasmitir un mensaje que siempre, en mi caso, es de amor, alegría, optimismo y, por supuesto, es un mensaje de libertad. En el mundo de la pintura no hay limitantes, no hay rejas, ni obstáculos. El único reto es lograr plasmar la inspiración que, en mi caso, llega en forma abundante. Deseo además integrarme a la sociedad plenamente, compartir con humildad el don que Dios me dio, forjar una familia con valores y seguir pintando mucho, muchísimo, siempre.

*La obra ganadora fue “El llamado”, del artista plástico Flavio Díaz

 

*Periodista cultural.

edgarsaavedra@outlook.com

 

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