DETRÁS DE LA NOTICIA
Alfredo Martínez de Aguilar

Están sueltos los demonios de
la ingobernabilidad en Oaxaca

Oaxaca es laboratorio político nacional. Lo sigue siendo, después de casi medio siglo, desde la década de los 70. La Nueva Antequera, la Gran Señora del Sur, es arena ahora mismo de la disputa por el rumbo de la nación entre populismo socialista y neoliberalismo capitalista. En estricto sentido lingüístico, según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, gobernanza, gobernabilidad, gobernación y gobierno, se consideran términos sinónimos, pues los cuatro designan finalmente la ‘acción y efecto de gobernar’ Sin embargo, es imperativo considerar que reviste mayor trascendencia, económica, política y social, la ‘gobernabilidad’, es decir, la cualidad que posee lo que puede ser gobernado. En este caso el estado de Oaxaca y los oaxaqueños, sus 3 millones 800 mil habitantes. Así, entenderíamos perfectamente el matiz que implica el siguiente enunciado: ‘La gobernación (gobernanza o gobierno) de un pueblo habrá de considerar primero la gobernabilidad del mismo’, es decir, la cualidad de ‘gobernable’ que tenga dicho pueblo. La ‘gobernabilidad’, sin embargo, va de la mano de la ‘gobernanza’ al ‘arte o manera de gobernar que se propone como objetivo el logro de un desarrollo económico, social e institucional duradero, promoviendo un sano equilibrio entre el Estado, la sociedad civil y el mercado de la economía’. Y es precisamente en este punto, después de esta introducción teórica de la ciencia política, en la que la puerca tuerce el rabo en Oaxaca y que es el tema central de esta entrega, dado que la ‘ingobernabilidad’ se manifiesta en la entidad, desde la brutal violencia política del crimen organizado y el narcotráfico hasta el terrorismo de la Sección XXII de la CNTE, sus organizaciones sociales y grupos armados que le apoyan. Ocurre así porque el gobierno aliancista de Gabino Cué resultó un rotundo fracaso al no conseguir la ‘gobernanza’, o sea, el ‘arte o manera de gobernar que se propone como objetivo el logro de un desarrollo económico, social e institucional duradero, promoviendo un sano equilibrio entre el Estado, la sociedad civil y el mercado de la economía’. Hoy por hoy, ignoramos que fue lo que realmente llevó al gobernador de la esperanza de cambio y combate a la corrupción, a la peor crisis que haya vivido Oaxaca y los oaxaqueños. Ni siquiera vista durante las peores páginas de la historia negra del estado. Ciertamente, Gabino Cué Monteagudo pudo y no quiso gobernar bien y mejor que sus antecesores priistas o bien, quiso y no pudo por las traiciones y sabotaje permanente de sus aliados de izquierda PRD, PT y Movimiento Ciudadano, así como de la derecha con el PAN. Salvo su mejor opinión, querido lector, a nuestro juicio, el mayor y peor error del gobernador Gabino Cué, fue meter en el mismo costal a dirigentes y militantes de los diversos partidos aliados, quienes los seis años se la pasaron peleando como perros y gatos. En nuestro opinión, el mandatario estatal pudo responsabilizar totalmente de manera pública a cada uno de los partidos aliancistas de las diferentes secretarías, a efecto de exigirles cuentas claras, no sólo en el manejo honesto de los recursos públicos puestos a su disposición, sino sobre todo en cuanto a resultados de trabajo. Como quiera que haya sido y por las razones que se hayan dado, a tres meses de la conclusión del sexenio de Gabino Cué, el resultado del balance del mismo es totalmente desfavorable y negativo de manera general para los integrantes del gobierno y de manera particular para el propio gobernante oaxaqueño. No pecamos de ingenuos ni ignoramos la genial perversidad de diversos actores políticos dentro y fuera del gobierno, sistémicos y antisistémicos, cuya mano negra mece la cuna de la violencia política a grado tal que, podemos concluir que los demonios de la ingobernabilidad están sueltos en Oaxaca. Y lo están por el terrible vacío de poder que ha dejado el gobierno de Gabino Cué. En otras palabras la falta de ‘gobernanza’. Salvo honrosas excepciones la mayoría de los funcionarios nadan de muertito, sin comprometerse a cumplir con sus obligaciones, a la espera que termine el sexenio en tres meses más. Inteligentes, hábiles y perversos, los ‘titiriteros’ que manipulan a los partidos y organizaciones sociales y armadas, públicas y clandestinas, amplios conocedores de los tiempos políticos, aprovechan al máximo el vacío legal provocado por el ‘interregno’ de cinco meses entre el gobierno de Gabino Cué, que no acaba de terminar y el de Alejandro Murat, que no termina de llegar. A ello es atribuible la reedición de la revuelta magisterial de 2006, la brutal violencia de la delincuencia común y organizada, así como de la violencia política entre organizaciones y grupos especialmente de transportistas, camioneros, taxistas y mototaxistas. El agravante es la escandalosa corrupción, reiteradamente denunciada, en la venta de concesiones y permisos a transportistas en la Secretaría de Vialidad y Transporte (Sevitra) y en muchos otros casos otorgadas por razones clientelares en busca de rentabilidad político-electoral. Ahí está el lamentable saldo de numerosos muertos y heridos durante los frecuentes enfrentamientos entre camioneros materialistas, taxistas y mototaxistas de la Confederación de Trabajadores de México (CTM), la Confederación Revolucionaria de Obreros y Campesinos (CROC), la Confederación Nacional de la Productividad (CNP), el Sindicato Libertad. La irrupción del Frente Popular Revolucionario (FPR), vinculado a grupos armados, y la división generada en sus filas por Francisco Martínez Sánchez, ‘Don Panchito’, y la creación del Frente Popular 14 de Junio, ha complicado el escenario violento durante la incertidumbre provocada por el cambio de gobierno en la segunda alternancia en Oaxaca. alfredo_daguilar@hotmail.com director@revista-mujeres.com @efektoaguila

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