DESVENTURAS DE LAS AEROLINEAS
Mtro. José María Villalobos Rodríguez

Uno de los negocios más vulnerables a sufrir altibajos en costos e ingresos es de la aviación comercial. Corría 1961 y en la Feria de San Marcos se elegía (quién sabe cómo) a una Reina (todavía no era México el ejemplo de democracia que es hoy). La agraciada tenía a su novio mexicano trabajando en Los Ángeles porqué pagaban salarios ocho veces mayores a los nuestros. La susodicha Reina de la Feria de la Primavera hizo todo un drama al enamorado para que pidiera permiso y estuviera presente en la Ceremonia de Coronación en la Exedra del centro de Aguascalientes. Sin dar aviso ni a su mamá, el enamorado se embarcó en un vuelo de la línea “Flying Tigers” de Los Angeles a Guadalajara. El avión se estrelló e incendió cerca de Hermosillo. El novio quedó hecho polvo. La cosa no paró ahí, en la primera plana de el periódico de la vida nacional del día siguiente se publica este encabezado: “Se estrella avión en Hermosillo, no hay sobrevivientes”. Mi mamá, ávida lectora, estaba en casa de mi tía Bertha y le leyó el titular de Excelsior. Le comentó que ahora si había noticia. Procedió a leerle en voz alta la lista de pasajeros. Entre ellos se encontraba el hijo de mi tía. Imaginen la escena. Mi segunda experiencia con aviones fue cuando en la Feria de San Marcos en abril de 1966. Se inauguró – con pompa y circunstancia- el primer vuelo de Aerovías Rojas, propiedad de un rico cafetalero oaxaqueño. Enlazaba México, D.F con Aguascalientes. Entonces mi ciudad natal no llegaba ni a cien mil habitantes y muchas familias fuimos a ver aterrizar el DC – 3. Llegó un avión color plateado, que en vivos rojos y letra cursiva decía “Aerovías Rojas”. Como en toda provincia de hace 47 años, el vuelo inaugural contó con la Banda de Música del Estado, el Gobernador en turno, el Presidente Municipal, el verde olivo de la Zona Militar y concurrencia de mirones, como yo. Pero el gusto duró poco. Por la noche en el vuelo de regreso, el DC-3 no llegó al aeropuerto capitalino. Se había estrellado en un cerro cercano. No hubo sobrevivientes. En titulares de El Sol del Centro del día en rojo se cabeceaba algo así como “desaparece el DC -3 de Aerovías Rojas”. A renglón seguido se festinaba, con una galería de fotografías la recepción del primer vuelo, incluido la foto del primer pasajero con boleto pagado para el infausto regreso a la capital. En febrero de 1968 como estudiante de Preparatoria en Monterrey (que sólo duraba dos años, en vez de tres como en la Ciudad de México) me tocó una mañana excesivamente brumosa. La neblina llegaba al suelo en los corredores de la escuela. Para las diez de la mañana ya se sabía de que en el Pico del Fraile se había estrellado un Boeing 727 de Mexicana de Aviación. Todos los pasajeros perecieron. Debió haber aterrizado en el Aeropuerto del Norte, rumbo a Nuevo Laredo. La prensa destacó que entre la lista de finados estaba el tenista Rafael Osuna – que promocionaba cigarros -y el político Roberto Madrazo, que se patrocinaba solo. La rumorología no es nueva. Las especulaciones afloraron con saña. Que si fue o no bomba, si el piloto o el personal de la torre de control erraron, que era complot para deshacerse del tabasqueño Madrazo – a quien lo catalogaban como el máximo reformista para santificar al Revolucionario Institucional mediante una verdadera democracia, bla, bla, bla. En febrero de 1991 sobre las gélidas aguas del Mar del Norte, en un vuelo de corta duración de Bremen, Alemania a Amsterdam, Holanda viví en carne propia una experiencia de miedo. Nuestro frágil aeroplano fue zarandado por una tormenta con vientos. Mi vecina de asiento, una mujer brasileña, no soportó el susto y se vomitó sobre el saco de mi traje gris. Observaba el mar picado calculando cuan profundo sería y si al caer la nave podría yo nadar o flotar. Las azafatas, furiosas con el piloto. Una vez que aterrizamos, fueron las primeras en salir olvidando al pasaje y llenando de insultos a los pilotos. Estos cuatro ejemplos ilustran cuan inesperado puede ser volar en avión. Si de errores militares se trata: el caso de la aeronave de KOREAN AIR LINES fue derribado por un caza ruso – supuestamente porqué el piloto coreano no obedeció al haber invadido el espacio aéreo soviético. Pan American fue víctima de un atentado en un vuelo de regreso en un Jumbo 747 de Boing de Londres a Nueva York. Los indicios del origen de la idea apuntaban a la Libia. El terrorismo cobró vidas mayormente de jóvenes americanos. Los atentados a las Torres Gemelas y al Pentágono en 2001 utilizando aviones comerciales el 11 de septiembre cimbró al mundo y cambió para siempre los protocolos de seguridad en aeropuertos; los radicales islámicos habían vengado a Alá. Ahí el gobierno de Vicente Fox se vio lento y a diferencia del Primer Ministro de Canadá no asistió a la ceremonia fúnebre. Esto de no condolerse por el dolor ajeno, no solo es de este sexenio. Ante amenazas tan frecuentes de bomba o secuestro la aerolínea EL – AL de Israel implantó en sus vuelos un guardia de seguridad de incógnito. Un avión de Avianca se estrella cerca de Nueva York por falta de combustible. La torre de control no le dio prioridad y lo pagaron civiles inocentes. En los aeropuertos dos eventos: en Tenerife por error de los controladores ocurre un choque e incendio de dos aviones gigantescos repletos de turistas y en Barajas de Madrid otro terrible choque en pista. En el malogrado vuelo de AVIANCA viajaba Jorge Ibarguengoitia, mi escritor favorito. Me enteré al instante en la redacción de “El Porvenir”-donde tuve el gusto de trabajar con mi amigo Jesús Cantú Escalante
El alza de precios de combustible, las pandemias, la presión de sindicatos de aire y tierra, la falsificación de refacciones por grupos de criminales, el secuestro por extremistas, el mal clima, el estado de salud de los pilotos, la competencia de los vuelos a precio reducido, las normas estrictas sobre el estado de los aeropuertos y sus radares son algunos de los factores que hacen de la aviación comercial todo – menos un buen negocio para quien quiera invertir sus ahorros en él. Cuando se puso de moda los viajes a bajo costo, en Brasil surgió la aerolínea GOL. Miles de brasileños que jamás habían volado, tomaban un vuelo para tener la experiencia de volar. Iban y venían solo para probar lo que se siente. La competencia por pasajeros resultó en la quiebra de los menos aptos. Los gobiernos de naciones europeas, accionistas en Lufhtansa de Alemania por ejemplo han tenido que usar dinero público para que salgan a flote. Las huelgas en Aerolíneas Argentinas se volvieron más frecuentes que sus vuelos. La línea nacional de Ecuador solo contaba con dos aviones y aún así fue a la quiebra. QANTAS que fuese orgullo australiano ya no existe, SAS de Suecia fue absorbida por el consorcio KLM – Air France, Swisair quebró también Western Airlines, Eastern Airlines, BRANIFF y Tigres Voladores. En México la lista es larga: AVIACSA, Interjet, Mexicana de Aviación, AEROMAR, AEROCALIFORNIA. La aviación comercial presta un servicio invaluable a pasajeros y empresas de carga. Pese a tanto riesgo el año 2020 el aeropuerto Hartsfield de Atlanta promedió 1,501 aterrizajes y despegues diarios seguido del O’Hare de Chicago con 1,475 y del de Dallas Fort-Worth; en Europa el Charles de Gaulle en París 627 y el Schipol en Amsterdam promedió 623. Ningún aeropuerto latinoamericano se acerca a este volumen de operaciones diarias. Ni el AIFA junto con el AICM se asoman a esos promedios. Esperemos mejores tiempos para volver a volar. Ahora es el momento de volver a viajar en ferrocarril. No importa que la última vez que uno de mis hermanos lo tomó en Monterey para llegar a México se tardó 50 horas en llegar. Los desviaron hacia Torreón – por alguna razón secreta por seguridad nacional y era Ferrocarriles Nacionales de México.

 

 

 

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