Aída GAXIOLA*
En primavera donde las flores abren, hay nuevos aires, nuevos paisajes, se descubre otra perspectiva, pero sobre todo nuevos aromas.
Entonces, estás en la casa, en uno de esos días donde acabaste temprano las labores, los trabajos, descansando en la sala (momento de paraíso). Cuando de pronto llega a ti un aroma sutil que te hace preguntar “¿habrá algún cadáver por ahí?” Te preocupas un poco y te incorporas y en eso ves a tu hijo Pablo con un ventiladorcito justo al final de ese pequeño aroma de putrefacción. Pablo que al parecer no se percata de sí mismo, está bañado en sudor con demasiado calor para poder pararse y largarse a bañar. Estás decidiendo en decirle ya sea la orden de baño o bien la crítica del olor (obviamente con todo el amor que te lo permitan tus fosas nasales) cuando de pronto del cuarto de junto, sale tu niño el mediano y le dice “¡Pero que peste! Pablo estás matando a todos con tu olor rancio”. Pablo que no le pareció el comentario se para enseguida, dejando un charco de sudor ácido en el futón, en la tela se queda un color nuevo que solo podríamos describir como radioactivo. Ves como Pablo embiste a su hermano, cuando de pronto el mediano en cuestión, saca de las bolsas una tela “rara” y se la pone a Pablo en la cara apretando lo más posible. Pablo como Hidra, se retuerce y le empiezan a llorar los ojos. Tú en realidad solo ves el espectáculo que hasta el momento ha llevado un poco menos de un minuto. En eso Pablo vocifera “¡Me lleva la ching….! ¿Qué jodidos es eso que me pusiste en la cara?” a lo que tu hijo con cara de triunfo contesta “Es un calzón tuyo, que guarde en mis tenis de entrenar que te robe desde hace 15 días”. Pablo se queda un poco aletargado con el arma biológica que le han aplicado. Y por fin tu pequeño hijo sentencia “A ver si así aprendes y si no, prepárate para la siguiente bomba”.
*Maestra Aída Gaxiola. Psicóloga Clínica, Madre, Yogui. Fascinada por las historias que florecen pero sobre todo de la maravilla del desarrollo humano. aidagaxiolav@hotmail.com
