Aída GAXIOLA*
Siempre es difícil saber que decir en los principios y los finales. En estos años he compartido con ustedes lo maravilloso, loco, apasionante, desesperante y multifacético- desafiante que ha sido mi travesía como madre, los altibajos (a veces muy alti y a veces muy bajos), pero sobre todo abrí mi corazón desde mi narrativa de la maternidad (siempre intentando encontrar el lado divertido). Pero como todo, este compartir termina. No sin antes agradecer a todos por acompañarme en este crecer con mis hijos.
Entonces, estás como siempre pensando en que debería hacer la “MADRE” (sí con mayúsculas). Qué debería de compartir, de aconsejar, de solucionar, de calmar, acurrucar, incluso cantar o aminorar. ¿Qué tengo que decir a raíz que mis hijos dejan de ser mis nenes y empiezan a convertirse en adultos? ¿Qué digo cuando se van a ser libres, a ser ellos, a vivir?
Mis hijos se han ido y no que desaparezcan, pero es como vivir con fantasmas, los rincones me hablan, los muebles bromean conmigo, me lleno de nostalgia y luego el teléfono me llena de vida nuevamente. Mis peques van logrando sus metas, obtienen sus sueños, comparten como la vida que yo les platiqué, NO se parece en nada a lo que ahora experimentan con emoción y anhelo. Mis hijos son felices, se enojan, lloran, desesperan, y disfrutan ese mito que es la vida.
“Mamá, a que no sabes que me dijo Fernanda (la novia de Pablo). Que igual quiere una casa como yo quiero la mía y vamos a tener un perro”.
“¡A´ma! (dice el mediano) cómo se supone que hago el chile de los chilaquiles, y por qué no me salen crujientes las tortillas cuando las frío. Todas aguadas me salen”
“Mami (dice el pequeño) estoy súper contento porque ahora soy seleccionado para las Olimpiadas, me encanta hacer deporte y estar aquí, odio los exámenes, pero siempre tengo un chance de entrenar. Me voy que me llaman…”
No puedo creer, que ahora hay calma y paz en casa. Que no hay peleas por la cajeta, que no ruedan por el sillón, que no hay vergüenzas con los amigos… Ahora soy yo quien quiere un desespere, contenta y con lágrimas, me queda esperar, esperarlos. ¿Será que tendré que esperar a “DESESPERES DE LA ABUELA”?
*Maestra Aída Gaxiola. Psicóloga Clínica, Madre, Yogui. Fascinada por las historias que florecen pero sobre todo de la maravilla del desarrollo humano. aidagaxiolav@hotmail.com