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En las cuestiones de ser mamá el saber dejar ir o bien cuidar bajo tus alas a los niños, es una cuestión alquímica. Si te pasas por una pizca pecaras de exagerada y si no lo haces en la medida correcta serás una mala madre.

Entonces, haz tenido una semana terrible, donde tu trabajo a pasado de 8 horas a 16 o más. Has llegado a casa cuando todos duermen y te has ido de igual manera. Entonces, en una pequeña ventana de luz y de contacto con tu familia te encuentras en la cocina, haciendo sobremesa de la comida que medianamente pudiste hacer cuando ves que Pablo está triste, lloroso y con ese modo que tú conoces bien de que quiere decirte algo sumamente incómodo. Inmediatamente piensas “¿será que me va a salir con su domingo 7?” ojalá me diga mejor que perdió dinero o chocó. Ya ni sabes que pensar. Cuando de pronto, la abuela que ha sido un apoyo esta semana (bueno siempre es pero no se lo dices), esa señora de canas de avena te dice sin sobreaviso ¿ya te dijo tu hijo que quiere irse a vivir con su papá? Y que ya le habló para decírselo y sólo faltabas tú. Estabas tomando un sorbo de tu merecido café cuando la noticia te cayó cómo glacial. Y no porque quieras que se quede tu niño contigo, sino porque sabes que su papá puede hacerlo sentir mal con una petición así. Te tomas todo el café de golpe y preguntas ¿qué dijo tu papá? a Pablo se le llenan los ojos de lágrimas y ves en ellas la desesperación, el desconcierto y la frustración. Te dice el niño “mi papá me dijo que tú no ibas a querer y que te ibas a poner muy mal si me iba”. De tal manera que las lágrimas no pueden sostenerse más. Tú le dices que no se preocupe, que si quiere irse con su papá está bien, que tú estás de acuerdo con la decisión (si supiera que lo querías hacer desde hace mucho). Y que si siente que ese no es su lugar, tus brazos siempre estarán esperándolo.

Al final, no hubo drama, más bien mucha incertidumbre ya que nunca hubo fecha de partida sólo el impulso de irse, ahora será un reloj cuenta atrás y tú en latencia esperando que esto no reviente en algo más.

*Maestra Aída Gaxiola. Psicóloga Clínica, madre, yogui. Fascinada por las historias que florecen pero sobre todo de la maravilla del desarrollo humano.

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