Compartir

Aída GAXIOLA*

La mayor satisfacción es ver como tu ejemplo guía a tus hijos a sus objetivos y éxitos. Sentir que lo que haces influye de manera positiva en los actos y pensamientos de tus crías. Sin embargo, no siempre puedes contar con un final feliz en esa vuelta del destino ya que siendo una humana imperfecta a veces lo que aprenden es justo lo que tu quisieras olvidar.

Entonces estás limpiando (con máscara anti gas y todo) el cuarto de los niños, en eso en el escritorio de Pablo ves unas hojas con un título interesante “Desesperes de Pablo”. No cabes de la emoción y el impacto. Sientes que mucho de los esfuerzos han valido la pena y que por fin has motivado y accionado algo maravilloso en tu hijo. Cuando empiezas a leer:

“Desesperes de Pablo:

Creo que mi mamá no se da cuenta de lo desesperante que puede llegar a ser sobre todo cuando me dice “barre tu cuarto” y apenas me voy a parar y me grita para pedirme otra vez “barre tu cuarto”. Como si las otras 3 veces no la hubiera escuchado, simplemente que creo que mi cuarto está bien. Pero como me hecha unos ojos de perro rabioso de peli de terror (hasta rojos están) pues lo barro para que ahí quede y no saque espuma por la boca.

Nunca he entendido cuando se queja de que no la ayudo en nada. Y cuando le digo después de que ya se quejó ¿quieres que te ayude? Ella la muy digna dice “No, ya no quiero nada”. Pero si no le digo nada la queja termina con un “¡Claro! Como aquí yo soy la sirvienta, pero me voy a morir de un coraje”. No se muere, ni nada. Igual como fantasma va a seguir quejándose.

Yo no sé, porque me hace escoger la ropa en la tienda, si cuando quiero ponerme eso que me compró hace quitarme las 2 sudaderas que traigo puestas. No entiende que son dos por algo. Aunque haga calor.

Desespera esas ganas de hacer caldo de comer en días de calor. Como si la orden fuera, quémalos por dentro y por fuera para que ya no se paren…  “

La lectura quedo a medias, ya que escuchaste la puerta sonar y las pisadas de todos (como manada de hienas). Intentas que no se vea que estuviste alzando y mucho menos leyendo, en eso en menos de lo que esperabas Pablo entra al cuarto, se sorprenden. ¿Qué haces mamá? “Nada” dices (pero murmullas un “pequeño quejoso”).

Sales de ese cuarto no sabiendo si estás orgullosa, sentida, molesta o qué. Porque ciertamente no ha dicho ninguna mentira, ciertamente es tu orgullo de persona el que está por el suelo pero es tu orgullo de mamá que está por los cielos. Has logrado que Pablo se comunique, cosa para lo que tuvo que leer (aplausos estruendosos) y por ende tuvo que escribir (y no fue con emojis, ni idioma whatsapp). Te vas del cuarto con una estrellita en la frente que te pones de “Buena mamá, neurótica, pero buena”.

*Maestra Aída Gaxiola. Psicóloga Clínica, Madre, Yogui. Fascinada por las historias que florecen pero sobre todo de la maravilla del desarrollo humano. aidagaxiolav@hotmail.

Compartir