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Aída GAXIOLA*

Ilustración: Iván Vásquez

Cuando tienes adolescentes en casa, la paciencia debe ser el elixir diario ya que, como madre, tienes este peso cultural que debes aguantar todo lo que implica el haber decidido (a veces no muy consiente) traer a unas bestias (ahora semi-peludas) al mundo.

Entonces, están en la mesa de la cocina -como si nada- jugando cartas para variar la rutina. Sigues en la lucha de combatir la adicción a los celulares con lo que recuerdas que es diversión, lo que se traduce constantemente en una serie de berrinches y desdenes cada vez que lo intentas.

Sin embargo, no desistes, y estás ahí haciendo pares y tercias cuando te das cuenta que la única que está un poco animada, eres tú. Entonces, paras y dices “¿¡QUÉ LES PASA?, O CAMBIAN esa actitud o entonces no van a tener celular todo el fin de semana!?”.

Bajo la amenaza, los chicos comienzan esta reacción que termina invariablemente en canto estridente de pericos en selva. Lo único que alcanzas a entender es “PERO si ni queríamos jugar” ¡Tú eres la que nos hace esto! ¿Pero porqué no nos dejas en paz? ¡Siempre tiene que ser lo que tú dices! Ya no vez lo duro sino lo tupido; tu sensatez desaparece con cada grito -sí, grito-  que te relinchan esas mulas a las que llamas hijos. Ves cómo quieren pararse de la mesa, pero aún tienen un poco de “algo” (miedo, respeto); ya ni sabes. Pablo empieza a hacer caras, mientras el mediano te tira de a loca con una actitud que te manda a la chingada con cada sí que hace con la cabeza y el chico solo se sienta sin hacer nada, cruzado de brazos haciendo berrinche. Todo ello porque no pueden seguir en su dinámica de 18 horas al celular.

Te hartas, tomas las cartas y los celulares (con ganas de aventarlos, pero recuerdas que tú los pagas) y te dices que esto no puede seguir si no cambian de actitud…. Pablo (valiente por la edad o por su menso interno) dice “PERO si tú haces lo mismo, tú también estás en el celular, además nosotros ni pedimos…”. Ésta última fue la frase que colmó el vaso. Te paras de golpe y sin paciencia, amor, ni nada, dices con toda la crueldad “Yo tampoco pedí”. Toda digna, te resignas a que hoy no habrá acuerdos, ni consenso, ni solución. Impones, porque si te propones negociar, tendrías que sacar palas y bolsas negras, y hoy estás harta de limpiar. Sabes que a la hora adecuada, todos bajan de su dragón y tendrán que cambiar su actitud por cena.

 

*Maestra Aída Gaxiola. Psicóloga Clínica, Madre, Yogui. Fascinada por las historias que florecen pero sobre todo de la maravilla del desarrollo humano. aidagaxiolav@hotmail.com

 

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