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Jasmina Hartiana

He llegado a la mitad de mi vida, bueno eso si logro ser longeva. Me siento extraña, quizás, sea la perimenopausia. Es como si cargará un bulto lleno de piedras. Me he sentado en mi jardín por varios días a preguntarme qué es lo que me pasa. Tal vez no he llegado a la repuesta correcta, pues aún me siento pesada. Aunque tengo varias teorías al respecto, entre ellas la carga excesiva de trabajo, siempre desde que recuerdo me he cargado de múltiples responsabilidades, incluso las que no me corresponden, no lo puedo evitar, es como una especie de toc. Hay algo dentro de mí que siente la necesidad de que el trabajo se haga y que todo funcione como un reloj. Debo confesar que hay días que lo logro y una paz circula en mi pecho a costa de una espalda doliente. Siempre me he considerado una buena empleada. No soy buena emprendiendo, pero siempre hago bien el trabajo, además tengo cierto talento para organizar las circunstancias y soy bastante precisa cuando se trata de imprevistos. Reacciono rápido, encuentro salidas ingeniosas a problemas que no estaban contemplados. Y por supuesto que tengo los pies hechos trizas, la espalda molida, unas rayas moradas debajo de los ojos y un agotamiento constante. Bueno, eso tal vez contribuya bastante al extraño sentimiento que me acongoja.

Otra de mis teorías es que he llegado un punto de dejar ir. Si, de soltar todo aquello que no fue y ya no será. Es como si todos esos proyectos que no pudieron ser desfilarán por el pasillo de mi jardín y yo ahí sentada en una acapulquita los saludara con un adiós. No quiero ser fatalistas, pero es necesario poner los pies en la tierra. Hay cosas que tienen mucha posibilidad de que ya no sucedan, como el proyecto de la escuela de baile o tener un hijo o varios sería complicado a estas alturas de la vida. Digo, entrarían en la adolescencia cuando yo ya esté por los sesenta. Mi abuela crió un niño ya estando mayor y admiro su valentía, pero creo que la cosa no salió tan bien como lo esperábamos. Cuando me divorcié me sorprendió mi capacidad de dejar ir un proyecto que consideraba base en mi vida. No quiero hacerme castillos en el aire, y considero que una de las razones que me permitió continuar con otros sueños que no sabía que podía tener fue mi capacidad de decir adiós al elefante rosa.

 

Hay algo a lo que no estoy dispuesta a renunciar y es a viajar por el mundo. No como los turistas que se toman fotos en los lugares sobre conocidos. Yo quiero vivir el mundo, olerlo, descubrir el espíritu y el lado salvaje de otras tierras. Sin que me importen las arrugas, la curvatura de mi lomo o mi paso lento. Para conocer y respirar lo extraño no se debe tener prisa. Pero, antes debo aligerar la carga, soltar lo que no fue, a pesar de la melancolía.

  • Soy fotógrafa y cuentista

Cuentos: Anabel, Miel con veneno, Imágenes que cuentan, Entretenimiento para Adultos, El Cerrajero, y la Chica del Tutú. jazminahartiana@hotmail.com

 

 

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