Arturo DIEZ*
LEÓN, GTO.- Es difícil decir en qué momento alguien elige ser escritor. El aliciente económico es nulo, la facilidad del oficio ambigua, y determinar en qué momento el adjetivo es propio, huidizo. Roberto Bolaño decía que lo normal es ser lector, querer escribir una distorsión. Para Paul Auster escribir no alivia, pero es peor si no se hace.
Se piensa que para ser escritor hay que publicar. Hay quienes lo hacen pronto y hay quienes se apresuran y ni así. Están quienes la vida les da oportunidades y condiciones materiales para hacerlo, y aprovechan. Y, para mi particular interés, para quienes la circunstancia no se dispone y en un terreno yermo florecen, chispazo que estremece al hielo.
Creí que luego de Poeta chileno este año no leería otro libro que me hiciera pasar los ojos desaforado. Erré. Escuché en un podcast de Claus y Lucas de Agota Kristof, decían que trataba sobre unos gemelos de infancia terrible. Eso me interesó más que una infancia áurea. Kristof nació en Hungría en 1935. Por motivos políticos migró a Suiza en 1956. Trabajó cinco años en una fábrica de relojes y después decidió aprender francés y escribir en dicha lengua. Claus y Lucas es considerada su obra maestra. Reúne tres novelas con los hermanos como protagonistas: El gran cuaderno, La prueba y La tercera mentira.
En la primera, en capítulos de no más de tres páginas, el lector se entera de la vida de Claus y Lucas en un pueblo remoto de la capital (nunca se nombra el país). Estalló la guerra y la madre los deja con su abuela, quien vive cerca de la frontera. Los niños muestran una inteligencia amplia y se dan cuenta que, si quieren sobrevivir, deben volverse duros. El gran cuaderno es escrito por ellos para contribuir en su aprendizaje autodidacta. Al finalizar esta primera novela, uno de los hermanos parte, esto da motivo a La prueba, comprobar si pueden vivir separados. En la segunda novela la trama se enfoca en uno de los hermanos.
La primera novela el narrador busca un lenguaje sobrio. Cuando los hermanos dicen cómo es que escriben, refieren que la redacción debe ser verdadera, centrarse en lo que es, lo que ven y lo que oyen. El decir busca objetividad y silencia la opinión. En la segunda novela, pese a saber la historia de uno de los hermanos, flota constantemente la ausencia del otro: la evocación. La tercera mentira sobresale por lo que no dice, por lo que Agota Kristof deja como trabajo al lector valiéndose del juego del doble. ¿Quién es en realidad Claus y quién Lucas? Y el anagrama del nombre, no ocurre como un juego gratuito, sino como maestría.
*Nací y crecí en Xalapa. Estudié ciencias de la comunicación en la UNAM y en mi tiempo libre me aficiona leer para vivir otras vidas, así como escribir para contar algo de la mía.
Contacto: arturodiezg@outlook.com y arturodiezgutierrez.wordpress.com