Edgar SAAVEDRA*

1.- La Ruca Furiosa convierte el color en agua, entre una fauna de bengalas sumisos, serpientes primigenias y vaginas volcánicas dicta desde sus intestinos hiperbólicos su esencia de sirena multiplicada en los espejos. No hay mañana, no hay tarde, no hay tiempo, sus manos voladoras prenden fuego al hechizo del fénix que vuela en círculos su novísima leyenda.

2.- Mérida, que no es un lugar, sino un obelisco antiguo y ubicuo que hace morder el anzuelo a criaturas hace cinco minutos indomables para obsequiarles un alma, esa chispa del barro elemental untado de rocío al son de un grillo estepario que nunca claudicará acuchillado. El verde se quita la máscara de hollín, petrificándose en un santiamén sin dejar de respirar nunca.

3.- Luna profiere la disertación de los cuerpos en la aridez de una era imaginaria, desdoblada lienzo por lienzo, mojados, en un campo que no es sino un designio provocado por fantasmas. Dormida sobre una fe de láudano, exilio hacia la roca, bajo un sol estalagmita, los personajes invocados contarán sus cuentos al son de una oscura vorágine… será como quien suelta sus peces más traslucidos en tanto más se acercan a la luz…

4.- Jatz pica piedra en la estridencia donde se había estacado junto al toro en su tedio aquel calidoscopio esparcido en su ruptura. Romper todos los tapones y jugar como Macbeth esgrime la espada salpicada de vapores nigromantes. Se pasea por los  jardines invisibles, los atiza y estos revientan en escamas. Parecen hojas virtuales sopladas en silencioso divertimento que al tic tac le da forma a una fauna errante que hoy sale de las sombras.

5.- LV, o lo que es lo mismo: levitar en un velero por un río griego que lleva su nombre. Llora la mujer de a lado, llora el hombre abajo al centro, llora otra mujer sus milenarias penas, llora una más, una lágrima que busca su luz y su santuario. Da vuelta a la rueda de la fortuna perdida. Cuerda a las analectas primitivas, cuerda a la esperanza y la poesía que muere de tristeza y pisotón, cuerda al bostezo de Dios. Obrera de puentes amarillos, un rio lleva el agua infinita a tus manos de incienso.

6.- ¿De qué fruto prohibido ha comido Terror? ¿De qué reino viene con sus ofrendas de huesos esculpidos con el cincel del tiempo y sus virajes instantáneos de la memoria? ¿Son mujeres que establecen un diálogo hermeútico mientras se petrifican a la vista de los extraños? ¿Crecen las plantas de misterios a punto de reventar bajo la atmosfera de qué país remoto? ¿Flotan los gusanos de seda de los ovoides que en tiritas comparten una suficiente ansiedad? ¿Es aquella terribilia lezamiana donde acaricias la teoría rosa de las muñecas?

7.- Waffloide ha perforado el ánfora que contenía el combustible del imago. Sus improntas develan superficies que recuerdan al mono cilindrero del bobo de Toledo. Sansueña no es, sin embargo, el trono desde donde se miran los esclavos. El “árbol de palabras” argumentó sin ninguna coincidencia que sus bestiarios sería el producto de un molino chino de oraciones. El prestidigitador Waffloide sube a los espectadores a la nueva nave de los argonautas. Nunca los volveremos a ver iguales.

8.- Rosenda, Rosenda, Rosenda, debajo de ti está Wilde, Rosenda ¿Deshoja la pintora esa lámpara para alumbrar un pueblo y su miseria? La ruta por donde transitan los ojos están llenos de alfileres para la conciencia. Hierve la floresta. La neblina solo deja entrever el páramo. No hay nadie aquí, salvo Wilde y sus tres ojos. Y en suma serán bastión, quizás de élitros oculares para golpear el aire. ¿Alguien resucitará de entre el ripio? Tendremos que esperar un siglo. Mientras tanto el fin se acerca a la velocidad crucero de la calma.

9.- Garuz enfrenta los rostros de personajes de hombres y mujeres estupefactos. Los colores corren como ríos de lava, se dispersan como una flor que revienta hacia dentro. El silencio se escucha como una canción de cuna a mitad de la noche. Los colores se detienen. Hace un minuto han implosionado. Ahora son cómplices. Algunos personajes se aíslan. Aparecen sutiles, surgiendo siempre, preparados inmóviles para el rapto que significa verle a los ojos al espectador.

10.- Rodrigo Méndez apunta: “Yo pinto el desnudo no para imitar a la naturaleza, ni para acercarme lo más posible a ella. Utilizo el desnudo como inspiración para hacer pintura desnuda. Porque toda esa libertad que he ganado con toda esta gimnasia dibujística de años, pintura, -libertad y técnica, color y diseño- se concentra de repente en una forma desnuda. Y cada desnudo le da otra vibración, otras asociación emocional, y esto conduce a una pintura que es diferente en color y forma”. Amén.

NOTA: Expo colectiva en Dimitrova Gallery, Jacarandas 119. San Felipe del Agua, Oaxaca.

*Periodista cultural.

edgarsaavedra@outlook.com

 

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