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Sergio Hernán PALACIOS*

Si en alguna ocasión te han preguntado ¿cómo marcha el negocio? O ¿cómo va todo en la empresa? Quizá al analizar la respuesta hayas terminado preguntándote también: ¿Me entrego a una empresa o desarrollo un negocio? ¿Qué es uno y qué es otra? ¿Son una y la misma cosa? Vayamos por partes. Podemos entender un negocio como aquella actividad que nos mantiene ocupados y que es desarrollada para la obtención de beneficios, una manera de ganar dinero a través de la venta de alguna mercancía, producto o por proporcionar algún servicio.

Entonces tenemos que giros comerciales como la tienda de la esquina y la panadería, de manufactura como la sastrería y la imprenta, proveedores de servicios como un taller mecánico; los de distribución de productos como la venta por catálogo o la tienda online y los que brindan servicios de asesoría profesional, como el despacho legal o el despacho contable; entre muchos otros, son claros ejemplos de negocios, pues en la realización de estas actividades se persigue la obtención de un beneficio económico.

Una empresa es una entidad, un grupo de personas organizadas con objetivos comunes en la búsqueda de beneficios económicos. Hagamos una pausa aquí porque suena a que ya hablamos de esto ¿verdad? ¿Quiere esto decir que una empresa es un negocio? Así es, toda empresa es un negocio cuando se cumple con la noción esencial de la definición de negocio: La existencia de una actividad para la consecución de logros que nos otorguen un lucro o beneficio económico. Dicho lo anterior tenemos entonces que una empresa es un negocio y un negocio es una empresa ¿cierto? ¡Falso! O mejor dicho, esto es inexacto; si bien es cierto que los negocios son la actividad que da pie a la generación de una empresa, es decir, el origen de una empresa siempre será un negocio; no todos los negocios son por sí mismos una empresa.

La diferenciación se hace más fácil al tomar en cuenta dos factores elementales, el primero tiene que ver con el establecimiento de los objetivos para la obtención de beneficios, pues en el caso del negocio los beneficios se persiguen en el corto plazo y en las empresas generalmente se obtendrán en el largo plazo. El segundo factor combina el rol del dueño y la estructura mediante la que funciona; en el negocio el dueño es el operador principal de la actividad de la que se obtienen los beneficios y en una empresa el dueño funge como orquestador de los elementos y actividades que llevaran a la obtención de los resultados mediante la dirección, delegación y supervisión de estas, es decir, no se encarga personalmente de la realización de las actividades productivas pero es el responsable del control de ellas.

Llegamos así a ver con más claridad que las empresas tienen su origen en los negocios pues estos últimos son la razón de ser y existencia de las empresas; en realidad están estrechamente relacionados y de hecho se complementan entre sí y no pueden existir los unos sin las otras. Como consecuencia, si a un negocio se le otorga un plan y una estructura, e implementamos procesos, una estrategia comercial, controles y las condiciones de cumplimiento normativo legal y fiscal, terminará por convertirse en una empresa. Bajo esta noción no será una mala idea el gestionar nuestros pequeños negocios de la misma forma que una gran empresa, con el apoyo y la asesoría de un consultor organizacional.

 

*Psicólogo Organizacional, especialista en capacitación; comprometido con el desarrollo humano y de competencias en las personas. Forma parte de Ramírez Luna Corporativo.

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