Arturo DIEZ*
LEÓN, GTO.- La percepción que tenemos de las cosas que nos rodean o que nos pasan están filtradas por cómo nos sentimos. Incluso, un mismo recuerdo, según nuestro sentir, puede pasar de ser algo lúgubre y funesto, a un instante grácil y áureo al que quisiéramos volver. El poemario De naturaleza amarga, del poeta Aleqs Garrigóz (Puerto Vallarta, 1986) se insertaría en la construcción de una naturaleza que está inoculada por una subjetividad dolida y angustiada, pero que, en el arte, aunque no halle la cura; sobrevive, canta.
Los versos del libro establecen un diálogo claro con el romanticismo, de ahí que el primer poema se llame “Soliloquio de un poeta romántico”, que a su vez puede leerse a manera de prólogo. Después están dos apartados: “Muro de espejos” y “Naturaleza amarga”. Los poemas del primer momento parecen diferentes reflejos de un “yo que enuncia”, una voz enferma, triste, que evoca esos deseos persistentes e inalcanzables, un corazón que hasta en los sueños es un niño enfermo que no para de toser; la juventud como una carencia o duda constante; el sufrimiento que hace sentir a ese yo, empatía con una columna rota en medio de un barbecho. La sensación de estar solo “como gaviota herida que la bandada deja atrás”.
Del segundo momento, destaco la capacidad del poeta para recrear paisajes y la evocación de escenarios en la naturaleza. Los desiertos, campos, mares y montañas que perfila, están cargados de pinceladas amargas. Lo que entretejen los versos sigue siendo una voz melancólica, aunque encuentra ciertos destellos de esperanza en el arte y la literatura. La poesía podría ser la salvación o el refugio del poeta, pero el poemario no cae en esa voz gentil de salvación. Tampoco el amor lo hará, pues este aparece como una mina que podría reventarlo todo. La naturaleza que me parece tiene más peso en este segundo momento, es la marina. No representa un mar pacífico o soleado, sino uno melancólico y destructor.
De naturaleza amarga también puede leerse como una invitación a preocuparnos por el hoy. La vida se resume a esta eternidad que transcurre sin cesar. Hay una angustia por el cuidado del hoy que ya el mañana aparece como algo imposible y atroz. Cuestionar la existencia es un ejercicio de libertad y, al mismo tiempo, una primera sensación de orfandad, de sensación de peligro.
A manera de epílogo, el poemario cierra con “reconciliación”. Me pregunto si aquí el yo que se enuncia en los poemas, consciente del alambrado de fatalidad en que ha cercado al lector, busca establecer o proponer una tregua. O si se la propone a sí misma. Aunque el poema pareciera proponer un cese al sufrimiento, me parece que esa proposición queda a medias o muy tenue frente a los versos dolidos que ya se han recorrido. El sabor que queda sigue siendo amargo y, sin embargo, placentero para la lectura.
Aleqs Garrigóz, De naturaleza amarga, Universidad de Guanajuato, México, 2021.
*Nací y crecí en Xalapa. Estudié ciencias de la comunicación en la UNAM y en mi tiempo libre me aficiona leer para vivir otras vidas, así como escribir para contar algo de la mía.
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