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CUANDO LA VOZ TOCÓ EL PAPEL

El primer registro sonoro de la humanidad no fue para ser escuchado, sino para ser leído

✍ Por Mariana Navarro
Periodista cultural y escritora. Especialista en ética aplicada y tecnologías con enfoque humano.

En abril de 1860, una voz humana fue capturada por primera vez.
No en un disco.
No en una cinta.
Ni siquiera para ser reproducida.
Fue capturada para ser vista, como si el sonido pudiera escribirse. Y lo hizo. Sobre una delgada hoja cubierta de hollín, con la precisión de un instrumento frágil, visionario y artesanal.

Aquel día, un inventor francés llamado Édouard-Léon Scott de Martinville trazó la silueta vibrante de una voz que entonaba “Au clair de la lune”. Y sin saberlo, le dio a la humanidad su primer registro sonoro.

EL PHONAUTOGRAPHE: ESCRIBIR EL SONIDO SIN OÍRLO

El dispositivo se llamó Phonautographe —literalmente “escritor de sonido”—, y fue creado con fines científicos. Scott, tipógrafo de oficio y autodidacta de corazón, estaba fascinado por la anatomía del oído. No buscaba el espectáculo, ni la fama, ni un nuevo medio de entretenimiento.
Lo que quería era entender.

Su invento consistía en una membrana que actuaba como tímpano, conectada a una cerda que dibujaba las vibraciones del aire sobre una superficie ennegrecida por hollín. Las voces quedaban registradas como una suerte de caligrafía invisible: un sonido congelado en forma de línea.

Durante décadas, esos registros se consideraron inservibles. Nadie podía oírlos. Pero en 2008, científicos de la Universidad de Berkeley lograron digitalizar esas líneas y convertirlas nuevamente en ondas audibles.
Y entonces ocurrió lo impensable: por primera vez en la historia, escuchamos una voz humana grabada… 148 años después de haber sido emitida.

ANTES DE EDISON, FUE SCOTT

Muchos aprendimos que Thomas Edison inventó el fonógrafo en 1877. Pero la voz más antigua que ha llegado hasta nosotros no fue suya. Ni siquiera fue pensada para ser escuchada. Fue la de León Scott o, según algunas hipótesis, la de su hija.

Una voz que, sin saberlo, atravesó dos siglos.
Una voz que no buscó la eternidad, pero la encontró.

CUANDO LA TECNOLOGÍA HONRA LA MEMORIA

En un tiempo como el nuestro, donde miles de voces se reproducen y replican por minuto —muchas veces artificiales, muchas veces desechables—, esta grabación antigua nos confronta con preguntas urgentes.

¿Dónde queda el valor de la voz humana cuando la inteligencia artificial puede imitarla todo el tiempo?
¿Qué huellas dejamos hoy en el aire?
¿Y cuántas de ellas merecen ser escuchadas dentro de cien años?

En pleno 2025, donde la inteligencia artificial puede clonar voces en segundos, esta historia nos invita a cuestionar: ¿qué valor tiene hoy una voz auténtica? En México —país donde la oralidad es parte del tejido comunitario, desde los pregones hasta los relatos familiares—, perder el vínculo con las voces reales es también perder identidad.

La saturación de sonidos digitales, la dependencia de asistentes artificiales, la poca regulación ética en la clonación vocal, son síntomas de una urgencia cultural: recuperar la intención, la huella y el silencio entre palabras verdaderas.

León Scott no grabó para tener likes. No buscó reproducirse. Grabó para comprender.
Y acaso eso sea lo más revolucionario de todo.

CONCLUYENDO
Del hollín al código: el tatarabuelo de Audacity

Escuchar esa restauración de 1860 es una experiencia íntima. Un eco frágil, casi fantasmagórico, pero profundamente humano.
Como si el tiempo se abriera en un susurro.

La voz canta solo unos segundos. No hay perfección, no hay pretensión.
Hay humanidad.
Y en estos días, eso basta para conmover.

Y quizá lo más maravilloso es esto:
Que aquel trazo oscuro sobre papel —esa primera onda sonora dibujada por la mano de Scott— es, en cierta forma, el tatarabuelo de nuestras plataformas digitales.
De nuestras grabadoras móviles.
Y sí, también de Audacity, esa ventana donde hoy seguimos viendo la voz convertida en forma, ritmo y vibración.

La diferencia es técnica, pero la intención es la misma:
Capturar lo invisible.
Y darle una forma legible al eco humano.

Porque toda tecnología que escucha con respeto, también custodia.
Y toda voz que se registra con sentido, guarda algo más que sonido:
guarda una historia común .
Esperemos que la voz de los mexicanos sea escuchada entendida y aclarada .

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