Claudia SAGREDO*
¿Se han preguntado qué pasa con aquellas piezas que se rompen o se rasgan en los museos? ¿Cuántos presos artísticos habrá por haber cometido el crimen de “accidentalmente” arruinar una pieza invaluable? ¿La socialité artistica podrá perdonarlos alguna vez sobre el exabrupto a la historia del arte? En realidad, lo que sucede cuando un visitante tropieza, rompe o lastima una pieza es un gran misterio ya que depende de si hubo alevosía y ventaja y qué pieza es… El chisme va que las piezas cuentan con un seguro, como un seguro de vida que “protege” a sus dueños de lo que le pueda pasar a una pieza, es decir, se indemniza al dueño durante un préstamo a otro museo, durante un traslado o durante una guerra y ello aplica por daño o destrucción de una pieza pero… nadie quiere emplear este seguro ya que implicaría que la pieza ha sido dañada o destruida y que su paso dentro de la historia de la humanidad artística ha sido trágicamente coartado. Pero pasa, es como unos bloopers nada graciosos en el mundo del arte, en donde un despistado tropieza con un gran David de Miguel Ángel y éste cae estrepitosamente y se quiebra, sí, el dueño que en este caso sería la Galleria dell’Accademia en Florencia cobraría un suntuoso cheque por la pieza pero eso significaría que nadie más podría sorprenderse con sus 5,17 metros de altura y 5,5 toneladas de peso.
Ahora no todas las piezas pueden valer lo que vale un David, es decir, hay diferentes valuaciones con base en las características de la pieza: En qué periodo fue pintada, quién fue el artista, qué técnica se empleó, qué corriente artístca es, en qué espacios ha estado hasta cuántas versiones de la misma pieza existen. Como por ejemplo, “La recámara” de Van Gogh que existen 3 piezas realizadas por el artista y que ahora viven en diferentes partes del mundo, una vive en el Musee Orsay en París, otra vive en el Van Gogh Museum en Amsterdam y la última en el Art Institute de Chicago.
También el mercado marca su valor, si no hay coleccionistas que quieran a un artista su obra tiene un menor valor que aquella que tiene mayor número de compradores. Este mundo cultural también esta regido por reglas capitalistas en donde existe la oferta y demanda que es influenciada por diferentes estrategias de ventas, marketing o impulsos de compra, en la actualidad hasta los influencers intervienen en el valor del mercado de una obra, si no, ¿por qué tanto blogger en la última edición de Zona Maco? .
Con la anterior premisa, partiremos de que a todos nos gusta un poco el drama… seguro lo que más recuerdas de Van Gogh es que se cortó la oreja y de Yayoi Kusama es que esta en un hospital psiquiátrico. Pues hoy te tengo un chisme de última hora, calientito… salido del horno como dicen.
La BBC publicó en pasados días que una mujer había roto una “icónica” escultura de Jeff Koons por accidente con un valor de miles de dólares en una de las ferias de arte del pasado mes de febrero Art Wynwood. Con dos historias paralelas una en la que exponía que la mujer tocó la pieza y se cayó, y una segunda en donde afirman que la mujer pateó el pedestal que la sostenía y que ahora el mundo se perdería de una de las piezas más icónicas del artista. Ahora es importante comentar que esta pieza no era el gran Dog Balloon que todos conocemos y queremos – sí, con el paso del tiempo ya me gusta Koons- Si no, una pieza de menor tamaño que nuestro querido artista ha realizado en serie debido a la demanda de la misma, la pieza valía 42,000 USD y es tan popular que puedes encontrar “parecidas” en Amazon por un costo de menos de los $1,000 pesos . Lo que sí podemos decir es que este gran escándalo hizo que otras obras de Dog Balloon llegarán arriba de los $58,5 millones de dólares y esto podría ir en aumento.
Así que, he aquí el dilema ¿Tu romperías una pieza como un ardid publicitario para incrementar su costo? Y si es así, ¿Cómo la repondrías?, ¿Sólo son las piezas contemporáneas las que pueden emplear estas estrategias de publicidad?
*Mercadóloga y gestora cultural enfocada en autogestión de recursos y relaciones públicas.