Claudia SAGREDO*
Partamos que el arte es parte de la identidad de una cultura, sociedad o país, que su paso inherente por la tierra debe de conservarse a toda costa y que al paso de los años funge como una credencial de identificación de una sociedad en un espacio y tiempo determinado. Perderlo sería similar a perder tu nombre… desaparecer el mapa y convertirte en un supuesto. Básicamente NUNCA haber existido…
Así que hablemos de cuál fue el papel de los soldados del arte en las guerras mundiales, bueno, no sólo en ellas. Cualquier conflicto bélico dentro y/o entre países tiene este factor de ¿qué se hará para proteger el patrimonio cultural de este espacio y tiempo? Ya que dentro de un ataque armamentista se busca -en mi parecer- destruir a ese país/lugar y ello, en consecuencia, resulta en la destrucción del patrimonio artístico, no sólo del país, sino de la humanidad. Recordemos la destrucción de la Biblioteca de Alejandría por un conflicto entre hermanos sobre la sucesión de un trono. Por ello, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), fundada en 1945, crea un manual militar para la protección de bienes culturales durante un conflicto bélico.
Recordemos, posterior a la Segunda Guerra Mundial, se contó con un pelotón formado por directores de museos, curadores e investigadores que se dedicaron a catalogar e inventariar miles de piezas de valor artístico incalculable para poder restituirlas en los museos y familias de las que fueron sustraídas por los nazis. ¿El motivo? Recordemos que Hitler tenía la intención de montar un museo, el más grande museo en su ciudad natal Linz, Austria; por ello al paso de la ocupación nazi también museos y familias eran despojadas de sus bienes culturales con el fin de contar con un acervo inigualable en el momento de erigir el Museo del l Führer. Por ello, existen las leyendas de los trenes que cargaban piezas como la Mona Lisa que cambió alrededor de 5 veces de locación o el Hermitage Museum que sustrajo más de 1,000,000 de piezas para evitar que cayeran en las manos de los nazis, actualmente este museo tiene alrededor de 3,000,000 de piezas distribuidas en 400 salas de exhibición.
El despojo cultural de la Segunda Guerra Mundial se prevé tal que cuando capturaron a Hermann Göring, uno de los comandantes más prominentes del régimen nazi se calcula que tenía en sus manos una colección de igual proporciones de la Galería Nacional en Washington. Por ello, y bajo la presión del ámbito cultural se crea un pelotón formado por los estudiosos del arte, quienes por meses debajo de una mina de sal en donde su finalidad era catalogar, restaurar y restablecer a sus galerías, museos o coleccionistas las piezas de arte sustraídas durante la guerra.
Posterior a la Segunda Guerra Mundial, la UNESCO nos prevé de un manual en donde nos indica qué hacer en caso de riesgo cultural y este no sólo aplica a los países que entran en conflicto, de alguna manera exhorta a todos los países a conservar el patrimonio cultural de una nación sea la propia o no, aunque esto signifique en varias ocasiones que otros países retengan piezas de arte por motivo de “conservación” y salvaguarda de la misma pieza, pero esa es otra historia.
De los hallazgos más relevantes fue la restitución al Campo Santo de Italia en donde se pudieron catalogar y entregar más de seis mil objetos que se encontraban en un castillo en Alemania. Sin duda la finalidad de este pelotón era restituir las piezas a sus coleccionistas o galerías y la forma “más sencilla” de hacerlo era mediante cada uno de los países, lo cual, no resultó tan transparente ya que hay historias en donde los países prefirieron entregar las piezas a los museos, por el valor artístico y cultural y para la observancia de sus habitantes que, a sus dueños los coleccionistas privados y ello se ha vuelto todo un litigio a lo largo de más de 70 años para familias que buscan la restitución de sus bienes que les fueron arrebatados durante el conflicto bélico nazi.
Y tú, ¿Qué pieza has visto en un museo que sobrevivió una guerra?
*Mercadóloga y gestora cultural enfocada en autogestión de recursos y relaciones públicas.