Claudia SAGREDO*
No está de más decir que este artículo no será tan guapo, es un poco más crítico y turbio o más bien…tomatoso. Demos inicio con un debate sobre los performances en el arte, para entrar en contexto, ¿qué es un performance? Este acto artístico es una disciplina creada por un artista en vivo o documentada, presentada a un público dentro de un contexto específico. Por ejemplo, ¿todos ubicamos a Kusama? Esta artista japonesa que está obsesionada con los patrones y varios fuimos víctimas de sus piezas dentro del Museo Tamayo hace algunos años, ¿recuerdan el infinity mirror? Pues hay un performance de ella dentro del mismo y también, ella, reconoce que sus piezas cambian, ya que su función es interactuar con el visitante y su contexto histórico social, por ello, cada vez que se presentan son distintas.
De acuerdo, entendiendo el performance entremos en materia. En los últimos meses, el mundo del arte se ha enfrentado a “protestas” que en algún momento se presumieron como performances en donde han incluido pastelazos, pegamento y hasta una sopa de tomate. ¿De dónde viene esto? Del cambio climático, cierto, dirás, ¿qué tiene qué ver el cambio climático con una Monalisa con ganas de un betún en su haber? Pues partimos desde la premisa que los ambientalistas de Just Stop Oli y Extinction Rebellion argumentan que el costo de mantenimiento de las piezas artísticas es tan elevado que con ello pudiesen combatir otras problemáticas sociales: la hambruna y el cambio climático. Y que esto es un llamado a la sociedad de que debemos de pensar en la tierra antes que en el arte.
Ahora, ¿qué piezas han sido “intervenidas” por estos activistas: Monalisa… ¿su valor? Se presume que es el 3% del PIB de Francia (PIB 2022: $2,603 billones) a esta pieza que está protegida y custodiada más que tu joya preferida fue atacada por un hombre disfrazado de mujer que se coló en la primera fila, ya que iba en silla de ruedas y le aventó un pastel, el cual se estrelló contra el pequeño vidrio antibalas que protege a esta pieza desde su retorno al Louvre. Pablo Picasso “Masacre en Corea”, no hay un dato aproximado de la pieza o al menos no uno que sea público, el único dato que logré rastrear que es público que cuando se exhibió en conjunto con 110 obras más, el costo del seguro era de 900 billones de won. Y la última cena de Leonardo Da Vinci a la cual se pegaron más de 3 personas al marco de la pieza, una pieza que está valuada en un precio estimado de $50,000,000 de dólares. Esto no es casualidad, las piezas son icónicas dentro de sus colecciones, son importantes y el atentado en su contra es sin duda una buena estrategia para llamar la atención. Y el último fue, un Vang Gogh, “los girasoles” en el cual dos activistas lanzaron salsa de tomate a la pieza y se pegaron al muro que detenía la pieza en cuestión.
Ahora, ¿qué pasa con los atentados a las piezas? Pues en teoría lo que ha ocurrido hasta ahora no daña -afortunadamente- a las piezas, ya que, todas tenían protección y/o no fue directamente sobre el lienzo, pero ¿recordarán el artículo de los atentados a piezas de arte?, ha habido en su historia hasta puñaladas a piezas ¿recuerdan nuestro adorado Rembrandt del Rijksmuseum que fue apuñalado 7 veces? Estoy segura que esto se puede escalar muy rápidamente, que cada acción subirá el tono en protesta al arte que en todo momento busca expresar lo que vive una sociedad en un momento histórico, para mí, el arte es rebelde, el arte trasgrede y te hace replantearte posturas, corrientes y personajes. Así que, ¿tú estarías en su contra o lo sumarías como tu aliado en esta búsqueda de concientización social.
Ahora, los dejo con lo siguiente… ¿se fijaron de qué marca era la sopa? Me recuerda a una propuesta artística más reciente que fue marcada por la liberación del consumismo y la idea de que el “arte vende” ¿recuerdan a Warhol? Tal vez, esto podría verse como un diálogo indirecto entre una corriente y otra, una lucha de supervivencia o trascendencia.
*Mercadóloga y gestora cultural enfocada en autogestión de recursos y relaciones públicas