Claudia SAGREDO*

Hablemos claro, todos los individuos estamos expuestos a la publicidad, desde que abrimos nuestros ojos por la mañana somos objetos de impacto publicitario, desde tu fondo de pantalla hasta lo que oye Google que te gusta, te preocupa o te aqueja.

Siendo así, todos aquellas marcas o instituciones que ofrecen un producto o servicio deben de recurrir a las estrategias de marketing que están vigentes antes, durante y después de una campaña. Ahora, recordemos que los museos también son instituciones que ofrecen un servicio, la cultura, y que este servicio debe de competir con otras ofertas que tienes como consumidor al momento de la decisión de compra. ¿Recuerdan que habíamos hecho una comparación de que la oferta cultural va de la mano con la del entretenimiento? Así que tu decisión de ir a un museo se compara con la de la entrada al cine. Diciendo esto, ¿qué marca no ha pecado de “maquillar” los atributos de su producto o servicio? ¡Que lance la primera piedra!

Y todo indica que esta “mala praxis” se ha mudado a estos recintos de disfrute visual y generadores de conocimiento o en este caso, discusiones acaloradas en Twitter en donde una muestra “promete” más de lo que es, como tu ex los dos primeros meses de la relación. Ahora, ¿cómo juzgar un recinto que lo que busca es contar con una mayor afluencia y justificar la inversión realizada en el movimiento de obra? Lo cual no sólo genera gastos económicos, sino un impacto ambiental considerable… pero de eso hablaremos en otro artículo.

Entonces, desde hace más de un par de años se ha juzgado reprochado a más de un recinto cultural por “publicidad engañosa”, esto va desde que anuncian una exposición de un solo artista omitiendo la parte de que es SÓLO UNA PIEZA de ese artista. En donde tu pasas horas y horas en una fila que parece nunca tener fin para sólo “apreciar” la pieza entre empujones y custodios gritando por favor continúe el recorrido. ¿Eso es lo que queremos de nuestras instituciones culturales? El metro balderas a las 19:00 hrs, ésa es la experiencia que se otorga a los visitantes que desencadenan videos virales en las plataformas digitales de que lo que promueves como museo es FALSO, que el tiempo invertido no es redituable a la experiencia y/o a las piezas. Entonces ¿Los museos deberían de optar por una publicidad “más transparente”? Anuncios como ¡Ven a ver el único óleo impresionista! O tal vez, ¿mejorar su costumer journey? Que veas una sola pieza pero que la veas con la importancia que se merece, que te tomes el tiempo para apreciarla, valorarla y hasta criticarla.

Seamos sinceros, los asiduos a museos muchas veces vamos a estos recintos por una sola pieza, en mi caso yo sólo fui a la Neue Galerie por The Woman in Gold de Gustav Klimt, eso sí, me senté a observarla por 45 minutos, pero si mi experiencia hubiera sido un atropello de personas sacando celulares para la “selfie soñada” o de custodios gritándome al oído que me mueva porque más gente está esperando entrar, mi experiencia hubiera resultado en una queja de varias páginas hacía el museo.

Así que, creo que las “artimañas” publicitarias que logran que ciertas exposiciones se vuelvan virales son una herramienta actual para que los museos aprovechen este público y puedan mostrarles el maravilloso mundo que tienen en sus recintos. OJO no digo que generar una experiencia de servicio sea lo más sencillo, sólo apunto a que si ya tienen el mercado aprovéchenlo… A mí me gustaría conocer más acerca del recinto mientras hago mi fila de tres horas y luego, tal vez pueda criticar que sólo fue 1 o 2 o 3 piezas de esos artistas famosos e internacionales pero que descubrí nuevas propuestas durante mi visita y de ahí podría generarse un cliente asiduo a los museos y todo gracias a una “publicidad engañosa” o a un “ardid publicitario”.

 

* Mercadóloga y gestora cultural enfocada en autogestión de recursos y relaciones públicas

 

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