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Alexandra MARTINEZ DE AGUILAR*

Citando la frase clásica “como digo una cosa, digo otra”, expresada por la Chimoltrufia, hacemos la analogía del actuar del Presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, con dicho personaje, porque a mediados del mes pasado, descalificó la carta en la que solicita la autorización y responsabilidad de los padres de familia de los estudiantes para asistir a la escuela, uno de los puntos del Protocolo del regreso a clases emitido por la Secretaria de Educación Pública (SEP).
“Acerca de la carta, pues no es obligatoria; si van los niños a la escuela y no llevan la carta, no le hace”, dijo. “Es que nosotros aquí tenemos todavía que enfrentar esta concepción burocrática, autoritaria, que se heredó del periodo neoliberal. Entonces, ustedes creen que yo tuve que ver con la carta. Pues no. Fue una decisión abajo”.
La desacreditación de dicha misiva, continúa dando la lectura que nuestro Presidente es muy reactivo a la crítica que afecte su imagen y que, queriendo minimizar los señalamientos hechos hacia la misma, generalmente busca a quién endosarle la factura.
Con esta acción, López Obrador no sólo descalificó a Delfina Gómez y a todo el equipo detrás de ella, sino también creó confusión entre autoridades, directivos, maestros, alumnos (desde jardín de niños hasta instituciones de educación superior) y padres de familia, al decirles que hicieran lo que quisieran, pero que envíen a sus hijos a la escuela, aunque ello no es obligatorio.
“Si me hubiesen consultado -reiteró lavándose las manos- hubiese dicho no, somos libres, prohibido prohibir”, expresó ese mismo día.
Como mandatario, debe establecer los lineamientos para la seguridad de sus gobernados contra la COVID-19 y no contradecir lo que su propio equipo de trabajo realiza y dejar que cada quien haga uso de su libre albedrío cayendo en la irresponsabilidad bajo la premisa que los medios y sus adversarios buscan crear una campaña de miedo con respecto al regreso a clases presenciales e insistir en que no hay riesgos para los menores.
Como era lógico, diversas figuras públicas, como los ex secretarios de salud Julio Frenk, Mercedes Juan, José Narro, Salomón Chertorivski y José Ángel Córdova, han salido a decir que no hay condiciones para el regreso a clases, pues se carece de una buena estrategia y de protocolos para ello, así como han criticado que el gobierno le pase la estafeta de la responsabilidad a los padres de familia.
Asimismo, una encuesta realizada por El Financiero Bloomberg, en la segunda semana de agosto, arroja que el 58 por ciento de los padres de familia está en desacuerdo con el regreso a clases, el 40 por ciento está a favor y el 2 por ciento dijo no saber al respecto. Estos datos duros nos indican que el rechazo no obedece a que la educación no sea significativa para las familias mexicanas o que los maestros no estén comprometidos con sus pupilos, sino a la falta de confianza para que se garanticen las condiciones mínimas de seguridad en las escuelas.
En medio del caos sobre el regreso a clases, el actuar del Presidente ha dejado en claro su cambio de decisiones y contradicciones; que continúa haciendo evidente que le cuesta mucho delegar; que sigue generando rupturas internas en sus colaboradores; y cree que bajo la visión de descalificar, se puede gobernar un país.
La confusión, al no existir reglas claras sobre el regreso a clases presenciales, al igual que la pandemia, va en aumento, y los padres de familia no entienden la lógica de este suceso.

*Licenciada en Ciencias Políticas interesada en seguir aprendiendo constantemente y ser mejor persona.

 

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