Compartir

Para Gabriel, durmiendo el sueño de la muerte. 

Edgar SAAVEDRA* 

En el arte no se puede mentir, dijo Chéjov. El espectador puede ser alguien avezado o un idiota, pero lo que hay frente a él, está revelado. Para medirlo es suficiente con ser humano, cierto, otro cacharro deficiente, aunque con la capacidad inherente de degustarse un plato exquisito de subjetividad. La exposición que tiene como título una línea del poeta Alí Chumacero, Como ardiente mirada que perturba, ofrece mil y una posibilidad de mirar, reflexionar, criticar, envidiar, retroalimentarse, elogiar, identificarse, generar perplejos, etcétera, todo menos quedar como indiferente y dedicarse tan solo a comer bocadillos y beber, pues en ese caso sería un espectador de la segunda acepción. Aquí, en esta sala, se abre ante nosotros un telón de nocturna rosa, «la rosa que abre los parpados, la rosa vigilante, desvelada / la negra rosa de carbón diamante que silenciosa horada las tinieblas». Así es, porque si una obra de arte no arroja un poco de luz en las tinieblas de la vida, cualquier forma o color es inútil, golpes al aire, maldita maniobra… será como hallarse en un pozo seco, profundo, demencial.  

«Como ardiente mirada que perturba» reúne a nueve autores vinculados a Dimitrova Gallery que, en provecho de esta alianza con Taller Popular y bajo la luz tutelar del artista Ricardo Sanabria, han tenido el privilegio de encarar este reto no menor de ser ellos mismos, es decir, mostrar su más íntima esencia a través de una propuesta artística; develar, yendo más profundo, un fragmento de su capacidad espiritual y de oficio. Si uno es lo que come, también uno es lo que pinta, a menos que pertenezca al club de la servidumbre voluntaria de un mercado del arte pervertido por el dinero, el trapo sucio de las marchantas con fragancia a Miu Miu.  

Ricardo Sanabria es autor de un proyecto artístico monumental. Ha recorrido un sinfín de escenarios en el mundo del arte, experimentado con la mayoría de las técnicas gráficas y pictóricas del ámbito. Sus argumentos exploran desde los sentimientos de sombra fugaz que somos –que diga lo contrario un inmortal– hasta los elementos geológicos como pretextos temáticos, pasando por una retórica visual inspirada en la lectura capital de la Biblia que, por cierto, veremos hacia finales del año en su exposición individual «Éxodo» en Dimitrova Gallery.   

¿Y quiénes le dan cuerpo y alma a la colectiva que hoy nos ocupa? Aquí sus nombres: Carlos Fuentes, Wen Castro, Martín Dimitrova, Roque Reyes, LV (Lariza Vazquez), Dasha Prudnikova, Vladimir Palomec, Pablo Robles y Rubén Arellan. En este carrusel no hay tema principal, se corre por los rieles de la libertad y el coraje de atarse a los mástiles de un barco que circunnavega por alegorías, paisajes, abstracciones, autorretratos, atmosferas musicales o la tempestividad metafórica de la lidia.  

Visto el proceso desde el inicio de este significativo conjunto de creadores, ahora vasta esperar qué dice el aguarrás del tiempo. Ese tiempo, su suerte, la flecha en el blanco y aquellos devenires agregados o ineludibles, que por ahora se transforman en la satisfacción de volar con propias alas, aunque bajo la complicidad de un aire compartido. Si el arte no miente, las miradas tampoco. Hoy se ha prendido un fuego. 


 

*Periodista cultural. edgarsaavedra@outlook.com 

Compartir