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  • No al reciclaje de funcionarios, queremos servidores públicos de izquierda verdadera, con ideología social y humanista, con trayectoria en la lucha social y la agenda feminista.
  • Que no se crea que la política del progreso no tiene nada que ver con el género, que Claudia no es únicamente la sucesora del ícono de la transformación y la izquierda de México.

Nora VILLEGAS*

CDMX.- El pasado 6 de septiembre se realizó el proceso interno para elegir a la coordinadora de los Comités de defensa de la Cuarta Transformación y resultó electa la doctora Claudia Sheinbaum Pardo, quien a su vez será la precandidata y candidata presidencial del Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA) y muy posiblemente, la virtual presidenta de México.

Sin lugar a dudas, llenar la silla que deja Andrés Manuel López Obrador es ya de por sí un reto interesante; el retiro de la política y la ausencia de tan importante personaje deja una muy difícil tarea tanto hacia dentro del movimiento político que encabezó durante los 20 años de mayor actividad política de su vida, como frente a una oposición que se ha plantado cerca del estribo del “golpe de estado”.

Con el bastón de mando, Sheinbaum recibió la encomienda de continuar con el proyecto de nación que dejó casi recién nacido el presidente López Obrador, además cargará en su espalda la responsabilidad de unificar al partido y sobre todo, de fortalecer el Humanismo Mexicano, que es el modelo de transformación basado en la política de “por el bien de todos, primero los pobres”, fomentando el progreso con justicia, distribuyendo la riqueza de forma equitativa a través de los programas del Bienestar y todas esas hermosas promesas que a seis años de gobierno de AMLO, siguen, casi todas, en el tintero del discurso.

Sin embargo, hay una responsabilidad mucho más profunda que no hay que olvidar y es que, como primera presidenta mujer en México, formada en las filas de la izquierda real y recalcitrante, pionera de un movimiento histórico que ha sido el espejo de muchos movimientos sociales en América Latina, Claudia deberá plantear una agenda propia de la primera presidenta mujer en México y pasar del reciclaje de funcionarios que fingen tener ideología, pero que más bien “ya se la saben”, a verdaderos cambios estructurales hacia dentro de las Instituciones mexicanas, porque de no ser así, MORENA corre el riesgo de ver entrar y salir de Palacio Nacional a una mujer sin pena, ni gloria.

Desde la década de los 90, los pueblos de América Latina han decidido votar por las fracciones de izquierda, es decir, por gobiernos progresistas, con ideologías sociales y humanistas que impulsen la justicia y la igualdad, y que recuperen los recursos naturales entregados a economías mordaces. Esto no debido a una coincidencia, sino a una necesidad de continuar con procesos de transformación económica, política, cultural y social que permitan el progreso y salden las deudas de gobiernos fácticos, vende patrias y egoístas, para evolucionar y transitar de una izquierda moderada, como la ejercida por Andrés Manuel López Obrador, a una verdadera revolución pacífica de fondo.

La diferencia en la contienda electoral del 2024 no es solo que Claudia es mujer, sino que pertenece a las filas de la lucha social y encabeza la ideología de izquierda, lo que en México y en América Latina contiene intrínseco un vínculo revolucionario con las causas de género; si gana Claudia, esperaríamos tener por primera vez en la historia un gobierno que pase del autoritarismo y los discursos falsos feministas totalitarios, a la construcción de instituciones con verdaderos roles e identidades que identifiquen y diferencien lo femenino, de lo masculino y evitar que la administración de las instituciones del gobierno continúe a expensas de los mismos funcionarios de siempre (corruptos, autoritarios misóginos y derechistas) como sucede en el sexenio de AMLO, en el que se transformó todo, menos el gobierno.

Con una mujer de izquierda al frente de las instituciones, la agenda debe replantearse, las prioridades y los enfoques revolucionarse, los conceptos de ciudadanía, democracia, igualdad y género vuelven al debate con una perspectiva distinta. No sólo es tener una mujer presidenta, sino debe ser un sexenio de mujeres, de conquistas feministas transformadoras de conciencias.

Como sucesora de Andrés Manuel y responsable del proceso de transformación, Sheinbaum tendrá que replantear el slogan “por el bien de todos, primero: las mexicanas, las pobres, las desempleadas, las marginadas, las indígenas, las trabajadoras”, y posicionar a las mujeres en el mundo político, considerando las dificultades ideológicas, psicológicas y patrones culturales que van más allá de los programas sociales y del Bienestar, que si bien ayudan, dependen de la voluntad del gobierno en turno, que no son aún considerados derechos universales, sino dádivas gubernamentales que se pueden perder en cualquier momento, lo que los vuelve políticas populistas inestables, que terminarían si llegara a la presidencia alguien que considera que hay mexicanos “güevones, rateros o pendejos”, y se acabe todo lo logrado hasta hoy.

Que una mujer pase de ser militante a ser líder de un partido político, es ya un avance considerable. Según los expertos, tan solo el 14 por ciento de los mexicanos considera que las mujeres son mejores líderes políticos que los hombres, a diferencia de República Dominicana, en donde es el 50 por ciento u Honduras en donde el 40 por ciento consideran a las mujeres mejores líderes; esto aunado al “golpe de Estado” planteado por el Poder Judicial, así como a la oposición mediática.

La feminización de la presidencia de la República y del proyecto de nación debe impregnarse de un feminismo participativo, porque corre el riesgo de ser boicoteado, sepultando la esperanza de atender prioritariamente los temas relacionados con los derechos de las mujeres como la violencia en primer lugar, la reproducción, el acceso a mejores oportunidades, la familia, el empleo, etcétera.

Sin lugar a dudas, para el sexenio que sigue a Andrés Manuel López Obrador, las mujeres estaremos mejor representadas, el paradigma de la feminización del Estado elimina muchas de las dificultades a las que las mujeres nos hemos enfrentado a lo largo de la historia, simplemente porque los liderazgos estarán influenciados por una mujer de izquierda, ojalá que Claudia Sheinbaum nombrara una Secretaria de la Defensa Nacional o una Marina y que, efectivamente, el liderazgo femenino marque una diferencia y que no se siga creyendo que la política del progreso no tiene nada que ver con el género y que depende únicamente de la sucesora del ícono de la transformación y la izquierda para México.

 

*Periodista egresada de la UNAM. Amplia experiencia en el campo laboral más por necesidad que por convicción. Amante apasionada de las causas perdidas, de las buenas historias, de la vida, la libertad y sus enjuagues. norvill_23@yahoo.com.mx

 

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