Milka IBAÑEZ
CDMX.- La sierra oaxaqueña es un mundo en sí misma, con sus reglas, sus lenguas y su comunalidad como principal eje. Chicharras, largometraje debut de la comunidad de Guelatao de Juárez, es más que una película, en ella se celebra y plasma la forma de vida comunitaria que sostiene desde hace siglos a muchos pueblos indígenas. Desde la primera escena, donde Yuli, la Topila, detiene maquinaria ajena a su territorio, el filme nos sumerge en la riqueza de San Pablo Begú, una comunidad ficticia que, paradójicamente, se siente muy real gracias a la novedosa realización de la película.
Con una estructura coral y un elenco compuesto por más de 50 actores debutantes, Chicharras nos retrata no sólo un aspecto social de la comunidad, si no una visión intima de cada uno de los personajes. El guión, construido a partir de la práctica del consenso, traslada a la pantalla el alma de la asamblea, máxima autoridad en las comunidades. Aquí no hay héroes individuales ni antagonistas clásicos, la historia avanza a través del diálogo y las decisiones colectivas.
El filme nos recuerda que la comunalidad no es solo una forma de gobierno, sino una manera de vivir y soñar el futuro. Bajo esta premisa, el relato entreteje el dilema central, aceptar o no un proyecto carretero que podría transformar el paisaje y la vida del pueblo, con las historias íntimas de sus habitantes. Cada personaje aporta su perspectiva, sus miedos y sus deseos, creando un retrato que va más allá del conflicto puntual para explorar temas universales como el cuidado del territorio, el choque entre tradición y modernidad, la resistencia cultural.
Detrás de la cámara, Chicharras es un triunfo de la autogestión y la identidad. Filmada en Guelatao de Juárez, una comunidad parteaguas por su apropiación de los medios de comunicación comunitarios, comenzó en la década de 1990 con la radio XEGLO y continuó hasta nuestros días con nuevas generaciones de cineastas comunitarios, lideradas en sus inicios por figuras como Jaime Martínez Luna y más recientemente por talentos como Luna Marán, la directora de Chicharras.
La película cuenta con un equipo de coproducción diverso, que abarca desde cineastas locales hasta colaboraciones internacionales, y un reparto lleno de frescura que sorprende por su capacidad de transmitir la naturalidad y la fuerza de sus personajes. La música, a cargo de la Banda Filarmónica Municipal Infantil y Juvenil Yelatoo, no solo acompaña la narrativa, sino que refuerza el orgullo cultural y el sentido de pertenencia.
Sin embargo, el verdadero logro de Chicharras radica en su proceso de creación. Esta es una película que solo pudo existir gracias a la capacidad de organización y la visión de una comunidad que reconoce el poder de contar sus propias historias. Desde el apoyo de instituciones como la Fundación Ford y Netflix, hasta la existencia de la sala Cine Too, la primera y única en su tipo, gestionada directamente por la asamblea comunitaria, el filme es un testimonio del potencial transformador del cine comunitario.
Más allá de su narrativa, Chicharras nos invita a reflexionar sobre el presente. En un contexto donde los megaproyectos amenazan constantemente a los pueblos y su estilo de vida, la película es un recordatorio de que la resistencia no solo es posible, sino necesaria. Pero también es un canto de esperanza. Para saber dónde serán las siguientes funciones sigan en facebook a “HagamosLumbre.org”
*Comunicación y Relaciones Públicas. Directora General 24 Risas por Segundo, Festival de Cine y Comedia.