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CARPE DIEM

Contra el absurdo, mi abstención

NÉSTOR Y. SÁNCHEZ ISLAS                                                                            nestoryuri@yahoo.com

No es ahora, a menos de una semana, que tomé la decisión de no participar y legitimar lo que considero un absurdo y capricho del peor presidente que haya tenido México. Ya no se trata de buscarle la lógica a lo irracional, ni siquiera de profundas reflexiones filosóficas. Bastaría con tener un poco de sentido común para darse cuenta de que elegir a los jueces es como elegir por popularidad al médico que me operará. La impartición de justicia no debe ser un asunto de popularidad sino de interpretación y aplicación de la ley.

Para quienes hemos sido víctimas del sistema judicial mexicano debería ser motivo de júbilo. Y, si en esta jugada antidemocrática de López hubiera incluido a fiscales y ministerios públicos el júbilo debería ser mayor. Pero no hace falta tener más de dos dedos de frente para saber que la aplicación de la ley no es un asunto de ideologías ni de sometimiento al presidente.

AMLO puede ser muy popular, pero nada borrará de la historia que la devastación de un Poder Judicial autónomo y profesional la debemos a una mente acomplejada y vengativa. Su perfil mesiánico lo entendió muy bien Enrique Krauze, quién lo calificó de mesías tropical, mote que, aunque no le gustó, lo definía, y lo sigue definiendo muy bien. Creyéndose ser portador de un designio divino, dejó al país sumido en sangre, endeudamiento y parálisis económica.

La democracia es la forma ideal de gobierno porque sus principios son universalmente aceptados. La igualdad, la libertad, la justicia, la participación ciudadana y la rendición de cuentas son lo que la gente esperaría de un gobierno democrático. Sin embargo, no existe un solo tipo de democracia y, la democracia misma ideada por los griegos nació con reglas y castigos para quienes la traicionan.

Este régimen, que no es un secreto que simpatiza con Cuba, Rusia, Venezuela y Nicaragua, busca lo que se conoce como una democracia popular. Al agregarle el adjetivo “popular”engañan a la gente porque ésta cree que al decirlo se refieren a ellos, el pueblo bueno. Nada más alejado de la realidad. Un democracia popular es parte de la “revolución democrática” popularizada por León Trotsky como un paso previo y el camino directo al socialismo.

La presidenta, radical en su origen, ni siquiera lo esconde. Una y otra vez declara que en México están construyendo una democracia popular, y la gente lo celebra porque no comprende su verdadero significado.

La destrucción del Poder Judicial viene de lo que podría considerarse un golpe de Estado. Morena y sus aliados obtuvieron el 54% de la votación. El 46% restante votamos en contra. A pesar de ello y mediante maniobras se hicieron con la mayoría calificada de la Cámara de Diputados, lo que allanó su camino para imponer su modelo autocrático. La ruta de México en este momento es la consolidación de un partido único con un presidente omnipotente e imperial.

Obtener la mayoría en las urnas no es tener el derecho a hacer lo que les venga en gana. Amparados en esa simpleza de pensamiento, el régimen acabó con las instituciones que una verdadera democracia debería tener para cumplir con la igualdad, la transparencia, justicia y rendición de cuentas. En su lugar, se construye un régimen de democracia popular que no es otra cosa que sinónimo de dictadura, una mezcla tropical y muy mexicana de monocracia, kakistocracia y oclocracia parapetados en una supuesta superioridad moral frente a nosotros, los conservadores como ellos nos califican por disentir.

No acudiré a votar porque no quiero convalidar la destrucción de la democracia mexicana ni todo el cúmulo de irregularidades que se han dado para sacar adelante su mal llamada reforma judicial. No creo en que la justicia sea asunto de popularidad ni demagogia de campaña como la que ya escuchamos de algunos candidatos.

No conozco a ninguno de los candidatos, pero si se ha documentado que muchos de ellos no cumplen siquiera con el perfil mínimo o tienen un pasado dudoso. Creo que es mejor llegar por méritos que por popularidad. Los partidos políticos ya distribuyen acordeones y los gobernadores giran instrucciones sobre de cómo debe ser el sentido de la votación. No es broma cuando alguien ridiculizó al régimen afirmando que ya tenían a los jueces, solo faltaban las elecciones.

“Si no te gustan estos principios, tengo otros”, frase atribuida al comediante norteamericano Marx Groucho no aplica conmigo. Prefiero pensar por mí mismo y correr el riesgo de equivocarme que terminar siendo un borrego que sigue a cualquiera que se le ponga enfrente con un discurso manipulador y falsario.

Al régimen no le afecta perder mi voto, tienen los recursos y los medios para llenar de acarreados las casillas. Me quedo con mi congruencia y la 4T con su farsa mientras las campanas doblan por la democracia y constitución mexicana.

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