*R&A Psicólogos nos dice:
Las personas con bulimia tienen un problema y están con miedo de su inhabilidad de parar de comer. Los atracones y las purgas son efectuados en secreto, y son acompañados de sentimientos de vergüenza, culpa y alivio. Suelen tener otros problemas psicológicos coexistentes, como depresión, ansiedad y problema de abuso de sustancias. Se trata de una enfermedad mental que afecta principalmente a mujeres. Alrededor de 95% de las personas que sufren bulimia son mujeres.
*La OMS (Organización Mundial de la Salud) ha clasificado la bulimia nerviosa como un trastorno mental del comportamiento. Mental porque el temor a engordar y la falta de autocontrol sobre la alimentación, hace que los sentimientos y pensamientos determinen un estado anímico y mental que acaba en procesos depresivos.
Síntomas de bulimia
• Atiborrarse o comer desmesuradamente.
• Sensación de no poder parar de comer.
• Hacer ayunos o dietas muy rigurosas para compensar los excesos de comidas anteriores.
• Provocarse vómitos que la persona enferma no reconoce.
• Aspecto aparentemente saludable, cosa que hace más difícil detectar la enfermedad.
• Abuso de laxantes y diuréticos.
• Ir a menudo al WC después de comer.
• Preocupación por el propio peso.
• Menstruaciones irregulares.
• Problemas con la dentadura.
• Cambios de humor y depresiones.
HISTORIAL
No recuerdo desde cuando empezaron mis problemas con la comida, pero desde mi niñez ya me sentía gorda y empezaba a preocuparme por cómo me veía. Empecé por tirar la comida que me mandaban para la escuela porque, para mí, la comida era mi enemiga; después pensé que no solo debía dejar de comer en la escuela sino también en mi casa, entonces, a escondidas de mis papás tiraba los alimentos por bocados para que ellos no se dieran cuenta. Hubo veces en que no comía durante un día, pero al siguiente, me sentía muy mal.
A los ocho años tuve anemia y hemorragias nasales constantes, pero no me importaba. Lo más importante era estar delgada para que las personas a mi alrededor me quisieran. Creía que como a mí no me agradaba estar cerca de personas con sobrepeso, a los demás tampoco.
Cuando cumplí 13 años escuché en la escuela sobre trastornos alimenticios y entonces supe lo que era la bulimia, podía comer y no engordar. También comencé a excederme con el ejercicio, practicaba futbol, basquetbol y danza; hacía aproximadamente 6 horas de ejercicio al día pero vomitaba, porque cada vez que me veía en el espejo me seguía viendo gorda. Por más ejercicio que hiciera no bajaba de peso, era desesperante. Mi piel tenía manchas blancas, la garganta la tenía siempre ronca porque me la irritaba al vomitar. Empecé a ver cómo mi cabello se caía a mechones, me desesperaba, sentía miedo, no sabía cómo detenerlo.
Sabía de los daños de vomitar pero pensaba que no era bulimia, porque todas las mujeres que lo practicaban eran absolutamente delgadas y yo no. Decidí que lo mejor era comenzar a contar las calorías que ingería y medirme todo el cuerpo. Con la cinta métrica medía hombros, piernas, cuello, espalda, tobillos, muñecas y hasta dedos.
En internet encontré muchas páginas y foros donde apoyaban estas prácticas y daban consejos, recuerdo que mencionaban pastillas que en su interior contenían solitarias. La función era consumirlas, para que una vez dentro del estómago se alojaran y se quedaran en los intestinos, así, poco a poco adelgazaría. No pude comprarlas, pero quería consumir alimentos sin lavar para enfermarme y así, adelgazar.
Seguí haciendo ejercicio y duraba 3 o 4 días sin comer nada, solo tomando agua, y al 5° día comía en exceso, todo lo que pudiera consumir. A veces no vomitaba porque sentía culpa, pero la mayoría de veces sí lo hacía; no debía engordar, no debía subir ni gramos, mucho menos kilos. En la báscula veía los resultados pero en mí, no. Ocupaba ropa holgada para que nadie me criticara, tenía miedo que me rechazaran.
Todas las mañanas mi papá me daba el desayuno pero lo tiraba por la ventana. En la escuela llegué a desmayarme, no comía enfrente de nadie, el temor a la burla era más grande. En mi casa, a la hora de la comida no había nadie, así que no importaba, no comía; en la cena merendaba con mis padres, pero cuando ellos dormían vomitaba.
Mi novio empezó a notar esos problemas y me obligaba a comer, discutíamos y a mí me desesperaba porque sentía que me quería controlar; aun así, cada vez que él preguntaba si había ingerido mis alimentos, le mentía y decía que sí. Yo pensaba que si él me veía más y más gorda me dejaría, porque cuando él me conoció yo corría en las mañanas y en las tardes hacía 5 o 6 horas de ejercicio. No quería quedarme sin él porque sentía que era el amor de mi vida.
Así fue como llegué al Movimiento Buena Voluntad 24 Horas de Neuróticos Anónimos. Iba al gimnasio y hacía una comida al día, ya ni siquiera me dolía el estómago con tantos ayunos, para mí, era una rutina diaria. Poco a poco, a través de la terapia, empecé a sentir hambre y deseos de tomar alimentos, ya no dejaba de comer por días y tampoco mentía.
Al principio me costó mucho, de vez en cuando pasaba uno o días sin comer pero nuevamente retomaba mis alimentaciones. Las manchas desaparecieron y, sin que me diera cuenta, empecé a sentirme feliz por vivir. Lo mejor de todo es que la comida tenía sabor. A veces me aparecen ideas de no comer o vomitar, pero ahora sé que cuando tengo esos pensamientos puedo contar con las herramientas del Movimiento y no hacerlo.
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