Milka IBAÑEZ*
CDMX.- En Buen Salvaje, Santiago Mohar Volkow pone el dedo en la llaga y, al mismo tiempo, se burla de ella. Con un humor que no teme al desparpajo, la película desmantela varios temas que podrían parecer clichés. Aquí no hay concesiones ni moralejas, solo una inmersión en el delirio cotidiano de quienes se creen iluminados aunque apenas enciendan una vela.
Esta comedia negra nos cuenta la historia de Jesse y Maggie, una pareja estadounidense que, harta de la monotonía, viaja a un pueblo en México en busca de inspiración artística. Allí conocen a Melitón, un local muy “amigable y hospitalario”. Mientras Maggie se encierra a escribir, Jesse decide convivir con los lugareños en busca de una historia para su obra maestra. Ahí empieza lo bueno.
La sátira es el alma de esta película. Mohar Volkow no se anda con rodeos: su guión está afilado, repleto de observaciones incisivas y momentos que provocan una risa incómoda, maravillosa y disfrutable, un crítica puntual a la cultural “norteamericana” y a norteamérica. La película tiene el don de hacerte reír mientras te preguntas si deberías estarlo haciendo. Es un humor que se agradece por su agudeza, por su desprecio al lugar común y por la forma en que expone el absurdo sin necesidad de subrayarlo.
Las actuaciones son clave para que este universo funcione y afortunadamente, todo el elenco entiende el tono: Naian González Norvind y Andrew Leland ofrecen interpretaciones muy naturales; Manuel García-Rulfo despliega una mezcla de carisma y atractivo digno de un galán de película de cowboys, pero en versión mexicana; y Darío Yazbek construye un personaje que cautiva con una ternura que no deberíamos estar sintiendo. La construcción de los personajes es sólida, se mantiene y evoluciona a lo largo de la trama.
Cabe destacar que muchos de los actores son habitantes del propio pueblo lo que le da un toque aún más auténtico, manteniendo un humor crudo, pero respetuoso, y si algo distingue a Buen Salvaje, es su modelo de producción. Hecha con los recursos justos y una clara convicción creativa, la película se siente libre. No hay compromisos con grandes estudios ni fórmulas complacientes.
El cine independiente, cuando se hace con esta claridad de voz, respira distinto. Aquí, cada decisión estética —desde la fotografía que abraza lo cotidiano hasta la dirección de arte sobria, pero sugerente— construye un universo coherente y honesto.
Estén atentas y atentos a esta película: pronto llegará a cartelera y es crucial que el público la vea y compruebe que la comedia bien hecha, la comedia inteligente, también gusta.
En serio, Buen Salvaje es una película que van a disfrutar muchísimo. Tuve la oportunidad de tenerla en el Festival Internacional de Cine y Comedia, 24 Risas por Segundo, y viene con sello de garantía.
*Comunicación y Relaciones Públicas. Directora General 24 Risas por Segundo, Festival de Cine y Comedia.