GUADALAJARA, JAL.-En 2012, el año del asesinato de Guillermo Fernández, sus amigos preparábamos su cumpleaños número ochenta, el 2 de octubre, una fecha que no olvidamos como tampoco la de aquel sábado 31 de marzo en la que ocurrió su crimen en su casa de Toluca, Estado de México. Han pasado diez largo años de oprobiosa y cruel impunidad. ¿Seguiría con nosotros el poeta de La palabra a solas de haber remontado aquella madrugada de espanto y violencia? Por la escena del crimen se sabe que el asesino, previo a la agresión, conversaba amistosamente con su víctima pues en la mesa de la sala se encontraron dos caballitos de tequila. ¿Un solo asesino? El visitante o los visitantes, por lo visto, eran conocidos del poeta. ¿Desde cuándo se conocían? ¿Qué sin razón miserable le llevó o les llevó a agredirlo primero golpeando su cabeza con un objeto, luego atarlo en una silla y asfixiarlo cubriendo su rostro con cinta canela?

En varias ocasiones, recuerdo, el amoroso traductor de Umberto Saba y Italo Svevo nos contó a sus invitados la muerte atroz de Pier Paolo Pasolini el 2 de noviembre de 1975, noticia que estremeció la vida pública no sólo de Italia sino de Europa y América; en una playa de Ostia, el cuerpo del famoso escritor y cineasta fue brutalmente atropellado —previo a una golpiza con una barra de hierro— por el Alfa Romeo de su propiedad conducido por Pino Pelosi, un ragazzo de diecisiete años. Descarto absolutamente que por la cabeza de nuestro excepcional traductor de la lengua de Dante pasara una añoranza de una muerte parecida a la del poeta de Las ceniza de Gramsci. Demasiada literatura y exhibicionismo. En el cruce Eros y Tánatos se esconde un estereotipo del artista decadente, un filón aberrante de narcisismo. ¿Peco de corrección política? Tal vez sí, pero también abono al escepticismo de la leyenda del artista maldito, a sus fuegos fatuos distractores de su obra, al capital comercial de sus tragedias redituables a la menor oportunidad.

En aquel 2012, Guillermo Fernández estaba lleno de planes, proyectos de gran alcance como la traducción de toda la poesía de Mario Luzi así como la continuidad de la bella colección “La canción de la Tierra” a su cargo que publicaba desde el 2000 con la Secretaría de Cultura del Estado de México. Con un poco de fortuna, amor, música, aire del Nevado de Toluca y sus caballitos de tequila blanco, nuestro querido y admirado Guillermo estaría aquí, puestísimo para soplar —como el lobo sobre la casa de los tres cerditos— las noventa velitas de su pastel de cumpleaños.

 

 

*Ernesto Lumbreras (Jalisco, 1966) *De la inminente catástrofe. Seis pintores mexicanos y un fotógrafo de Colombia de Ernesto Lumbreras, edición de la Universidad Autónoma de Nuevo León y de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México publicada en este 2021.Miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte. lumbrerasba@yahoo.es
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