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Ernesto LUMBRERAS*

GUADALAJARA, JAL.- A principios de julio me hicieron esta propuesta: la Secundaria José María Mercado de mi pueblo natal deseaba que la generación 2022-2025 llevara mi nombre. La propuesta me dejó, literalmente, frío. Rehusar tan hermoso gesto hubiera sido una grosería. Después de pensarlo unas horas acepté agradecido. Entonces me preparé para tan significativo acto donde 295 estudiantes darían un salto cuántico en esa carrera de fondo llamada vida. Barajé unos párrafos y escribí un soneto como homenaje a este rito de iniciación. Fue una mañana de sol de ardiente verano, de emociones en carne viva, de nostalgia de jardines perdidos. No digo más y comparto mis desvaríos:

Hace 44 años terminaba la secundaria. Tengo, como en un aparador de pulido cristal varios recuerdos de mi graduación en este mismo lugar en el que hoy nos encontramos. Pero también, recuerdo, cómo negarlo, que tenía la cabeza en el planeta más recóndito de la galaxia más lejana mientras transcurría la ceremonia. A la mayoría de los jóvenes, a los de entonces y a los de ahora, nos aburre la solemnidad. Descubro algunas imágenes un tanto borrosas de aquella mañana de verano de 1981. Pero sobre todo tengo presente varias sensaciones de angustia y miedo. ¿Y ahora qué sigue? ¿Qué me tiene deparada la vida? ¿Cómo voy a enfrentarla?

Se termina algo y comienza algo que bien a bien apenas sabemos de qué se trata. En el cierre de este ciclo escolar cumplimos quince años o estamos por cumplirlos. Me gusta pensar en las posibles recreaciones de la numeración romana de XV. Una equis rotunda de tache y reprobación que quizá nos está invitando a equivocarnos cada vez de mejor forma, a intentarlo de nuevo, a fracasar otra vez con todas nuestras capacidades y arrojo porque, dice el refrán que “el que persevera alcanza”. Pero también, en esa equis de carbón o de sangre, quiero ver la marca en un mapa de un tesoro escondido para cada uno de ustedes, oculto en la playa de una isla desierta en medio del océano o en un lugar secreto de su cerebro o de su corazón. ¿Están listos para viajar a ese lugar, ignoto y salvaje, tal vez peligroso, y desenterrar ese cofre de maravillas?

La otra letra del XV romano es la “V” de vida, de visión y victoria, de verdad y valentía, de virtud, voluntad, vigor, y viaje. Pero también de valor, palabra, por cierto, muy diferente a la palabra “precio”. Muchas cosas en el mundo tienen un precio. En cambio, pocas, las esenciales, tienen valor. Estoy seguro que en estos tres años, cada uno de ustedes, puede distinguir esta monumental diferencia. Me hubiera gustado obsequiarles, a todas las graduadas y a todos los graduados un centenario o un boleto para el concierto de su banda o cantante favoritos. Pero soy más pobre que un limonero cargado de duraznos o de guacamayas por lo que apenas me alcanzó para escribirles, en su honor y celebración de sus logros escolares, este poema:

Del oro que perdí y gané cumplidos mis quince años

¿Cuánto suman quince años? Casi nada

afirma la tortuga, un infinito

responde la luciérnaga. Por cada

año de vida, dirá el perro, un rito

de siete soles es mi madrugada

de correr y correr tras de la liebre

que nunca alcanzo. Granos de granada

en boca del amor, la misma fiebre

de esos quince rubíes encendidos

de sombras y relámpagos, mis años

son los que, sin saberlo, están perdidos

en la eternidad, con una ganancia

de oro para borrar los desengaños

y despedirme, sin lágrimas, mi infancia.

 

*Ernesto Lumbreras (Jalisco, 1966) *De la inminente catástrofe. Seis pintores mexicanos y un fotógrafo de Colombia de Ernesto Lumbreras, edición de la Universidad Autónoma de Nuevo León y de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México publicada en este 2021.Miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte. lumbrerasba@yahoo.es

 

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