Ernesto LUMBRERAS*

GUADALAJARA, JAL.- La autora acepta la derrota anticipada de su empresa —el destino inexorable del decir y del no decir— al experimentar que entre la cosa y la palabra media un abismo, un permanente ocultamiento. Pese a tal desaliento, Esmeralda Cervantes asume la condición de Sísifo y trata, una y otra vez, de llevar a la cima esa carga que pareciera no tener sentido. De la vida, del amor y de la muerte está constituida esa materia que la poeta echa a su espalda para ascender a las alturas, ese territorio donde nuestro corazón se pone en riesgo porque el oxígeno mengua, la presión atmosférica nos pone todo al revés.

Herida y riesgo, descubrimiento y orfandad. Los poemas de El desorden que dejas (Ponle Acento, 2023) no atienden ni la euforia ni la celebración aunque en algunos reverbera los instantes de plenitud, los goces del alma y del cuerpo, las palpitaciones que devienen en el presente en desengaños y aprendizajes. En esa luz sombría, el lector se encontrará con indagaciones al negro sol de la melancolía que alude Nerval, pero también, a la noche oscura del alma de San Juan de la Cruz:

Abrir las jaulas nos deslumbra lo roto doblar las esquinas mordidas de las tardes nos recuerda cómo se asfixia la voz cuando queremos elevar aquellas alas temerosas entre el hierro y una puerta abierta.

Se tiene que beber ese cáliz, se debe apurar ese veneno apremiante, es menester comer ese pan ácimo parece prevenirnos Esmeralda Cervantes al compartirnos estos versos:

De lo imposible hago una masa

la mastico como si fuera a provocarme

el bocado más dulce y delicado que he comido.

Se vive con intensidad para con concluir el ciclo también con intensidad, exordio de la muerte enamorada, deleite y curiosidad diremos con Margarite Yourcenar de entrar a la muerte con los ojos abiertos:

como las hijas de la Buganvilia

caen vivas de color para morir.

En las páginas de este volumen los rituales de la vida doméstica aparecen, salpicados de abnegación y pesadumbre, pero también de sigilosas revelaciones. La familia asoma como reducto de complicidad, abuela, madre, hijas, las extensiones de nuestro paso por la Tierra, raíces, ramas y frutos de nuestro milagro en la existencia. Por eso mismo, no obstante el agobio y el escepticismo que recorren estos poemas saltan cuando menos se les espera los deslumbramientos de la verdad poética:

acepto los días obligados

migajas en lomos de hormigas ciegas

En las páginas de este volumen los rituales de la vida doméstica aparecen, salpicados de abnegación y pesadumbre, pero también de sigilosas revelaciones. La familia asoma como reducto de complicidad, abuela, madre, hijas, las extensiones de nuestro paso por la Tierra, raíces, ramas y frutos de nuestro milagro en la existencia. Por eso mismo, no obstante el agobio y el escepticismo que recorren estos poemas saltan cuando menos se les espera los deslumbramientos de la verdad poética:

acepto los días obligados

migajas en lomos de hormigas ciegas

En la vida y en el amor —y por supuesto en la poesía— es necesario conocer y habitar los rostros visibles y ocultos de la experiencia. La expiación es tocar fondo para emprender, dilema del ave fénix y de las crisálidas, la resurrección. ¿Después del desorden vendrá un tratado de armonía? No lo sé. Importa en estos episodios del libro atender los resplandores del caos y del aparente sinsentido. Lo cierto es que, a pesar de todo, incluso de la muerte, los pájaros seguirán cantando como dijo Juan Ramón Jiménez.

 

*Ernesto Lumbreras (Jalisco, 1966) *De la inminente catástrofe. Seis pintores mexicanos y un fotógrafo de Colombia de Ernesto Lumbreras, edición de la Universidad Autónoma de Nuevo León y de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México publicada en este 2021.Miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte. lumbrerasba@yahoo.es

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