Ernesto LUMBRERAS*
GUADALAJARA, JAL.-Pareciera, en un primer momento, que el título del libro, Esta no es una historia de amor de Mariana Torres Ruiz, replica la intención de la frase del cuadro de René Magritte, Ceci n’est past une pipe. Juego de paradojas, encrucijada de la realidad y la representación, el artista belga nos invitaba a revelarnos y a rebelarnos, actos de transparencia y exposición, pero también, acciones de osadía e insumisión. En los poemas aquí reunidos prevalece esa voluntad de nombrar la pasión amorosa, no desde las coordenadas del amor romántico, fatalmente estigmatizado por la cultura popular y por la industria del espectáculo. Tal vez el vocablo “amor” de origen etrusco y que los romanos incorporaron a su lengua, nombraba realidades insospechadas que poco o nada tienen que ver con las asignadas por el orbe occidental. En tal sentido, o mejor dicho, en tal búsqueda de sentidos, el nombre del libro se asume como una advertencia cómplice, una provocación lúdica, una pregunta punzante en torno de la oscuridad untuosa y hospitalaria a la que convoca a los lectores que arriban al umbral de su portada: “Fuimos balbuceo en una lengua extraña.// Los juegos de palabras / se volvieron lejanos y ajenos.// Henos aquí/ impronunciables.”
En una portada de color morado-solferino-obispal —el color de la sangre en el campo de batalla y del dolor en la pasión del Gólgota— contemplamos el dibujo en tinta negra de un corazón partido. Podríamos decir al observarlo como en el cuadro de Magritte: Esto no es un corazón partido. ¿Qué sugieren a nuestra curiosidad los trozos de papel cuadriculado que flanquean al corazón? La imposibilidad de la cuadratura del círculo también se corrobora en las tentativas y tentaciones del corazón, la víscera izquierda de nuestro pecho a la que le adjudican rivalidades ineluctables e ineludibles con la razón, el cálculo del beneficio y de la sobrevivencia. La poesía y el amor necesitan la locura y el azar, el juego y el riesgo para alumbrar en el caos del mundo su fulgor prodigiosamente fugaz: “la historia que nunca sucede/ que se queda en los posos/ de una pequeña taza de café.”
Me atrae pensar que el altar de la lírica de Mariana Torres Ruiz lo presiden Eros y Psique. Una vez más, el cruce de lo divino y lo humano, de lo visible y lo invisible, de lo inmortal y lo perecedero. El amor como equívoco: Eros se flecha a sí mismo en su intento de asesinar a Psique por mandato de Venus, su madre celosa de la belleza de una mortal. ¿Nos enamoramos todavía por el sedimento que reposa en nuestra educación sentimental proveniente de los mitos y de los poemas fundacionales? En esta historia trágica e intensa, la oscuridad es cómplice para que prospere esta atracción fascinante y peligrosa. La curiosidad de la bella Psique por conocer la apariencia de su fogoso amante —que se considera monstruosa—, provocará la anunciada separación por castigo de los dioses: “Nos miramos desnudos/ a plena luz.// Somos fantasmas.”
*Ernesto Lumbreras (Jalisco, 1966). De la inminente catástrofe. Seis pintores mexicanos y un fotógrafo de Colombia de Ernesto Lumbreras, edición de la Universidad Autónoma de Nuevo León y de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México publicada en este 2021.Miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte. lumbrerasba@yahoo.es