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Ernesto LUMBRERAS*

GUADALAJARA, JAL.- Este año, especialmente en Perú y en Italia, se recordó a un artista fuera de serie, un artista que quizá en la época del Renacimiento no sorprendería tanto. Poeta, novelista, crítico de arte, pintor, escultor y performer, actividades en las que destacaría con igual destreza y aventura. El primer libro de Jorge Eduardo Eielson (Lima, 1924-Milán, 2006) que tuve en mis manos fue un delgado catálogo de una exposición suya montada en el Museo de Arte Moderno de la Ciudad de México en 1979. En el naufragio de mis múltiples mudanzas, ese ejemplar se extravió —arqueología de las queridas pérdidas—, pero guardo ciertos destellos de sus obras plásticas, en diálogo entre el arte povera italiano y la reapropiación de textiles y símbolos incas donde la introspección y el despojamiento dan lugar a una atmósfera elemental. Aquellas piezas exhibidas, dispuestas en lienzos (a modo de collages) o en bases (en la frontera entre la escultura y la instalación), apelaban a una estética postduchamp que reivindicaba la materialidad plástica y cromática de los objetos intervenidos y apropiados por una voluntad artística.

Seguramente en los textos biográficos y críticos de aquella publicación leí que Eielson “también era poeta”, dato que algunos años después corroboré con la aparición de la antología Poesía escrita (Vuelta, 1989), volumen animado por supuesto por Octavio Paz a quien conoció en el París de la posguerra. Aunque fue un lobo solitario, un outsider que rehuyó todo tipo de clasificaciones o parcelaciones, Jorge Eduardo Eielson pertenece cronológicamente a la generación del cincuenta de la literatura peruana, la misma de los narradores Mario Vargas Llosa, Alfredo Bryce Echanique y Julio Ramón Ribeyro o de los poetas Javier Sologuren, Blanca Varela, Carlos Germán Belli, Raúl Deustua, Sebastián Salazar Bondy, entre otros.

Tuve el privilegio de publicar en la editorial Aldus, en complicidad con el sello ElDorado, la antología De Materia verbalis (2005), un libro que contó con dibujos de Michele Mula quien fuera compañero de vida y de andanzas artística de Eielson. Con ese encargo crucé algunas cartas y llamadas telefónica con el autor de Primera muerte de María (FCE, 1988), y pude conocer a un hombre cordial, curioso de los aconteceres del arte y de la literatura de este lado del Atlántico, educado en el trato. Abandonó muy joven su natal Perú, viviendo en Francia en un primer momento para, finalmente, radicar buena parte de su vida en Italia, Roma y Milán sobre todo. Quiero recordarlo en estas líneas con este poema:

Poesía en forma de pájaro

azul
brillante
el Ojo el
pico anaranjado
el cuello
el cuello
el cuello
el cuello
el cuello herido
pájaro de papel y tinta que no vuela
que no se mueve que no canta que no respira
animal hecho de versos amarillos
de silencioso plumaje impreso
tal vez un soplo desbarate
la misteriosa palabra que sujeta
sus dos patas
patas
patas
patas
patas
patas
patas a mi mesa

 

*Ernesto Lumbreras (Jalisco, 1966) *De la inminente catástrofe. Seis pintores mexicanos y un fotógrafo de Colombia de Ernesto Lumbreras, edición de la Universidad Autónoma de Nuevo León y de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México publicada en este 2021.Miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte. lumbrerasba@yahoo.es

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