Ernesto LUMBRERAS*

GUADALAJRA, JAL.- Escribí hace un mes un par de artículos sobre Italo Calvino (1923-1985) quien el pasado 15 de octubre cumplió su primer centenario, acontecimiento celebrado en varias partes del planeta. Por supuesto, México no fue la excepción puesto que los vínculos con nuestro país tocaron varias bandas de su biografía y de su obra. En una de mis colaboraciones destacaba la figura del padre, el agrónomo Mario Calvino quien vivió ocho años entre nosotros, de 1909 a 1917, años de “la fiesta de las balas” de nuestra guerra civil. Su traslado de la Ciudad de México a la península de Yucatán en 1915, lo supuse entonces exclusivamente a que las condiciones en los ranchos y haciendas del valle de Anáhuac eran hostiles para ejercer su trabajo en el campo. Sin embargo, hay un dato adicional que recién ahora descubro. El padre del escritor fundó e integró, en calidad de secretario, la Sociedad Agrícola Mexicana, teniendo como presidente a Alberto García Granados. En el registro de tal asociación había una clave que apenas reconozco.

El nombre de este personaje por supuesto tuvo que ver con la decisión de la mudanza del agrimensor italiano a tierras mayas. ¿Quién fue este político duranguense? Simpatizante del régimen porfirista, gobernador de la Ciudad de México en el gobierno provisional de Francisco León de la Barra, crítico feroz de la administración de Francisco I. Madero, secretario de Gobernación por dos meses con el golpista Victoriano Huerta. El también agrónomo García Granados quedó en desgracia cuando en agosto de 1914 entraron los constitucionalistas a la Capital, buscando, entre otros menesteres a colaboradores eminentes del huertismo. Acusado del delito de rebelión, fue sentenciado al paredón de fusilamiento el 8 de octubre de 1915, suceso que provocó escándalos y descalificaciones al gobierno de Carranza que había perdonado a otros políticos del gabinete del chacal Huerta como el escritor José López Portillo y Rojas.

Ante tal orfandad política en el centro de la nación, Mario Calvino aceptó la invitación del gobernador de Yucatán, Salvador Alvarado, con tal de cambiar de rumbo y establecerse en un lugar con mejores condiciones para sus estudios y experimentos agrícolas. Por eso, cuando Carlos Fuentes, entonces embajador de México en Francia, y Fernando Benítez, maquinaron para que la televisión mexicana invitara a Italo Calvino a grabar una serie de programas, el autor de Las ciudades invisibles no titubeó en aceptar la propuesta. Recorrer el país donde vivió su padre se hizo posible a mediados de 1976. El escritor visitaría, además de la Ciudad de México, Guanajuato, Tepoztlán, Tula, Oaxaca y Palenque. Esos enclaves, llegado el tiempo, aparecerían en relatos, ensayos y crónicas de sus libros publicados en la siguiente década.

Sin embargo, esta relación con la cultura y el arte mexicanos, posee todavía un antecedente que apenas acabo de descubrí: Giovanni Bernardo Calvino, abuelo del autor de El barón rampante, fue amigo por unas semanas de Ignacio Manuel Altamirano quien recaló en San Remo, Italia, buscando un clima más benigno para su debilitada salud. Ambos liberales y masones, se reconocieron al instante. Cuando finalmente las Parcas cortaron el hilo de vida del escritor mexicano, il signore Calvino arregló el trámite de la cremación —acto infrecuente en un país católico — para que las cenizas del prócer literario pudieran retornar a su patria además de escribir el obituario en el periódico más importante de la localidad.

 

*Ernesto Lumbreras (Jalisco, 1966) *De la inminente catástrofe. Seis pintores mexicanos y un fotógrafo de Colombia de Ernesto Lumbreras, edición de la Universidad Autónoma de Nuevo León y de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México publicada en este 2021.Miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte. lumbrerasba@yahoo.es

Compartir