Ernesto LUMBRERAS*
GUADALAJARA, JAL.- Después de varias posposiciones, finalmente vi Bardo (2022), la más reciente película de Alejandro González Iñarritu, vilipendiada en redes sociales por “amigos” conocidos y desconocidos. Un bodrio narcisista, una autofelación pretendidamente exquisita, cinta pequeña burguesa para un público ídem peroraron aquí, allá y acullá con jactancia de jurados de Cannes o Morelia. Esas denostaciones de un tribunal multitudinario, hasta entonces desconocido, al menos para mí, no me desanimaron en lo más mínimo para asomarme por mi cuenta y riesgo —aunque sea a la pantalla chica— y sacar mis propias conclusiones sobre dicha pieza cinematográfica.
Entre esos detractores viscerales, varios de ellos cultos y lúcidos —algunos, es más, cinéfilos certificados—, abundaban los que dijeron que no toleraron avanzar la cinta en sus primeros quince minutos tachándola de aburrida y egocéntrica, densa y caótica. ¿Esos epítetos funcionan a la perfección para calificar las primeras páginas del Ulises de Joyce? Yo la vi de noche y no me quedé dormido. Me divirtió, me deslumbró, me desquició, me puso de malas y de buenas, me recordó una docena de filmes memorables. Entendí con las primeras escenas que se trataba de una muy particular autobiografía donde, por supuesto, el héroe de la película sería el mismo director encarnado en el protagonista de la misma, el documentalista Silverio Gama (Daniel Giménez Cacho), recurso utilizado —con la aprobación de la Historia del Cine— por Federico Fellini en su Otto e mezzo (1963) donde il registra italiano se desdobla en el insolente y políticamente incorrecto Guido Anselmi (Marcello Mastroianni).
En el cine y en la literatura, el género autobiográfico rebozará inevitablemente de narcisismo con diferentes grados y facetas. ¿Podría ser de otra manera? En Memorias de ultratumba de Chateaubriand o en Ulises Criollo de Vasconcelos el yo de sus autores alcanza niveles estratosférico de vanidad y autobombo, pero ciertamente esa misma pulsión autoreferencial lleva al relato a proezas literarias indiscutibles donde la condición humana se expone a todos los vendavales y los ensueños de la vida. Bajo ese dictum corren las escenas de elogio, falsa modestia, autoescarnio, parodia, netas absolutas y absolutistas del protagonista de Bardo en paralelo con los retratos y autopsias, los tabúes y jactancias del ser mexicano, lo que sea que significo hoy esa entelequia.
En ese mismo contexto de vanagloria de la primera persona del singular, vi y disfruté, sin alarmas activadas, el estreno de González Iñarritu, un director de larga y exitosa carrera de crítica y taquilla. Conociendo su filmografía, me resultaba totalmente inverosímil que de pronto lanzara a la pantalla una película banal, grandilocuente y frívola, técnicamente mal filmada entre otras aberraciones. Tamaña desmesura y gratuidad no me cuadraban. Desde mi modesta butaca, no creo que sea su mejor obra. Aunque no tengo cartas credenciales para levantar un estudio sociológico sobre la recepción en la redes sociales de la película —ni tampoco ganas, para decirlo doctoralmente—, reconozco que una molestia común del citado tribunal de Fuente Ovejuna fue esta: las representaciones del jocoso, contradictorio, burdo y artístico sin contradicción, desquiciante, megalómano, ácido y atávico narcisismo del documentalista Silverio Gama, alter ego del director. La lectura de este aforismo de E. M. Cioran, perteneciente a su libro Ese maldito yo, me dio la clave —la atmósfera conceptual diré con pedantería— para ratificar la aprobación con dos estrellitas y media de Bardo, película mexicana que representará al cine nacional en los Óscares: “Pobre del escritor que no cultive su megalomanía, que la vea menguar sin reaccionar. Pronto se dará cuenta que uno no se vuelve normal impunemente.”
*Ernesto Lumbreras (Jalisco, 1966) *De la inminente catástrofe. Seis pintores mexicanos y un fotógrafo de Colombia de Ernesto Lumbreras, edición de la Universidad Autónoma de Nuevo León y de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México publicada en este 2021.Miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte. lumbrerasba@yahoo.es