Ernesto LUMBRERAS*

GUADALAJARA, JAL.-Ya en el siglo XX, en la última fase de la dictadura porfirista, Ricardo Flores Magón será la figura contestaria por excelencia del régimen; en las páginas del periódico Regeneración, el escritor puso en práctica sus lecturas del anarquista ilustrado para revisar escrupulosamente la administración del político oaxaqueño. Detrás de la escenografía de bonanza económica y progreso material concentrados en unas cuantas familias, describió descarnadamente cómo la inmensa mayoría de la población mexicana subsistía en condiciones de miseria extrema. Por supuesto que “el desatino” de Flores Magón de cuestionar abiertamente el supuesto esplendor tendría consecuencia: cárcel, destierro y muerte. En uno de los respiros de la lucha fratricida de la Revolución Mexicana, a partir del consenso de las diferentes facciones políticas reunidas en Querétaro en 1917, el tema de la libertad de expresión y de imprenta, alcanzó dimensión constitucional en los artículos 6° y 7° de nuestra carta magna:

Lo establecido en dichos artículos se quedó en un buen deseo para la isla de Utopía. El Estado y sus aliados, con total ausencia de escrúpulos, impiden que la noticia que exhiba sus tropelías salga a la luz pública. Vía el cohecho y la amenaza, el retiro de publicidad y de insumos, la incautación de bienes y maquinaria, la infiltración en sindicatos o sencillamente el asesinato, el periodismo en México ha escrito su historia con letras de sangre y soborno. La novela El vendedor de silencio (2019) de Enrique Serna profundiza, hasta el centro de la herida, la trama de perversiones y vileza que la clase gobernante teje con ciertos periodistas y comunicadores con tal de mantener sus privilegios; el caso de Carlos Denegri, protagonista del libro, expone con lujo de detalles la red de complicidades y de mutuos beneficios para que un personaje de tal calaña se mantenga intachable y próspero —del sexenio de Ávila Camacho al sexenio Díaz Ordaz— viviendo de la corrupción, el chantaje y la lambisconería de los políticos.

La demencia caníbal de Saturno también se ha desahogado en la literatura. La publicación en España de La sombra del caudillo (1929) de Martín Luis Guzmán puso a prueba la libertad de expresión en México. El argumento del libro, con ligeras variantes, relata el asesinato del general Francisco Serrano en octubre de 1927, figura en ascenso que incordiaba los planes de Álvaro Obregón y Plutarco Elías Calles por seguir al mando de los destinos del país. La novela circuló de manera clandestina; no estaba prohibida pero la policía callista pasaba regularmente a las librerías y compraba toda la existencia del libro para luego desaparecerlo en una pira. El director de cine Julio Bracho recuerda que en 1937 cayó en sus manos un ejemplar; tras leer la historia del magnicidio pensó que en un futuro no muy lejano habría las condiciones para filmarla y proyectarla en los cines de todo el país. Lograría lo primero en 1960, con un elenco de lujo y las mejores expectativas para que la cinta se presentara en festivales internacionales; sin embargo, la película no se pudo estrenar por presiones del ejército nacional con el aval del secretario de la Defensa Nacional, el general Agustín Olachea y del secretario de Gobernación, el licenciado Gustavo Díaz Ordaz.

 

*Ernesto Lumbreras (Jalisco, 1966) *De la inminente catástrofe. Seis pintores mexicanos y un fotógrafo de Colombia de Ernesto Lumbreras, edición de la Universidad Autónoma de Nuevo León y de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México publicada en este 2021.Miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte. lumbrerasba@yahoo.es

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