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Edgar SAAVEDRA*

En la larga historia del arte y su florilegio de argumentos algunos han considerado que lo supremo en la pintura es precisamente lo más elemental, es decir, el color y la forma, “sobre la mera representación de fenómenos del mundo visible”. Si fuera así, lo cual es una visión válida bien podemos constatar que las pinturas de la artista catalana Monse Pla cumplen de forma exquisita ese canon, solo que con los suficientes y sutiles agregados de su propia filosofía de vida. Sus colores son luminosos, como si la noche no existiera o estuviera en un suspenso interminable mientras que la melancolía de un tardecer se disipa con caballerosidad.

Es de día, quizás en horas matinales cuando la parsimonia se extiende a sus anchas en lo que también pudiera ser la presencia de los jardines añorados, invisibles, pero tan verdaderos como el viento porque lo cierto es que cada humano lleva algo de jardín en su corazón. Ese Edén inmemorial, dialéctico que asoma en la obra pictórica de Monse Pla es una templada declaración de principios. Mientras se construye de forma sistémica, cruel e irreversible el fin de las especies hay un grito en el desierto. ¿Es la hora utópica de la conciencia? ¿El arte mete la mano al alma antes de su desplome? Lo verde, su agónica vitalidad, quizás resucitará y vivirá para siempre o tal vez nunca muera al tanto que tú y yo, lector, hayamos regresado al polvo.

Oaxaca es el lugar idóneo para disfrutar una exhibición como Arborescencia. Sin despellejamientos, sin crónicas falaces ni sórdidos despliegues de personajes muertos de forma y de color, Monse Pla propone un abierto diálogo de luz, orientado a la vida, elegante, trasparente, con la fuerza de un bosque hace cinco minutos lloviznado. Su pintura es un ejercicio poético de ver y caminar, a veces entre fantasmas, figuras femeninas, raigambres casi luminiscentes que se enarbolan hacia el cielo maternal de cualquier lado del mundo, sobre todo donde se encuentren siempre miradas de resiliencia y acción, digamos la dosis necesaria, aunque uno muera en el intento.

Ahora lo entiendo, abro el telón de su pintura y veo la persuasión de los jardines. Serán eternos, sin duda.

  • Periodista cultural.

edgarsaavedra@outlook.com

 

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