• Por Mariana Aragón Mijangos.

Hablar de estrés laboral no se refiere propiamente al trabajo mismo, sino a dos condicionantes de peso: 1) políticas laborales precarias, y 2) clima laboral. Ambas, acentuadas en la realidad de las mujeres. Respecto a la primera condicionante, es un gran tema que aqueja principalmente al grueso de la fuerza laboral mexicana nacida entre 1975 y el año 2000, porque a menos que hayamos heredado una plaza sindical o tengamos un puesto directivo en una gran empresa, sabemos que ya no alcanzaremos una pensión digna.

Los datos de la Encuesta Nacional de Empleo 2021, son realmente duros: El salario promedio nacional es de 6 mil 460 pesos, apenas alcanzando los 11 mil pesos para aquellas personas con posgrado. Esto se recrudece dependiendo de la zona geográfica, en entidades como Oaxaca el promedio salarial es de $3 mil 400. Esto se recrudece en las mujeres. De acuerdo con el IMCO, 45 de cada 100 mujeres son económicamente activas, mientras 78 de cada 100 hombres lo son. Además, se calcula que la brecha salarial de género es del 13%.

El otro gran tema es cómo las políticas laborales de los últimos treinta años, tanto neoliberales como de la “austeridad”, no contemplan el legítimo derecho al descanso. Por el contrario, hay toda una cultura en torno al “estoicismo godín”. Pareciera que fuese más productivo, leal y competente, quien pase más horas en la oficina o en eterna disponibilidad digital. No es funcional, ni tampoco productivo. De acuerdo con la OCDE, los empleados mexicanos trabajan 2 mil 225 horas al año, 20% más que los estadounidenses y 40% más que los alemanes. Mientras tanto, Bélgica ha aprobado su jornada laboral de cuatro días a la semana.

El Senado mexicano actualmente busca que los días pagados de vacaciones pasen de 6 a 12, pero en países como Brasil, Reino Unido, Francia y España, entre otros, sus trabajadores gozan arriba de los 20 días mínimo de vacaciones. A dos años de pandemia, no todos los centros de trabajo cuentan con el espacio para guardar la sana distancia, ni han terminado de normalizar prácticas como el teletrabajo o los horarios flexibles. Entonces sumemos a la lista el riesgo de contagio.

En cuanto al clima laboral, de acuerdo con la ENOE 2019, la violencia laboral es la principal causa por la que se abandona un trabajo, principalmente las mujeres. La CNDH identificó que el 74% de los casos de acoso laboral es ejercido por jefes y jefas. En muchas empresas la falla comienza con puestos de funciones ambiguas, es decir que las responsabilidades reales exceden y/o son diferentes a las estipuladas en contrato (cuando lo hay).

Sin duda, la precariedad laboral estimula climas laborales violentos, pues en un país donde muchos carecen de un contrato y sueldo dignos, suele suceder que la jefa o jefe apela a la “necesidad” para ejercer malos tratos, abusos y incluso humillaciones. Es esta misma amenaza latente, del miedo a que te corran, la que cultiva competitividad malsana entre pares, donde la premisa es quedar bien con el jefe (a), a base de chismes y zalamería, porque despedir a alguien se ha vuelto sumamente sencillo.

En el caso de las mujeres hay que sumar otras afrentas como: a) el acoso al que muchas se enfrentan desde el traslado a su centro de trabajo y en el propio trabajo ya sea sexual o propiamente laboral; b) situaciones frustrantes e injustas como el llamado techo de cristal ejercido tanto por jefes como por jefas, porque se trata de una práctica patriarcal; c) el “síndrome del impostor”, que las hace sobrecargarse de trabajo para no ser cuestionadas.

Aunque desde 2019 se contempla la obligación de los centros de trabajo de contar con un protocolo para atender casos de acoso y hostigamiento sexual, así como la implementación de la Norma 035 que detecta factores de riesgo psicosocial, lo cierto es que para muchas empresas (tanto públicas como privadas), atender estos temas representa gastos innecesarios, y siguen sin hacerlo.

Bajo estas realidades, ¿cómo no estresarse si luego de larguísimas jornadas laborales la quincena no alcanza? Y encima, ¿cómo no estresarse cuando se vive situaciones de acoso? México requiere de un cambio de paradigma radical en el ámbito laboral, que más allá de las reformas legales para alcanzar estándares internacionales, se trata de involucrar a gobierno, iniciativa privada, academia, y sociedad civil, para generar un cambio social profundo que comprenda estructuras más horizontales, productividad por resultados, conciliación entre la faceta productiva y reproductiva de las personas, equidad salarial, liderazgos transformacionales, y nos devuelva la confianza en que el trabajo aún merece el esfuerzo.

 

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