Antes de que termine marzo, hablemos las mujeres en la vida pública del país
María Elisa Vera Madrigal
El pasado 8 de marzo, en su discurso del Día Internacional de la Mujer, la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo rememoraba la participación de las mujeres en la vida pública del país, una historia que se narra en paralelo a la conquista de los derechos de las mujeres mexicanas. En 1923, Elvira Carrillo Puerto tomaba protesta como la primera mujer diputada en la historia de México. Treinta años después, su resiliencia nos llevó a consolidar el derecho de las mujeres a votar y 65 años después, en 2018, logramos la primera legislatura paritaria con 49.2% de mujeres en Cámara de Diputados y 51% en el Senado de la República. El poder legislativo no fue el único dónde las mujeres hemos tenido que abrirnos paso. En el Poder Ejecutivo, tuvimos que esperar 215 años desde la independencia de México para que en 2024 las mujeres lográramos llegar a la presidencia de la República Mexicana. Pero quizá el sector de la vida pública del país donde históricamente ha habido mayor rezago en materia de paridad es la judicatura federal.
Fue apenas en 1961 cuando Maria Cristina Salmorán de Tamayo tomó protesta como la primera ministra de la Suprema Corte de Justicia y ahí inició el camino cuesta arriba por la paridad en la judicatura. Para el año 2012 el Poder Judicial Federal se componía en un 51% por mujeres; paradójicamente solo el 25% de los cargos Jueza y 18% de las Magistraturas eran ocupadas por mujeres. En 2022 –casi 10 años después– y después de múltiples concursos de oposición exclusivos para mujeres se logró que las mujeres lograran ocupar el 28% de los órganos judiciales federales (23% de magistradas y 33% de juezas), una cifra histórica en México. A pesar del significativo avance, México se mantiene por debajo del promedio mundial de participación de mujeres en la judicatura, que de acuerdo con estadística de la Organización de las Naciones Unidas es de 40%.
Con la histórica elección de 881 cargos al Poder Judicial de la Federación en puerta nos toca recordar esta lucha y no perder de vista como ciudadanía que la paridad en la judicatura federal es garantía de mayor paz y seguridad. Recordemos que la reforma constitucional garantiza que –por primera vez en la historia de México– haya paridad en la nueva Suprema Corte de Justicia de la Nación y en el Tribunal de Disciplina Judicial. La reforma también buscó igualdad de condiciones en la contienda por los juzgados y tribunales del país al garantizar que para cada juzgado o tribunal que sea objeto de elección el próximo 1 de junio existan igual número de candidatas mujeres que hombres. Pero, al final del día, será el pueblo quien elija si el nuevo Poder Judicial Federal será paritario.
Como decía la Presidenta en su discurso del 8 de marzo, la participación de la mujer en la vida pública del país es esencial para garantizar el derecho a vivir en paz y sin violencia. Las palabras de la Presidenta recuerdan a la resolución 1325 del Consejo de Seguridad donde la Organización de las Naciones Unidas reconocía “el importante papel que desempeñan las mujeres en la prevención y solución de los conflictos y en la consolidación de la paz”. A aquella primera resolución le siguieron muchas más en las que el Consejo de Seguridad del Organismo internacional se encargó de subrayar la importancia de la participación de las mujeres en pie de igualdad y plena en todas las iniciativas encaminadas al mantenimiento y el fomento de la paz y la seguridad.
El 19 de septiembre de 2012 la ministra de la Suprema Corte de Justicia de Estados Unidos, Ruth Bader Ginsburg, estuvo a cargo del discurso de apertura de la conferencia de la Barra del Décimo Circuito Judicial Federal. En sus épicas palabras, la ministra señaló que una de las preguntas más frecuentes en su carrera profesional era cuántas mujeres se requerían en la Suprema Corte de Justicia de aquel país vecino, órgano que para entonces ella integraba. Su respuesta siempre era que solo habría suficientes mujeres el día que la Corte tuviera nueve de nueve integrantes mujeres. Si durante siglos normalizamos que la Suprema Corte tuviera nueve ministros –hombres– no debería de sorprenderle a nadie que algún día la Corte fuera ocupada únicamente por ministras, decía ella. Las palabras de esta épica juzgadora nos reiteran que nunca habrá suficientes mujeres en los espacios de decisión. Particularmente en la judicatura federal necesitamos más mujeres para que nos representen. Mujeres que entiendan las distintas realidades que viven las mujeres: en la ciudad y en el campo, en la casa y en la oficina, en el trabajo doméstico y en la escuela, en la vida pública y en la vida privada. Mujeres que nos ayuden a reivindicar el lugar de aquellas mujeres cuyo pasado fue negado. Mujeres que nos ayuden a construir para las siguientes generaciones de jueces y magistradas. Llegamos todas.