Laura JAYME*
XALAPA, VER.- Las imágenes que acompañan esta lectura, son la portada de los libros que ahora me permito recomendarle. Llegué a los perfiles de mujeres escritoras que comparten a través de esta literatura las búsquedas de un relato sincero y comprometido con la vida, por lo que considero una opción ética e inocente de hacernos responsables de la realidad.
Instalé, no hace mucho, mi aplicación de Instagram en el celular para buscar contenidos específicos sobre ovario poliquístico, yoga para mujeres, remedios contra los cólicos y otros titulillos específicos de un cuerpo que pide a gritos atención. De esas ironías de las que platicaremos hoy, está la de distraerme en otra red social para atender mi propia vagina, a veces así funciono y aceptarlo no fue fácil; fue a través de un curso que tomé en línea.
Mientras platicábamos mujeres -a través de nuestras pantallas- de nuestras experiencias y leíamos de nuestras vidas, me di cuenta que yo tenía la posibilidad con la escritura de preparar el encuentro con mi universo femenino y ancestral; libros, revistas y otras lecturas, nos esperan. En esta ocasión, considero que leer literatura autobiográfica es una forma de reflexionar simultáneamente, ponerle palabras a las cosas que no se nos permitía reconocer por miedo a la verdad. Impresionante es cómo leer puede ser una manera de acompañar el dolor de la pérdida o la frustración; para mí, escribir tiene el mismo poder transformador y en nuestro propio cuerpo ya tenemos lecturas pendientes, por que el dolor también habla del periodo que me llevó a refugiarme en mi cama y devorar lecturas que sólo retomaba en mi periodo menstrual.
Después de la despenalización del aborto en Oaxaca y Veracruz, dejamos atrás las conversaciones murmuradas o con sobre nombres -si es que las teníamos- de nuestras historias con el cuerpo, sobre todo si te asumes mujer en el espacio público, ya que el cuerpo en el que andamos ha sido el lugar de diversas luchas sociales que se disputan constantemente. La conquista de la representación de los ideales a través de nuestro lenguaje no verbal, indumentaria o ausencia de ropa, marcas o cicatrices, maquillajes permanentes o temporales, hasta los peinados y por su puesto, el uso de máscaras, joyería o accesorios. También las lecturas y contenidos culturales modificarán la interacción del cuerpo con el mundo donde la representación de una identidad es hasta el momento uno de las preocupaciones más capitalizables. Las mujeres seguimos siendo representadas por sistemas de creencias que se basan en la castración, mutilación, represión, perforación, explotación y categorización de nuestros cuerpos; desde nuestras infancias se ratifica la identidad impuesta más todos los elementos de los que nos iremos apropiando en nuestra vida a través del uso del espacio público. Es allí donde se consolida la postura u opinión de una misma en el mundo. Desde que tengo acceso a las redes sociales, me es más fácil identificar en qué momento mi cuerpo se está comprometiendo a alinearse a los códigos de consumo “según porque soy mujer y tengo 35 años”; me bombardea la publicidad de métodos de fertilización, tendencia en vestidos, zapatos, bolsas y maquillaje dan por hecho que me compré la idea que para ser una mujer plena, debes de dedicarte a la crianza, consagrarte a la vanidad y encargarte de todo lo demás. Aunque todo lo demás tenga más sentido, por ejemplo, un simple cólico menstrual; ¿qué de complejo puede ser estar experimentando un dolor tan fuerte que te dobla y te hace sudar frío? A veces, la presencia del dolor te permite recordar que nacimos mujeres y tenemos por responsabilidad órganos que nos marcan el ritmo del universo. No fui la única mujer que vivió trastornos en el ciclo menstrual a causa de la pandemia, gracias a Instagram me percato que somos cada vez más las mujeres decididas a informarnos y tratar amorosamente nuestros padecimientos ginecológicos. Así llegué a mi primer taller de menstruación consciente por medio de las múltiples ofertas que comparte el perfil de “Femenina y menstrual”, espacio gestado por la maestra Alejandra Collado; gracias a esta experiencia en línea, gané confianza, paciencia e interés por las lecturas sobre herbolaria, vaporizaciones vaginales, alimentación consciente, literatura erótica, literatura autobiográfica y literatura feminista. Simultáneamente se me permite colaborar en esta revista y ahora me dedico a visibilizar nuestros avances como sociedad al actualizar nuestras lecturas sobre la realidad. Personalmente, vivo una revolución desde que hice las pases con mi menstruación; ¿quien diría que una red social tenía la posibilidad de ofertarme el contenido que necesitaba para hacerme responsable conscientemente de las posibilidades que tengo para tratar mi condición a través de plantas, canciones y reforzamiento de vínculos o redes de apoyo? Para mí, compartir las lecturas, regalar mis libros o comentarlos a la menor provocación, no solo me llena de satisfacción por que me convierto en la promotora de lectura que me obligo a mantener actualizada, sino también me posibilita comunicar la mujer en la que me estoy enfocando a valorar, dotando de posibilidades el entorno.
Las siguientes sugerencias son creaciones de autoras alquimistas que, desde la economía, el periodismo de largo alcance, la auto ficción y el cuento, nos ayudan a reconocer a las personas invisibilizadas por el arte durante largos periodos en la literatura, pero ahora sus historias y la búsqueda de la verdad como trinchera en medio de la crisis.
Recomiendo la lectura de tres autoras contemporáneas y latinoamericanas que me pusieron muy incómoda últimamente y que, gracias a ello, me dispuse a difundir su lectura para que no me dejaran sola con esas historias tan intensas que en profundidad me identifica simultáneamente. Me son ajenas porque se trata de ellas, las autoras, que renunciaron a la ficción, por ejemplo, Gabriela Wiener, dramaturga, periodista y cuyos relatos biográficos son intensos e imperdibles. Comenzaremos en su universo creativo con el libro “Llamada perdida”, la edición que yo regalé a Fito es de pasta dura y en la portada una foto frontal de la autora con su peinado tapa la mirada; dentro, sus palabras ordenadas orgánicamente: apenadas, inicia con un texto sobre la fealdad que engancha en la convención inmediatamente cuando ya estás en el cierre con una entrevista dinámica de Isabel Allende. Si llegas al final de este libro y deseas encontrar más sobre el estilo llamado auto ficción, recomiendo la primera novela impresa de Abril Castillo Cabrera, “Tarantela”; con este libro de hermoso formato editorial desde la tipografía, formación, selección de impresiones, hasta la portada y esas oportunas paginas negras, la historia es conmovedora y va directo al tuétano por que cuando nos ponemos a hablar sobre nuestras familias, algunas personas comenzamos a llorar. No todas las historias trágicas viven procesos de duelo tan transformadores como las que se leen en Tarantela, a mí me pasó que mientras leía, me sentía comprometida con la autora y la admiro desde que acepta la verdad: sus dolores son mentiras. Para cerrar, recomiendo la lectura de Mariana Enríquez a quien yo conocí con el libro “Las cosas que perdimos en el fuego”; la lectura de cada relato está construido de realidades que se viven en los barrios que exponen la pobreza, la violencia, la adicción y el abandono que nos ponen en el peligro que nos enseñaron a evitar; las imágenes que se conocerán en estas letras me provocaron miedo. Es una literatura tipificada como negra, pero yo la entiendo más desde el activismo como una provocación por mirar lo que estamos evitando en las calles de nuestras ciudades.
Es irónico como las redes sociales que buscan tenerte enganchado, se alimentan de contenido de personas que te manda a leer un libro; deberían ser amonestadas o identificadas como liberadoras, pues para mí, sus palabras liberaron reflexiones y emociones que me estaba negando a reconocer de mí, de mi persona y mi trabajo; para la sociedad toda, una estimulación -insisto- es leer. Alguien debería asignarle al perfil de Instagram de Femenina y Menstrual una mención honorifica por fomentar el autodescubrimiento a través de sus cursos de escritura autobiográfica y menstruación consciente.
Gracias a esas experiencias, mi periodo menstrual es un taller intensivo de lectura, dibujo y escritura. Me alegro por haberme dado la oportunidad de compartir mis experiencias menstruantes con lecturas tan nutricias.
*Teatrista egresada de la Universidad Veracruzan. Desde el año 2012 trabaja en la administración pública y en la promoción a la lectura. Actualmente es docente del Colegio de Veracruz y también directora de Actividades Artísticas en la Secretaría de Educación de Veracruz.