Laura Jayme*

Esto de nacer mujeres en el tiempo de Despentes

Es difícil, no sé por dónde empezar

Si yo pudiera ser perra, por favor dejadme serlo

Solo pido ir sin correa a pasear

Rigoberta Badini

XALAPA, VER.-Ahora mi vida es un poco más incomoda que cuando fui niña en esa familia y en esa casa en Aguascalientes: sigo sin cuarto propio y parece que la estigmatización social no cederá por mucho que llore. También intento emerger de mi zulo y algún día dejar de estar superviviendo; la diferencia es que hoy escribo,  tengo la oportunidad gracias a la confianza de otra mujer, de ser publicada y tal vez leída.

Gracias Karla Martínez y familia MUJERES Shaíque por confiar en mí y desde el año 2021, dejarme ser parte de un espacio de libertad y seguridad para exponerme; es muy importante en este momento de mi vida porque siento que soy parte de las sustancias que nos nutren en esta gran alquimia cultural.

De parte del suplemento Veracruz, gracias y más amor correspondido a cada edición. Deseo con el corazón que vengan otras décadas más para nuestra amada revista y que cada una de las colaboraciones que por acá compartimos sean significativas.

En pleno siglo XXI seguirá siendo un privilegio escribir y leer mientras existan lugares en el mundo donde las niñas y mujeres no tengan que esconderse para hacerlo, por eso trabajar para la revista MUJERES Shaíque es prueba que la esperanza resiste en cada página y yo deseo estar aquí.

Para esta colaboración, voy a insistir en la importancia de tener una biblioteca personal que esté nutrida de las lecturas de las mujeres feministas contemporáneas, así que en las siguientes líneas les voy acercar sugerencias para comenzar a compartir lecturas y críticas sobre el devenir feminista. Y de paso, actualizamos algunas posturas para movernos del privilegio y así sumar una mirada más objetiva en la toma de decisiones.

Ser mujer y escribir, no es una hazaña en el mundo contemporáneo; el acceso a la educación para las mujeres ya es un hecho desde hace más de un siglo y cada día se publican centenares de textos sobre y hechos por mujeres. Entonces, es cuando respiro con alivio y pienso que en mejor época no pude haber nacido; ya no es necesario vestirse de hombre o usar el nombre de uno de ellos como seudónimo para poder acceder a una biblioteca o publicaciones.

A los minutos de haber formulado esta tranquilizante reflexión vino a mi mente la voz de la King Kong Virgine Despentes: siempre hemos existido, pero nunca hemos hablado.

Incluso hoy, las mujeres publican muchas novelas y raramente encontramos personajes femeninos cuyo aspecto físico sea desagradable o mediocre, incapaces de amar a los hombres o de ser amadas. Por el contrario, a las heroínas de la literatura contemporánea les gustan los hombres, los encuentran fácilmente, se acuestan con ellos en dos capítulos, se corren en cuatro líneas y a todas les gusta el sexo.

Registré en esta escritora una parte de mí que poco me gustaba reconocer, siento furia y mucho coraje desde que soy niña, me siento fea desde entonces y por la forma de mi cabello tuve tantos apodos que aprendí a ser cruel. Tal vez por eso no me gustaba estar en mi casa de la crianza bajo el mandato y encontré cualquier pretexto para escaparme y desobedecer; las diversas violencias que me atravesaban no me dejaban ver el privilegio en el que crecía: acceso a la educación pública, un techo, comida todos los días además de cuidados en situaciones de enfermedad y el apellido paterno.

El privilegio es un velo que nos resigna la mirada a la comodidad, sin permitirnos empatizar o problematizar las realidades de otras mujeres; afortunadamente, existen las escritoras incomodas que me recuerdan que son más las oprimidas o violentadas hasta sentirse amenazadas, expuestas al riesgo debido a sus proyectos profesionales. No conozco la paz mientras las  periodistas Lydia Cacho y Anabel Hernández sigan exiliadas, no conozco la paz mientras soy testigo del incremento de mujeres indígenas en situación de calle sobreviviendo cada día ante los desplazamientos forzados en sus comunidades de los altos de Chiapas.

Por supuesto que si emergen de esos contextos escritoras, pues yo quiero leerlas: me interesa saber sobre sus procesos, me encantaría preguntarles “¿en qué momento escribes o lees?”. Luego pienso en las vecinas con las que aprendí a fumar a los 15 años (yo lo hacía para verme fatal y ellas porque en las fábricas donde trabajaban todas lo hacían); imagino que nuestras referencias eran distintas, pero el vicio nos unía. Pronto esas diferencias nos separaron pues ellas comenzaron a tener hijitos y yo biblioteca personal, y dudo que tengan acceso a este contenido y puedan reclamarme si soy arrogante por compararnos, pero ellas no leían antes, menos ahora y eso que tuvimos acceso a las mismas oportunidades en educación básica. ¿Por qué en el país de las mismas oportunidades, en la obligatoriedad en la educación media superior y superior unas tenemos como opción -incluso modo de sobrevivencia- el escribir y otras ni se imaginan que pueden hacerlo? En el caso de las mujeres migrantes, desplazadas o en exilio, ¿cómo vamos a rescatar sus narrativas, críticas o líricas? Existe una supuesta idea que el mundo para las mujeres que escriben mejora, las hazañas de Sor Juana Inés de la Cruz quedan como origen de la lucha de las mujeres hispanohablantes por ser leídas y comentadas, masculinizándose como estrategia infalible y también aceptando el descrédito, la difamación como correspondencia a tamaña osadía. Me descompone pensar que se mantengan esas prácticas y otras de carácter mortal hacia las periodistas mexicanas.

Definitivamente leer a Virgine Despentes y La Teoría de King Kong me había llevado a otro lugar, dejé de consumir la Literatura Universal, me exigí continuar con la búsqueda en la literatura mexicana hecha por mujeres, deseaba encontrar personajes en historias que me representaran y de ser posible, literatura que aportara algo a mi comprensión del feminismo.

Para mi buena suerte, como dice Rosa Montero, me encontré con otra hidrocálida: Dahlia De la Cerda, escritora feroz, y de quien leí sus cuentos Perras de reserva  y por muchos momentos me dije “ahora sé detectar la narrativa autobiográfica”. Gracias a la lectura de Despentes puedo reconocer planteamientos teóricos incomodos y su libro Desde los zulos me apoya a comprenderme socialmente, me acompaña en la tarea de explicarme cómo a pesar de ser sistemáticamente traicionada por las mujeres, me aferro a ser feminista.

La rebeldía, los desafíos de los estereotipos de género y la subversión contra lo que considero injusto, es algo que aprendí, desarrollé y puse en práctica antes de nombrarme feminista. Antes de comunicarme como feminista aborté dos veces en casa usando misoprostol, la primera antes que el aborto fuera legal en la Ciudad de México y fui honesta con todo mundo al respecto.

Como incendiaria que soy, me resulta necesario socializar mis lecturas, entonces, fue cuando me suscribí a un grupo en Facebook llamado “morras lectoras con mucho carisma”, un grupo privado con 32 989 miembros. El 28 de marzo compré mi libro en físico y le hice una foto para postear en dicho grupo “Háganse un favor y lean a Dahlia De la Cerda.”. A los dos días de mi publicación, ya era miembro destacado del grupo por haber provocado 239 reacciones de las cuales hasta este momento han acrecentado la lista de comentarios que me confirmaron la incomodidad que las mujeres sentimos ante la escritura de Dahlia, el privilegio una palabra muy manoseada que tal vez para muchas mujeres usuarias de redes sociales ya no signifique nada, pero si lo colocamos junto a la palabra opresión, pronto todas podremos reconocer cuáles son nuestras zonas incomodas. Claro que Dahlia De La Cerda es incómoda, abraza su naturaleza salvaje y no pide permiso pues asume la “educación” de la buena Chica como dice Despentes, ¿para qué? ¿A quién le beneficia que las mujeres sigan bien educadas? Simplemente me libera leerla, me identifico tanto con sus historias de vida por contar con las mismas referencias y me encanta que las personas de “letras”, como se hacen llamar, digan que no es literatura. ¡Claro que lo es!, solo que pensar es difícil y lo más fácil es juzgar, es que se ha reaccionado de manera violenta hacia su obra, pero insisto en recomendar su lectura y de ser posible, andarla comentando a la menor provocación.

Para mí, fue un placer redactar las recomendaciones para esta edición y espero que la resonancia haga efecto y provoque algo, pues la lectura de mujeres es el principio de la Revolución Cultural, así que nos falta mucha artillería para estas luchas.

 

*Laura Jayme Barrientos es teatrista egresada de la Universidad Veracruzana desde el año 2012 trabaja en la administración pública y en la promoción a la lectura, actualmente es docente del Colegio de Veracruz y también directora de Actividades Artísticas en la Secretaría de Educación de Veracruz.

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