Compartir

Laura JAYME*

PACHUCA, HGO.-La oportunidad de conversar es un espacio que pocas personas nos permitimos en nuestro tiempo ordinario, deseo compartir la experiencia de reconocer a María José Castrillo en una charla que desea divulgar el perfil de una mujer psicóloga, terapeuta social e interdisciplinaria, me narró su infancia, y me contagia su pasión por el movimiento corporal y compromiso con la transformación psicosocial.

Desde que recuerda, María José Castrillo estaba en movimiento. En los veranos de infancia, el patio de aquel pequeño fraccionamiento de seis departamentos se convirtió en pista de ruedas, bicicletas, patines. Allí, con su hermano, con los vecinos, con sus primos, vivía la fascinación por “andar en ruedas” —una metáfora temprana de su vida: rodar, avanzar, explorar. “Amaba andar en bici y en patines… eso era mi cosa, como estar con amigos en grupo y sobre ruedas”, recuerda.

Tengo la fortuna de conocerla en movimiento actualmente radica entre Costa Rica y México, colabora East Side Institute con personas enfocadas en procesos terapéuticos grupales y en la creación de entornos de crecimiento personal y formatos de transformación y gozo. El proceso de profesionalización articulado desde la libertad y la atención del cuerpo desde el gozo y el baile ha creado un perfil al cual no se puede ser indiferente, valiente y divertida tengo la alegría de conocerla como amiga y presumo de su generosidad y excelente sazón.

Destacó que desde que María José Castrillo conversó en grupo en Aguascalientes sobre experiencias poliamorosas mis ideas sobre los “afectos” comenzaron a ponerse en duda, ¿Por qué las mujeres amamos a los hombres? ¿Quienes dictan y castigan si no somos mujeres amando hombres?¿Con cuál especialista de la salud se revisa una preferencia de género y por qué? La provocación de desprogramar el mandato a favor del crecimiento de las mujeres me fascina, encuentro la posibilidad, la fisura por donde entran los rayos del sol en la muralla y la esperanza.

Majo trabaja con personas en diversos lugares  del mundo, coinciden en línea cada semana y se ocupan del diálogo análitico y empático, generan redes de colaboración y encuentro, al especializarse en atención grupal los beneficiarios de su servicio se acrecenta hoy nos honramos en reconocer a María José Castrillo con la personalidad de una verdadera alquimista contemporánea.

Infancia, ruedas y memoria

Desde los tres años aproximadamente guarda los primeros recuerdos. Y lo que aflora de ellos es una infancia más libre que estructurada, dentro de lo posible. “Mis papás… no creo que fueran autoritarios. Nos dejaron mucho como experimentar y equivocarse… celebraban cualquier cosa”. En ese microcosmos de garaje y bicicletas se dibujan imágenes de autopistas imaginarias de carritos con su hermano, disfraces, flores convertidas en perfumes. Juegos que, en ese pequeño mundo, fueron espacio de creación, comunidad y cuerpo.

Pero también existe la valoración analítica de esa infancia: María José entiende que las infancias necesitan un tejido social que sostenga el derecho al juego, al disfrute, al cuerpo libre. Desde su posición como terapeuta dice: “las infancias que sustituyen el juego por el trabajo… para mí es algo muy triste… no hay tejido social”. Aun así, matiza: no hay determinismo. La infancia “moldea”, pero no condena: “las personas podemos crecer y desarrollarnos en cualquier momento”.

Ella misma comenzó a trabajar a los 16 años: un primer empleo de archivo en el bufete de una amiga, “muy divertido y muy raro porque es algo que nunca más volví a hacer”, dice. Fue su puente hacia la autogestión. Aunque sus padres seguían apoyando aspectos esenciales (vivienda, transporte, educación), ella asumió que cualquier extra debía venir de su trabajo. Esa libertad financiera temprana se convirtió en un valor central —como persona queer y terapeuta, afirma que la independencia económica para una mujer es una condición de posibilidad, tanto personal como clínica.

Conocer a María José es comprender que su formación personal es cuerpo y movimiento

En su trayectoria profesional la dimensión del cuerpo emerge como columna vertebral. Bailó, entró al movimiento, descubrió que el cuerpo tiene sabiduría propia: “más de lo que creemos… hay neuronas en cada centímetro de nuestra piel… todo nuestro cuerpo piensa y siente al mismo tiempo”. Una experiencia de dolor crónico le abrió las puertas a la exploración somática, interdisciplinaria: el teatro, lo performativo, el clown, la danza terapéutica, la psicología. Así, su perfil se volvió alquímico: fusionar cuerpo-mente, psique-vivencia, clínica-creatividad.

En su práctica como terapeuta social y grupal, ese enfoque interdisciplinario se traduce en crear espacios donde el cuerpo, el juego y el gozo formen parte del proceso terapéutico. Pregunta a sus pacientes: “¿y usted qué más disfruta hacer?” No se queda en la cura de síntomas, sino en rescatar el placer, la exploración, el cuerpo vivo. Porque reconoció que vivimos en sistemas que penalizan el cuerpo, que imponen disciplinamiento desde la escuela, el género, la “normalidad”. Su activismo y su clínica confluyen en subvertir ese mandato, en invitar a moverse distinto, a sentir distinto, a habitar el cuerpo de otro modo.

 

Perfil profesional y visión clínica

Hoy, como psicóloga y terapeuta social, María José ofrece consultas individuales, de pareja y grupos. Trabaja con perspectiva de género, bilingüe, de manera internacional. Su práctica se nutre del activismo queer y de décadas de trabajo colectivo en Latinoamérica. Su enfoque grupal, que llama “terapia colectiva”, parte de la convicción de que el sufrimiento humano no es una propiedad privada, sino algo que se comparte, se nutre, se transforma en comunidad.

María José dice que muchas terapias invisibiliza el hecho de que el dolor, la vergüenza, la humillación, la soledad, siguen patrones comunes entre culturas y continentes. Y que acompañar desde ese conocimiento implica abrir espacios donde las emociones puedan salir, dialogar, ser compartidas. Esa es parte de la alquimia de su perfil: combinar lo individual y lo colectivo, lo clínico y lo político, lo corporal y lo cognitivo.

Cierre inspirador

María José Castrillo es una profesional que invita a rodar, pero no solo a rodar: a rodar con conciencia, a patinar entre la palabra y el cuerpo, a que el juego y la disciplina coexistan sin que una devore a la otra. Su infancia, con ruedas y libertad; su cuerpo, con danza y dolor; su profesión, con ética y comunidad; todo converge en un trayecto que es a la vez personal y social. En un mundo que prima lo estructurado y lo utilitario, ella recuerda que el juego, el cuerpo, el disfrute no son secundarios: son el catalizador de la transformación.

Para la revista mujeres Shaíque, este perfil de terapeuta multidimensional abre una conversación vivaz sobre cómo vivir, cómo sanar, cómo movernos. Y nos deja una pregunta al lector: ¿cómo habitas tu cuerpo? ¿cuándo fue la última vez que jugaste libremente? Porque quizá, como ella ha descubierto, encontrar-se es también reencontrar al niño o la niña que patinaba en el garaje, que imaginaba autopistas, que transformaba flores en perfumes… Y entonces, la terapia ya no es solo un espacio de remediar, sino un espacio de volver a moverse.

 

*Egresada de la Facultad de Teatro por la Universidad Veracruzana actualmente se desempeña como docente en el Colegio de Veracruz y en el Instituto de Artes de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo. Promotora de lectura de escritoras mexicanas y cuenta cuentos.

Compartir