Pluma invitada: Dulce Angélica Márquez Mendoza
XALAPA, VER.- Nací sociológica, y probablemente podría resultar pretenciosa dicha afirmación, sin embargo, al reflejo de mi interior le resulta imposible ocultarlo pues el deseo de analizar y cuestionar todo aquello que me rodea es un elixir que me acompaña desde los catorce años. En mis andares, actuares y pensares se hace presente una conciencia sociológica que pretende responder el porqué de las cosas, inclusive de aquellas que ejecuto como acto de rebeldía, por ejemplo, sentarme a disfrutar un filme durante 105 minutos bajo el yugo de la cultura del rendimiento, de la productividad.
Hoy, luego de haber cometido tal acto, me encuentro aquí, explorando en cada letra una forma de transmitirles lo que HARTA de Tyler Perry me hizo sentir aquella noche de octubre.

| Figura 1. Mientras escribo |
Janiyah, madre soltera, mujer empujada al borde por un sistema que lleva años ignorando a quienes más necesitan ser vistas, protagoniza el más reciente estreno de Netflix, una película que no sólo relata una historia, sino que muestra, sin adornarse, la violencia sistémica, estructural y coyuntural, así como, la desigualdad que moldean el mundo moderno. HARTA comienza con una serie de imágenes que, desde el primer instante, buscan incomodar a espectadoras y espectadores, al colocarlos, en aquel cuarto estrecho, insalubre y emocionalmente caótico que rodea la vida de Janiyah. ¿Y cómo podría ser de otra manera? Entre montones de papeles se asoma una orden de desalojo que presagia la tormenta, mientras el sonido desesperante de un ventilador retumba como un recordatorio constante que incluso descansar es un lujo inalcanzable.
A través de un corte en la escena, vemos a Janiyah cargando a su hija al salir del hospital; la cámara, sin avisar, nos regresa a una recámara ahogada por las voces lejanas, pero igualmente ensordecedoras, de los vecinos. Ese pequeño cuarto se ha transformado en un refugio precario para ella y su pequeña Aria, quien, tras complicaciones durante el parto, sufre convulsiones frecuentes. Pero el sistema de salud, lejos de ser un aliado, se convierte en el monstruo reconocible de tantas historias contemporáneas, un monstruo que castiga a quienes no poseen los recursos económicos para comprar seguridad social, un monstruo que, en lugar de sanar, desgarra la herida abierta de Janiyah al negarle a Aria las condiciones mínimas para mejorar su salud.

| Figura 2. Escena de la película HARTA |
Sin redes de apoyo, con una economía en ruinas y con un panorama médico que más que respuestas le devuelve silencios, la salud mental de Janiyah comienza a desgastarse poco a poco. Sin embargo, el detonante definitivo del colapso aparece cuando recibe una llamada urgente de la escuela de su hija. Ella estaba trabajando en un supermercado, un trabajo que, además de mal pagado, no le ofrecía las condiciones laborales básicas, y al solicitar permiso para salir, su jefe se lo niega sin empatía alguna. En su desesperación por llegar a su hija, intenta escapar; su jefe la alcanza, la despide, y en medio de un conflicto peligroso que escapa de su control, el jefe termina muerto. Janiyah, aterrada, logra huir para ir por su hija, pero antes de hacerlo acude al banco con la esperanza de obtener un préstamo que pueda aliviar, aunque sea un poco su situación. No obstante, una vez más, la indiferencia y la rigidez institucional se imponen, negándole cualquier tipo de apoyo. Al borde de la ruptura mental, sin opciones, sin respiro, y arrastrando el peso de todas las condiciones que ya he descrito, decide retener a algunas y algunos clientes y trabajadores dentro del banco.

| Figura 3. Escena de la película HARTA |
Entonces aparece la policía. No con cautela ni con escucha, sino con un operativo abrumador, enorme, perfectamente planeado y repasado una y otra vez como si de una terrorista se tratara, mismo que fue diseñado para “someter” a la mujer que creen está ejecutando un atraco. Frente a ese despliegue desproporcionado, la película introduce una luz de humanidad, de empatía y solidaridad, y ella es Kay Raymond, detective interpretada por Teyana Taylor. Kay es la única que sospecha que Janiyah no es una homicida, ni una delincuente buscando dinero fácil. Es la única capaz de mirar más allá del estigma, de escuchar más allá del ruido. Cuando comienzan a comunicarse, se abre un espacio íntimo, casi sagrado ya que, por primera vez, Janiyah puede establecer un vínculo real con alguien que no sea su hija. Y en ese diálogo, desde la vulnerabilidad, logra demostrarle a Kay que todo lo que ha hecho no nace del crimen, o de la desviación social, sino del instinto de proteger a su familia, a Aria. Kay lo comprende no sólo como una detective, sino como mujer que también carga su propio y doloroso pasado, uno que se refleja como espejo en las experiencias de Janiyah.

| Figura 4. Escena de la película HARTA |
Tras una breve investigación, la policía comienza a corroborar la historia de Janiyah. Esa escena inicial, donde ella sostiene a su hija envuelta en una cobija al salir del hospital, empieza a adquirir un significado distinto. Porque la policía no sólo confirma que lo declarado por Janiyah, es decir, las condiciones que la empujaron a tomar rehenes dentro del banco son reales, pero también descubre algo devastador: Aria había muerto la noche anterior. La llamada de la escuela nunca existió. Aquella mañana, Janiyah manejó como cada día para llevar a su hija, pero nadie, excepto ella, bajó del coche, abrió la puerta y se despidió como si Aria estuviera ahí, pero sus manos sólo rozaban el aire. Todas las interacciones, las urgencias, los miedos, las decisiones desbordadas que tomó ese día estaban marcadas por un dolor inimaginable, producto no sólo del duelo, sino de un sistema que obliga a millones de madres solteras a sobrevivir en condiciones imposibles.
Finalmente, todo lo que rodeaba a Janiyah terminó por desbordarse. No sólo cargaba con el abandono de un sistema que la llevó a perder a su hija, sino que también, las pocas cosas que ella tenía acabaron tiradas en la calle, bajo la lluvia, desechadas. Y así, en medio de ese colapso que venía acumulándose desde hace años, Janiyah terminó en la cárcel, acusada de secuestro y asesinato, atrapada en una vida que nunca dejó de empujarla hacia el borde.

| Figura 5. Escena de la película HARTA |
La película nos obliga a mirar de frente esa realidad, la de mujeres que cargan solas responsabilidades emocionales, laborales y económicas que deberían ser compartidas colectivamente; mujeres abrazadas únicamente por la soledad, por jefes indolentes, por instituciones que las ven como números y no como vidas. Vivimos en una sociedad que precariza las emociones y los sentimientos, que ridiculiza el sufrimiento, que reproduce esa ridiculización en redes sociales con memes y dibujos grotescos de lo que es ser madre soltera, en una que convierte la lucha diaria de estas mujeres en burla y señalamiento. Hoy, HARTA se transforma en un espejo que nos recuerda que detrás de cada colapso hay una historia de abandono sistemático.
Cuidar, trabajar y amar, aunque el alma esté rota reflejan el HARTAzgo para con un entorno que se burla, invisibiliza y minimiza a las madres solteras. Porque estar HARTA no es sinónimo de incapacidad, es una palabra que busca expresar el cansancio y la soledad que las madres solteras enfrentan día a día.
*Licenciada en Sociología por la Universidad Veracruzana y Maestra en Ciencias Sociales por el Instituto de Investigaciones Histórico-Sociales de la UV. Integrante del Área Editorial de Sociogénesis, Revista Digital de Divulgación Científica de la Facultad de Sociología de la Universidad Veracruzana e integrante de la Red de Investigación de Religión y Espiritualidad en la Sociedad del Instituto de Ciencias de la Religión, Universidad Complutense, Madrid, España.








