Quisiera que estuviera todo obscuro y que,
al despertar, hubieran pasado muchos años
y ya se me hubiera olvidado
.
Los Duendes, Luisa Josefina Hernández.

 

Georgina ESCOBAR TREJO

 

XALAPA, VER.-En principio, este texto planeaba ser la reflexión de una actriz, tras el estreno de la obra Los Duendes de Luisa Josefina Hernández (una dramaturga por de más destacada en el teatro mexicano), sin embargo, a causa de los usos y costumbres de la administración pública este montaje no pudo pisar los escenarios.

A finales de 2022 la Dirección de Actividades Artísticas (DAA) de la Secretaría de Educación de Veracruz (SEV) preparó un homenaje a la labor artística de la dramaturga Hernández, que consistía en la conferencia: Luisa Josefina Hernández, brilla con luz propia en el teatro mexicano, impartida por la maestra Estela Leñero; el montaje del monólogo Ciertas cosas y la obra Los duendes con la compañía de teatro Puskat de la DAA, que contaba con directora y actores invitados; además, de otras actividades que solo quedaron en el tintero de las organizadoras.

Varios sucesos lamentables acontecieron al realizar este homenaje. Uno de los más gravosos fue el fallecimiento de la dramaturga a sus 95 años, cuyas aportaciones nutrieron al teatro nacional y a la literatura hispanohablante.

Tras su lamentable perdida, dieron inicio las actividades del homenaje, ahora post mortem, en principio con la conferencia de Estela Leñero, seguido del monólogo Ciertas cosas. La obra Los duendes, donde la que suscribe interpretaba al personaje de Francina, estaba en proceso de montaje y con estreno proyectado para el 8 de septiembre del 2023 en el teatro La caja de la Universidad Veracruzana.

Sin embargo, esto no sucedió. La apatía política y los movimientos administrativos por parte de la máxima institución pública que vela por la educación y cultura del estado Veracruzano, cancelaron abruptamente la obra Los Duendes, negando la continuidad del homenaje a LJH. No omito mencionar que, igualmente se cancelaron los podcast: Poetisas latinoamericanas, el mundo a través de los ojos de la mujer y Mujeres mexicanas en la música. Además de la cancelación de actividades del grupo Corredoras fomentado por el equipo de salud y bienestar y la desintegración de la compañía Puskat que buscaba reivindicar el teatro hecho por y para mujeres. Estas cancelaciones fueron derivadas de una serie de despidos injustificados, disfrazados de renuncias voluntarias, con amenazas de por medio.

Tras desconocer que este montaje sería un reto, no en materia artística, sino en temas de dignidad laboral, relaciones asimétricas de poder y falta de perspectiva de género, pudiera decir que dejé en este montaje tiempo, esfuerzo, dinero, sesos y mis más profundos deseos de hacer teatro. Con todo ello, no puedo negar que disfruté los hallazgos de cada ensayo, la conexión con mis compañeros de escena y las miles de lecturas hechas al texto de Josefina Hernández. Así que, con la rotunda e inapelable decisión de cancelar el proyecto he transformado esta reflexión sobre mi experiencia en el escenario, a mi experiencia en un aborto creativo.

El elenco estaba conformado por: Lizbeth Rodríguez como la abuela, Ada Lidia Bretón como Arabela Golden, Pedro Eduardo Martínez como Gastón, Juan de Dios Avilés como Enrique Llach y la que suscribe el presente como Francina, en la dirección Tania Hernández.

Al iniciar el proceso de montaje, Tania, nos preguntaba – ¿Qué de nosotros hay en esta obra? – y aunque fue una pregunta que cada uno debía resolver en la acción dramática de la creación de sus personajes, fue algo que quedó muy presente en mi durante todo el proceso. Es decir, qué tan cierto es que en cada obra artística hay fragmentos de nuestras verdades, nuestras proyecciones, nuestros deseos de ser en la ficción. Esta reflexión me llevó al coloquio en homenaje a LJH realizado por la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, donde la Maestra Nadia González Dávila habla sobre la manera de seleccionar, filtrar, sintetizar y recrear estéticamente la realidad para llevarla a la ficción, porque, según ella la vida no es estética, la vida es una desgracia a la que hay que cerrarle la puerta constantemente (2023). No dudo que cada obra de LJH tenga una manifestación de su ser, pues como dramaturga, escritora y docente asumía la responsabilidad y compromiso con el espectador y su alumnado.

¿Qué tantos pedazos de ser nos dejaron las obras de LJH en cada palabra que dejó escrita? Es interesante pensarlo de esa manera, pues según el Dr. Oscar Armando García de la UNAM alumno suyo comenta que: El creador tiene una responsabilidad moral con su sociedad; el alfa es la acción dramática en el texto, pero el omega es el efecto en la audiencia y esto implica una responsabilidad moral insoslayable (2023). Es decir que le permite a la audiencia purgar sus emociones con información reciente para el manejo de la realidad al encontrar figuras de identificación que le permitan explorar testimonios de su alma y experiencia.

Los Duendes es una comedia que presenta una doble trama de amor. En ella los personajes se confrontan con sus ideas preconcebidas sobre si mismos, el amor y la belleza. Hay un quinto personaje, “La abuela” que rompe con el desarrollo tradicional de una comedia de final feliz. En ella transitan los absurdos que semejan a un cuento de hadas, pero a la vez nos regresan a una realidad devastadora en donde los personajes son manipulados a merced, lo que nos hace ver cómo a pesar de todos los intentos de liberación y de cambio, regresan a la posición de inicio.

Con esta sinopsis, escrita por la directora y una de las actrices, es que me pregunto, ¿qué de mí dejo en esta obra?

Francina, es el personaje, al que una ruptura amorosa la deja en un estado de añoranza, un estado en el que pasa sus días con los objetos que le recuerdan la presencia del ser amado. ¿Cuántos de nosotros no hemos pasado por este estado? Infinidades de obras se han escrito o desarrollado en nombre de las presencias y los humos grisáceos que habitan en los rincones de nuestra casa, que se conservan en las huellas de los objetos tocados y que peor aún, llegan en los momentos más inesperados.

Abuela: A mí también me dejo mi novio

Francina: ¿y qué hiciste?

Abuela: Me busqué una presencia, como tú.

Francina: ¿y después?

Abuela: Un Enrique Llach…

Hace poco más de un año tuve justamente los sentimientos por los que pasa Francina, no encontraba consuelo ante la presencia que se había atorado en los rincones de mi habitación. En la obra Francina es influenciada por su abuela, de forma que se empeña en encontrar un remplazo para la presencia, llamando a un tal Enrique Llach, que de forma fría y metódica le había propuesto matrimonio tiempo atrás, así tras tomar la decisión de no volver con la presencia, se enamora de Enrique como por arte de magia, algo sin duda, posible en la ficción.

En 1963, tiempo en el que se publicó y estrenó la obra, probablemente esto hubiera sido una buena opción, y lo es mejor, considerando la ficción y el absurdo en el que está escrito, es decir, buscar un reemplazo para no sufrir el mal de amores; pero en pleno 2023 no me parecía una opción viable para liberarme de la presencia. Así que, tras mi catarsis ante el abandono del ser amado –no importa quien sea, ni lo que haya hecho-, me dispuse a liberarme con diferentes recursos que enlisté en el siguiente decálogo.

  1. Salir a correr.
  2. Baños con agua fría.
  3. Reforzar mis vínculos afectivos.
  4. Verbalizar la problemática.
  5. Cerati, Páez, García y Spinetta.
  6. Llorar, llorar y llorar.
  7. Contacto con la naturaleza (observar en silencio).

…La presencia ha desaparecido para siempre.
Claro es que vendrán otras;
pero completamente distintas.

 

Ante el desasosiego emocional que vive este personaje me reivindiqué con mis propios dolores, me asumí afortunada de no tener que buscar un Enrique Llach para liberarme de la presencia, de no tener una familia incisiva que todo el tiempo está echando limón en la herida, sino al contrario, que me abraza y acepta tal cual soy, sin un Gilberto o un Enrique.

LJH nos regala en la ficción de Los duendes un final donde, Francina, vuelve a enamorarse y a ver la vida de colores, Gastón y Arabella permanecen juntos a pesar sus diferencias y de alguna manera la Abuela sigue teniendo el control de la familia. Sin embargo, en la actualidad no me convencen los finales que involucren un remplazo, ni amoroso, ni creativo, hay finales que terminan en ausencia, en quietud, que sirven de autoconocimiento y que nos recuerdan esta constante búsqueda de nuestra esencia. Por si fuera poco, he encontrado que permitirse estar triste por las presencias que ya no nos acompañan en nuestra vida, trae beneficios como tener humildad y agradecimiento por las experiencias vividas, mejora la capacidad de escucha, aumenta la empatía y reestructura nuestro sistema de valores.

Lamentablemente, este proyecto no vio la luz del día, pero –nada nace y muere en el mismo lugar, ni los hallazgos se hacen en el mismo sitio-. El tiempo hará lo que mejor sabe hacer y esta experiencia en principio enriquecedora, catártica y estimulante; que hoy me parece desgastante, triste, frustrante y muy injusta, me llevará a conocer otros universos y formas de trabajo, de la misma forma en la que enfrenté la pérdida del ser amado.

Me destruyeron el corazón, lo reconstruí. Me destruyeron mis proyectos, los reconstruiré. Deseo al lector o lectora que, ante el derrumbe emocional, la incertidumbre y el desasosiego consulte el decálogo y se permita tomar la decisión de liberarse de la presencia, de esa manera, con mucha paciencia y voluntad, quizá pueda seguir con plenitud su paso por esta vida.

 

 

 

*Docente en teatro y artes circenses, actriz y egresada de la Facultad de Teatro de la Universidad Veracruzana. De 2021 a 2023 formó parte de la Dirección de Actividades Artísticas, actualmente es co-fundadora del grupo teatral independiente La Mula Roja y entusiasta investigadora teatral y cultural.

 

 

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