Y lo que llamamos amor es el deseo de unirnos y de fundirnos y de confundirnos, tal como estábamos antes, en el seno del dios globular que la discordia rompió. Marcel Schwob

Edgar SAAVEDRA*

I

Una obra de arte es una construcción silenciosa. O por lo menos eso creemos. A menos que pudiéramos penetrar el pensamiento del creador. Sin duda, veríamos un espectáculo sináptico de emociones, referencias, inventiva, datos, imágenes, recuerdos, sentimientos andando despacio o a prisa, volátiles o espesos por los más inesperados pasadizos; libros en una vorágine de citas en la punta de la lengua, palabras, máximas, lecciones, charcos, ríos, cascadas, mares, ¡mundos! Son el vuelo delta o los tras bambalinas de todo autor participando en la manufactura del cuadro, la sinfonía o el poema.

II

  1. Vázquez se ha dispuesto a seguir los designios de una floreciente creatividad: la búsqueda en pintura de su «árbol cargado de ángeles» a la manera de Willian Blake. Árbol y ángeles, justamente como elementos de un prolegómeno legendario del que ella hace referencia a partir de la lectura del Génesis (historia que señala el inicio de nuestra truculenta aventura como humanidad). Los versículos del capitulo 2 mencionan que Dios creo al hombre, que lo puso en un jardín llamado Edén (palabra cuyo significado es placer), que le permitió comer el fruto de cualquier árbol excepto de uno llamado «árbol del conocimiento de lo bueno y lo malo» ubicado en al centro del vergel. Pero Adán no soportó la prueba de lealtad y junto con su esposa, Eva, fueron expulsados de ahí: «De modo que echó al hombre, y al este del jardín de Edén puso querubines y la hoja llameante de una espada que giraba sin parar. Así se bloqueó el camino que llevaba al árbol de la vida». En términos de pintura los artistas se han dado vuelo a lo largo de los siglos en plasmar e interpretar semejante episodio de aquella primera pareja humana. La pintora L. Vázquez no ha sido excepción, como queda manifestado en la exposición Al este del Edén.

III

Desde una conceptualización artística, ¿qué significa la expresión al este del Edén? El registro dice que el Edén quedó geográficamente al este. Es decir, ese jardín de las delicias quedó bloqueado, infranqueable dado sus poderosos centinelas. Nada ni nadie podría ahora penetrar ese lugar, ni siquiera para un picnic de ocasión. Y así quedaría hasta la desaparición gradual de su esplendor. Hasta que apareciera el arte de la pintura y retroalimentara ese destino para proponer, quizás no tanto el final de la maldición, pero sí un salvoconducto, un recordatorio de que no todo estaba perdido, como de hecho también indica así la lectura del primer libro del Antiguo Testamento, pues ahí mismo se encuentra la primera esperanza para la humanidad después de la caída.

IV

La desavenencia no es la protagonista de esta crónica visual de L. Vázquez, sino la realización de un planteamiento artístico que, aunada una fuerza metafórica de profundo contenido, permite la recreación de la historia primigenia y sus consecuencias al son del libre albedrío de la artista. En esta exposición hay pinturas de elegantes perplejos, como la titulada Metáforas de la pandemia. Esta obra tiene una sutil epifanía de flores, particularmente retrata a la llamada dama de noche, arbusto que ha crecido en la pared de su casa. La pintora rememora que esta planta nació gracias a unas ramitas que fueron traídas del jardín del Francisco Toledo, cuando el pintor aun vivía en su casa de Murguía, la misma que se mandó a balear durante el mandato de Ulises Ruiz. Florece una vez al año y cada flor abre solo una noche, suficiente para mostrar su fragancia y esplendor. Han servido –dice ella– para paliar el sopor del confinamiento y como pretexto esperanzador que adornan visualmente los argumentos de mi obra.

V

En la pintura siempre sucede ese fermento regenerador. Son muchas las fuentes de donde provienen las ideas y muchos los prismas subjetivos por donde circulan para cambiar de tono. En términos formales, incluso, cada pintura es una narración fragmentaria que aprehende la historia. Por ejemplo, en varios cuadros aparecen imágenes alusivas a la estatuaria grecorromana para conformar un nuevo canon expositivo. Una de estas pinturas es El cuervo, título tomado del poema homónimo del escritor Edgar Alán Poe. Bajo un halo de presagio y frente al busto de Palas Atenea –una polifacética diosa griega– el cuervo pronuncia la famosa frase: «nevermore», nunca más. ¿Es, como se ha dicho, la atmósfera de un lento descenso hacia la locura dada la pérdida de una amada? Lo cierto es que el pasaje da inicio con la lectura de un raro infolio de olvidados cronicones. En la pintura de L. Vázquez todo es de una quietud esteparia. El cuervo es un cuadro oscuro, literal como literariamente, sí, como la vida en ocasiones. En contraposición tenemos la pintura llamada lacónicamente Esperanza. Aquí el discurso se torna diferente, aunque bajo el mismo hilo iconográfico. Una paloma sale de la Caja de Pandora. La mitología griega cuenta que al abrirse la caja escaparon todos los males del mundo, pero la paloma que representaba lo único bueno dentro del recipiente, al parecer nunca salió. Bueno, la ha liberado L. Vázquez.

VI

Una pintura en formato pequeño titulada La envidia toca el harpa tiene una escenificación casi teatral. Primero hay que encontrar al personaje dentro del campo abstracto que abarca todo el escenario. Pero ahí está él (o ella) arriba a la izquierda, con la nariz respingada y mirando con desdén un par de flores de la dama de noche. Lo dijo Francisco de Quevedo: «La envidia va tan flaca y amarilla porque muerde y no come».

VI

Estoy seguro que cada lector encontrará en los cuadros de L. Vázquez su propia versión de los hechos. Esta pintora nacida en el norte del país, aunque radicada en Oaxaca, merece la suerte del principiante. Lo ha demostrado con talento y genuinidad en su propuesta. Recuerdo la exhortación de Ernesto Sábato a aquel querido y remoto muchacho, aprendiz de escritor, cuando le dice que, además del talento, necesitará de otros atributos espirituales: “El coraje para decir tu verdad, la tenacidad para seguir adelante, una curiosa mezcla de fe en lo que tienes que decir y de reiterado descreimiento en tus fuerzas, una combinación de modestia ante los gigantes y de arrogancia ante los imbéciles, una necesidad de afecto y una valentía para estar solo…”. Yo, por mi parte, rompo una lanza por ella.

*Periodista cultural.

edgarsaavedra@outlook.com

*Pinturas de L. Vázquez en Casa Bestia-Oaxaca

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