Lalo PLASCENCIA
Dicen los que saben que el alcohol es un lubricante social; una forma de soltar las ataduras o miedos personales que se transforman en la mejora sustancial de las capacidades de socialización de aquellos cuya timidez, inflexibilidad, amargura e incluso imposibilidad física o mental los lleva al distanciamiento o aislamiento.
También es bien sabido que la sangre latina es casi sinónimo de afecto, facilidad de palabra y conexión social. Ahora imaginemos un grupo de latinoamericanos, la mayoría cocineras y cocineros -o al menos dentro del ecosistema de la gastronomía y sus cosas- en un encierro voluntario de una semana en un escenario paradisiaco del interior panameño y con ganas de aprender unos de otros, de conversar hasta el cansancio, de compartir sin competir; y todo eso bañado con adecuadas dosis de cerveza y ron local comercial. Sin dudas, una bomba de tiempo de felicidad, alegría y conocimiento.
Si bien un ron con refresco de cola no le hace daño a nadie, en dosis continuadas y en la frescura de la noche panameña se vuelve un motor de encuentros y convivencia. Una forma de comprender al otro de manera más ligera, sin prejuicios, ahondando en las diferencias y particularidades vistas más como complemento que como distancia.
La sensación de una cofradía, comunidad o grupo se construía durante los días y se cuajaba por las noches. Una sensación de Latinoamérica unida en la que solo el futuro revelará los alcances de esas conversaciones en las que todos nos aseguramos de escuchar, ser escuchados, pensar, comprender y ser comprendidos.
Quedan entonces para la memoria incierta -tal vez sea por los estragos de la noche, porque el ron hiciera su efecto, o porque los buenos recuerdos son fatuos como la felicidad misma y se diluyen entre la verdad y la fantasía- las carnes asadas dentro de un jacuzzi, las caídas en un río que causaron sospechosas bromas entre los involucrados y testigos, el exceso de varias botellas de vino en unas pocas horas, las risas cómplices en la camioneta, las confesiones de vida, vicios y obra, y los enamoramientos repentinos unos fugaces y otros que parecen promisorios. Todo eso y más es parte de una construcción que solo los que bebimos del mismo ron sabremos si es mentira o es verdad, si lo imaginamos, o es parte de una leyenda construida en nuestros días en Endémico 2024. De lo único que sí dará fe el ron es del deseo conjunto de pertenecer a algo más grande, de construir un puente entre nosotros, de visualizar un sueño donde el equipo es más grande que las necesidades personales. Más noches de charla y ron.
Recomendación del mes
Ron Abuelo es la marca panameña más famosa del país. Si bien existen otros esfuerzos locales artesanales y de una calidad superior, es cierto que es la que se consigue en cualquier establecimiento y que en México también podría adquirirse. La marca cuenta con extraordinarias versiones de años de añejamiento en diversas barricas, ediciones especiales y otros diseños, pero es la de 7 años la que ofrece una relación costo beneficio única dentro y fuera de Panamá.
Lalo Plascencia
Chef e investigador gastronómico mexicano. Fundador de CIGMexico dedicado a la innovación en cocina mexicana. El conocimiento lo comparto en consultorías, asesorías, conferencias y masterclass alrededor del mundo. Informes y contrataciones en www.laloplascencia.com