• Mtro. José Ma. Villalobos Rodríguez

Derivado del alto grado de contagio que trajo consigo el COVID-19 en el mundo y en México los niveles de gobierno decidieron lo que el economista Joseph Stiglitz llamó acertadamente:
”poner en estado de coma” a la economía. Esta medida es obligatoria, sin fecha previsible de cancelación o suspensión temporal. Ni siquiera en las recesiones más agudas se había llegado a este extremo: paralizar sustantivamente la mayor parte de los procesos que le agregan valor a los bienes y servicios que se producen, financian y distribuyen en el mundo.

En aras de preservar la salud y la vida la gente fue obligada a abandonar su sitio de trabajo o estudio y a confinarse en sus hogares –sin fecha cierta de poder salir de ahí y con una serie de medidas disparejas referente al pago o no de salario, al cumplimiento o no de prestaciones sociales e, incluso, las obligaciones fiscales o de contratos de crédito o factoraje con instituciones bancarias o cadenas comerciales.
En México, como sucede históricamente, el mensaje de los tres niveles de gobierno han sido confusos, contradictorios y en ocasiones mágicos. Las familias se encontraron en completa indefensión ante sus acreedores, quienes han gozado de manga ancha en sus exigencias dado que por órdenes superiores se cerró toda atención en defensa del deudor y del consumidor.
Ante semejante oportunidad los bancos, casas comerciales y las emisoras de tarjetas de factoraje iniciaron una auténtica carnicería contra sus deudores –ante una pasividad o complicidad de las autoridades que les otorgaron previamente una concesión federal para fungir como intermediarios financieros entre quienes desean ahorrar y quienes buscan un crédito. Las medidas posteriores que los bancos implementaron “para sus clientes más cumplidos” han sido bastante ventajosas para ellos y un reto formidable para el futuro destino de los ingresos de las familias.
El Banco Interamericano y de Desarrollo a través de una de sus filiales armó junto con el Consejo Coordinador Empresarial un fondo para permitir hacer factoraje a los proveedores de las grandes empresas mexicanas. Este esquema que no compromete a la Patria fue chillonamente criticado en cadena nacional por un Presidente que se saltó las clases básicas de finanzas o contabilidad. Factoraje es lo que usted practica cada vez que firma un comprobante ligado a una compra con su “tarjeta bancaria” que tiene como intermediario a VISA o MASTERCARD. Es la compra con descuento de una cuenta por cobrar.
Pero el trato preferencial que en México se le concede a un proveedor de la Ford Motor Company o de la Toyota no es lo mismo que el que recibe una pequeña empresa oaxaqueña que genera empleo y vende en escala reducida y en un mercado local.
La falta de atención a PYMES por la banca concesionada por la Federación en cuanto a crédito y ahorro les obliga a ser más austeras y aceptar condiciones de pago a tasas de usura.
Oaxaca es un estado donde predomina la empresa familiar, poco capitalizada y a quien no le va a hacer ojitos la banca comercial de grandes comisiones y elevadas tasas que le permiten pagar lujosas oficinas y guapas gerentes.
En medio del tsumani económico y financiero que estamos viviendo en nuestro estado están pereciendo a diario pequeñas constructoras, empresas de transporte de carga y pasaje, fondas y restaurantes, cafeterías, bares y antros, papelerías, negocios de prendas de vestir, además de los grupos de familias que por años han sido músicos o gastrónomos en todo el estado.
El confinamiento redujo sensiblemente el consumo y la falta de movilidad de personas a sus centros de trabajo estudio detuvo el flujo de ingreso a los transportistas que bien mal los llevaban y traían de sus domicilios a los centros de trabajo o estudio. ¿Con que va a pagar su renta diaria quien opera un taxi o un camión urbano?. No hay pasaje, no hay ingreso, no hay renta, no hay para pagar la letra….no queda nada para llevar a casa….
Para agravar la situación ya se ha vuelto práctica común que los tres niveles de gobierno en Oaxaca con la mano en la cintura practiquen de manera generalizada el impago.
Esto significa que en Oaxaca venderle, o rentarle un bien o servicio al Gobierno lleva un alto riesgo de falta de pago. Atrasarse en los pagos hasta de las rentas de inmuebles que utilizan dependencias de gobierno es ya casi una obligación – y hay de aquel que se queje.
Con semejante entorno financiero y en un año que ni Día de las Madres tuvimos se puede con facilidad prever mayor desempleo, informalidad y deserción escolar puesto que las escuelas de paga están sufriendo para cobrar desde Pre Escolar hasta postgrado porque el ingreso familiar se ha desplomado rápidamente en las familias.
Tener 60% de incumplimiento en pago de colegiaturas quiebra hasta a Harvard. Y es el caso que se está dando con frecuencia en las escuelas particulares de Oaxaca.
Quienes están lucrando más que nadie en esta pandemia son las farmacias. Los precios de las medicinas, geles, alcoholes están por las nubes sin que autoridad alguna les sancione o clausure.
Al final del túnel – y como sucedió en 2006 – se ve una lucecita de esperanza: el Banco de México está dispuesto a apoyar a las PYMES oaxaqueñas. Para ello se requiere que los bancos, cajas de ahorro y sociedades financieras de objeto limitado (SOFOLES) se adhieran el programa cuyas reglas ya se publicaron en el Diario Oficial.
En el proceso de recuperar la normalidad en Oaxaca tras el encontronazo del Gobierno federal y su sindicato de educadores oaxaqueños se implementó desde la Secretaría de Economía estatal un trabajo coordinado con Banorte, Banamex, Nafinsa, FIRA y múltiples cajas de ahorro en todo el estado. La cartera vencida fue mínima y se recuperaron empleos, ingreso y la paz socio económica de las familias que tenían pequeños negocios en las regiones del estado.
Por el alcance nacional del estado de coma inducido al país, habrá ahora mayor competencia por los fondos que a tasas razonables se ofrecerán a partir del fin de junio 2020.
Recordamos que en 2006 el gobierno del estado de Oaxaca solo aportó el 3% de los recursos totales del financiamiento otorgado y que Alfredo Harp, Enrique Sada, Eduardo Victoria y Jorge Zariff y su magnífico equipo junto con el trabajo de las cámaras empresariales hicieron posible que emprendedores oaxaqueños salieran de bache y siguieran adelante con su vida productiva y ordenada en las ocho regiones de Oaxaca,
Esa hazaña oaxaqueña de recuperar la normalidad económica con responsabilidad tiene toda la factibilidad de repetirse porque como se dice en inglés:
“If there is a will, there is a way”….o sea si hay voluntad de todas las partes de salir de este coma inducido en la economía de nuestro estado, habrá una manera de hacerlo posible.

 

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