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Ana Edith ORTIZ*

El próximo sábado es 8 de marzo, seguramente cuando me estés leyendo será el verbo en pasado, que importa, lo interesante y fundamental es que, el 8M, es desde 1893 (y seguirá siendo por muchos siglos) un referente histórico, una actualidad o un deseo ferviente en cada mujer y niña de la época en la que sea que se encuentre, de vivir una vida plena, en igualdad sustantiva y realmente libre de violencias.

Escribir 1893, significó mucho para mí, pues recordar que las mujeres de Nueva Zelanda fueron las primeras en alzar la voz para poder tener acceso al voto y a la ciudadanía de su país, es recordar y seguir atesorando en mi mente y en mi corazón que, cuando las mujeres del mundo, sin importar las distancias que nos separan, las diferencias lingüísticas y culturales, políticas, sociales o económicas, nos unimos por la libertad, por la igualdad, por la justicia, por la paz, por la inclusión, por visibilizar y hacer conciencia de tantas prácticas culturales que normalizan las violencias contra las mujeres, logramos impactar en cada rincón de esta tierra y logramos avances significativos no solamente para nosotras, sino para toda la humanidad. En el origen de esta fecha también se consideran los movimientos feministas durante la revolución rusa de 1917 pues alzaron su voz para que sus experiencias y aportaciones fueran escuchadas y terminara la guerra.

En México, actualmente, existen diez feminicidios al día, no existe un Sistema de Cuidados pues la sobrecarga de trabajo de las mujeres es cuatro veces más de la de los hombres y la tasa de participación económica de las mujeres es del cuarenta y cuatro por ciento, sobre el setenta y seis por ciento de los hombres. Según datos del Instituto Nacional de las Mujeres (INMUJERES) y que considero pertinentes compartir. Oficialmente, el Día Internacional de la Mujer fue proclamado por la Asamblea de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en 1977, aunque desde dos años atrás comenzaba a conmemorarse.

Visibilizar un hartazgo histórico es seguir conmemorando una lucha trascendental, porque, aunque ya pasaron más de cien años, no dudo en lo mínimo, que, en este preciso momento se siga viviendo en desigualdad y en algún tipo de violencia; igualmente, reconocer los aportes actuales de las nuevas voces que en este siglo XXI seguimos buscando visibilizar las condiciones, la diversidad, la igualdad y los diferentes contextos sociales en los que nos encontramos, es esencial para la humanidad.

Es por eso que el 8M no se felicita, se conmemora, es una unión a esta causa histórica alrededor del mundo entero, de miles de mujeres y niñas que seguimos alzando nuestra voz, desde cada una de nuestras trincheras, en nuestra casa, en el trabajo, en las calles, con nuestra familia, con nuestras amistades, en cada lugar en el que nos encontramos, seguiremos alzando la voz para reivindicar nuestros derechos y para vivir libres de violencias. Para vivir ¿Suena raro no?, pues si, en pleno siglo XXI, algo tan sencillo como regresar a casa, es un privilegio. El 8M no se felicita, se reconoce.

Termino con esta frase de Margaret Mead, Antropóloga Cultural Estadounidense:

“No dudemos jamás de que un pequeño grupo de personas conscientes y comprometidas puede cambiar el mundo”.

 

*Abogada con perspectiva de género y con perspectiva feminista, por una causa histórica.

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