Graciela RAMÍREZ LUNA*
El Día de las Madres se celebra en México desde 1922, por la iniciativa del periodista Rafael Alducín, quien utilizó el periódico del cual fue director para promoverlo; uniéndose a la promoción de este día el entonces secretario de Educación José Vasconcelos, sugiriendo incluso, la construcción del “Monumento a la Madre”, el cual terminó de construirse en 1949, con una placa que señala “A la que nos amó antes de conocernos”, añadiéndosele en 1998, “Porque su maternidad fue voluntaria”. Por su parte, otras fuentes señalan que el primer día de la madre en México fue en Oaxaca en 1913, cuando la esposa de un presbítero metodista decidió retomar la idea que encontró en una revista donde se comentaba del festejo en Estados Unidos.
Independientemente del origen del festejo, mismo que ya se encuentra arraigado en nuestra cultura, el rendir homenaje a ese vínculo – desde mi punto de vista, el más fuerte a lo largo nuestra vida – es reconocer el esfuerzo de aquellas mujeres que nos dieron la vida, nos alimentaron, nos dedicaron tiempo, amor y, por lo tanto, debemos replantear el concepto tradicional que evoca este día.
La maternidad, es un mundo en sí mismo y para cada mujer es diferente. Anteriormente, era común que la mujer abandonara sus metas académicas y profesionales, dando prioridad a ser ama de casa, siendo desvalorizado e invisibilizado el trabajo que realizaba, que fue y es, de suma importancia para la sobrevivencia y desarrollo de la sociedad; posteriormente, pese al incorporarse a las esferas públicas productivas y a la generación de ingresos fuera del hogar, los roles al interior de la familia no han sido redefinidos, pues actualmente, alto es el número de mujeres que, aunado a su actividad laboral, de manera paralela realizan el trabajo doméstico, lo que hasta hace poco, fue reconocido legalmente como “doble jornada”.
Si bien, de acuerdo a las estadísticas del INEGI, el estar casada o en unión libre, es la condición predominante entre las mujeres que son madres, hay que destacar que, ha habido un aumento de mujeres que ejercen su maternidad sin pareja; en el año 2020, fueron 5.4 millones de mujeres que registraron esta característica, 3.32 millones de ellas se agruparon en hogares nucleares, 2.061 millones encabezan hogares ampliados y, 64,389 hogares compuestos; por lo que, el ejercer la maternidad sin pareja, se puede tornar aún más difícil, pues aunado al poco o nulo apoyo emocional y/o económico del padre, no sólo se cumple con el rol de la crianza, también se realizan labores en el hogar, sin dejar a un lado el crecimiento profesional que en paralelo se busca.
El tema de la maternidad, entendiéndola como el origen de diversos derechos, es visible en nuestro sistema jurídico, desde la decisión, la gestación y el nacimiento, con una serie de derechos inherentes a la misma. Algunos ejemplos de estos son: El derecho a la salud, con la atención materno infantil, respeto a los derechos sexuales y reproductivos, etc.; derechos encaminados a regular la filiación, como el nombre, el reconocimiento, adopción etc.; derechos laborales, como la licencia de maternidad, conservación del empleo y no discriminación, periodo de lactancia, entre otros; derechos que deben ser respetados.
Tomar la decisión de ejercer la maternidad, no es fácil, pero tampoco el no hacerlo. La mujer que no tiene hijos, es observada, sin imaginarse tal vez, el que no ha sido sencillo el quedar embarazada o si decide no tener hijos y enfocarse en sus metas profesionales, se le suele considerar egoísta; pero si decide serlo y dedicarse al hogar, se le crítica por perder su autonomía y seguridad económica o bien el ejercerla y generar ingresos fuera del hogar, también puede desatar críticas, pues aún la sociedad no está preparada para que las mujeres puedan criar y trabajar, ya que en ocasiones, desde la entrevista de trabajo te preguntan si eres soltera o casada o si planeas tener hijos, hasta las diferencias salariales o ascensos laborales.
La maternidad no sólo debe hacerse visible el 10 de mayo, no se trata de idealizarla, no hay madres perfectas, no somos heroínas que tenemos que hacer todo, nos equivocamos; sino de reconocer el papel fundamental que tenemos en la sociedad y otorgarle el valor y derechos que corresponden, para que quienes la ejercemos, podamos decidir el cómo vivirla.
*Abogada oaxaqueña comprometida con la sociedad, defensora de los derechos de la mujer y la familia. Maestra en Derecho Constitucional, Diplomada en Derecho Sanitario y Auditoría Legal de empresas.